Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Reporte REN21 advierten que es necesario ser radicales ante los combustibles fósiles.
Pese a que la Agencia Internacional de la Energía (AEI) calculó que durante 2020 la reducción de emisiones de CO2 ascendería a un importante 8 %, esto no sería de gran impacto ya que el año 2019 fue definido como el de más altas emisiones en la historia. Los cálculos del Observatorio Mauna Loa en Hawái, justamente hace un año, señalaban que el planeta superaba su propio y peligroso límite de 400 ppm de concentración de CO2 a un devastador 415.26 ppm: el más extremo en los últimos 800 000 años.
Pero hay más: para el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que se basa en el Reporte REN21 Informe del Estado Mundial de Renovables 2020, “el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París requeriría una disminución anual de al menos 7,6 % durante los próximos 10 años”, advirtió la directora ejecutiva de REN21, Rana Adib.
Con este panorama al que se suma la coyuntura actual de crisis sanitaria y sus medidas para la recuperación económica, el PNUMA hizo un llamado urgente: “Necesitamos un bloqueo total a los combustibles fósiles para una revolución climática”, esto con especial énfasis en los pobres aportes, según estas organizaciones, de los sectores del transporte y la generación de calefacción y enfriamiento, de los que indica el PNUMA, no presenta avances en un periodo de 10 años.
En relación con el transporte, sector clave para la productividad mundial y para la latinoamericana, en la que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) calcula una contracción económica de -5.3 %; el reporte REN21 señala que es el grupo con menores avances en la transición a las energías renovables.
“A pesar de las ganancias en eficiencia energética y el continuo crecimiento tanto en biocombustibles como en vehículos eléctricos (EV), el transporte permanece como el sector con la menor proporción de energía renovable. Aunque representa alrededor de un tercio de TFEC (Total Final Energy Consumption o Consumo Total de Energía Final), el transporte siguió siendo el sector con la menor proporción de energía renovable, a solo 3.3 %.”, señala el informe.
Pero Adib y el informe no se guardan ninguna reserva para advertir, además, que las intenciones de recuperación económica tras los impactos de la pandemia por COVID-19 podrían ser más nefastas que positivas.
Para la directora Ejecutiva de REN21, comunidad global dedicada a articular organizaciones, autoridades, gobiernos interesados en la transición al uso de energías renovables y a construir el reporte anual; los paquetes de ayuda que se están distribuyendo en el mundo no tienden a ser el resultado de una intención verde.
“Muchos de estos paquetes incluyen ideas que nos encerrarán más en un sistema de combustibles fósiles sucios. Algunos promueven directamente el gas natural, el carbón o el petróleo. Otros, aunque se atribuyen un enfoque verde, construyen el techo y olvidan los cimientos”, insiste Adib.
Y la advertencia no es infundada. Según la PNUMA los caminos son divergentes según los países de los que se hable ya que mientras un grupo trabaja en la eliminación definitiva del uso del carbón “otros continúan invirtiendo en nuevas centrales eléctricas con base en este combustible fósil”; hipócrita actitud soportada en la inversión, financiada por los bancos privados, de un total de US$2.7 billones en los últimos tres años en proyectos basados en carbón.
A ello se suma el llamado hecho por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como respuesta a la carta dirigida por trabajadores del sector de la salud en todo el mundo para apostar por un mundo más saludable; que indica que en el mundo anualmente se subsidian combustibles fósiles hasta por US$400.000 millones, monto que, de invertirse una porción a las energías renovables, generaría una esperanza de cambio.
De hecho, el impacto del uso de los combustibles fósiles está cuantificado en US$5.2 billones dentro de los que se incluyen, contaminación del aire, aporte al calentamiento global y congestiones del tráfico.
«Al gastar el dinero de estímulo, tenemos que decidir: ¿queremos un sistema de energía que sirva a algunos o un sistema que sirva a muchos? (…) no se trata solo de dinero. Debemos poner fin a cualquier tipo de apoyo a la economía basada en combustibles fósiles, particularmente cuando se trata de los sectores de calor, frío y transporte. Los gobiernos deben cambiar radicalmente las condiciones y reglas del mercado y demostrar el mismo liderazgo que durante la pandemia del COVID-19”, concluyó Adib.