Una de las principales consecuencias que dejan tales procesos es que estas personas se ven obligadas a desplazarse a donde el suelo es más barato, acentuando los procesos de segregación que se dan en zonas periféricas, o incluso a las afueras de Bogotá.
Así lo estableció la investigación de Laura Andrea Zaraza Martínez, magíster en Hábitat de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), para quien las “ollas” son resultado del abandono en políticas públicas de los habitantes de calle y del deterioro que deja el desplazamiento en los procesos de renovación urbana del centro capitalino.
En su estudio se evidencia cómo estas ollas y sus problemas de inseguridad, criminalidad y microtráfico de drogas se van reproduciendo a lo largo y ancho de la ciudad, mientras se abren nuevos focos dando nuevos nodos del problema que se intentaba atacar.
La investigadora asegura que antes de la primera intervención al Cartucho casi no había redes de microtráfico u ollas en las localidades de Bogotá, pero después aumentaron.
Así mismo, después de la intervención del Bronx, esas redes se desplazaron, sobre todo a las localidades de Kennedy y Puente Aranda, generando en esta última un nuevo problema que antes no existía.
Añade que tanto en los procesos de renovación urbana como en los de desplazamiento de los habitantes originales de una zona de la ciudad a causa de la valorización del sector, pocas veces se tiene en cuenta a los habitantes de calle, pues no se les mira como ciudadanos, sino como parte del problema.
Para abordar la investigación se contó con la participación de varias personas que habían habitado en el Bronx y otras en el Cartucho, además de algunas que habían transitado por ambos lugares.
El trabajo tuvo en cuenta tres técnicas de investigación: el análisis documental de la política pública, las entrevistas semiestructuradas a estos actores y un análisis de los censos de los habitantes de calle en la ciudad, a partir del cual se evidencia cuáles son las trayectorias que ellos tienen en la capital y cómo se posicionan en esos nodos.
“Conversé muy amenamente con ellos, enfocada en la reconstrucción de una historia de vida, cómo fue su niñez, cómo llegaron a ese lugar, cómo fue su vida allí y cómo ha sido su trayectoria por la ciudad”, subraya la investigadora.
Desplazamientos y olvido
Los procesos de revalorización son el resultado de las renovaciones urbanas lideradas desde las entidades públicas, mediante las cuales se aumenta el valor de las propiedades. Es entonces cuando los habitantes del sector son desplazados, ya sea porque no pueden solventar los costos de vida que representa estar allí o porque en el proceso de renovación se les exige entregar los predios donde están ubicados.
Un ejemplo de esas renovaciones fueron la construcción del parque La Mariposa en San Victorino, la construcción del Distrito Creativo tras la destrucción del Bronx o el nuevo parque Tercer Milenio, antiguo Cartucho.
Según la investigadora, cuando una de esas personas que debe desplazarse es un habitante de calle se ve como un factor de deterioro, como un elemento no deseado y como una razón del porqué se debe intervenir ese lugar.
Las nuevas “ollas”
Según la investigación, las ollas vienen a constituirse como nuevos nodos urbanos en la ciudad en un proceso de “destrucción creativa”, que ante procesos de renovación de antiguas zonas como el Bronx o el Cartucho se posicionan de nuevas formas y en nuevos lugares.
Las ollas terminan siendo un lugar de aislamiento de todo aquello que no se quiere en la ciudad, que es indeseable, y que maneja relaciones de control hacia dentro y hacia fuera, dejando en el medio a los habitantes de calle, quienes por temor o subsistencia no tienen otra alternativa que participar de ese proceso criminal.
La relación de control hacia dentro está marcada por las bandas criminales, pues son las encargadas de asegurarse de que al interior de estas ollas las cosas ocurran como ellos desean. Es allí donde el habitante de calle se ve inmerso en esa relación cumpliendo el papel de distribuidor de droga o de seguridad para el jíbaro.
Por otra parte, el control hacia fuera está bajo el control policial, donde la autoridad juega un papel importante mediante las golpizas impartidas a estos habitantes de calle, un método de control que hace que quienes se encuentran por fuera de las ollas se vean disuadidas de habitar la ciudad en espacios distintos.
Agencia de Noticias UN