En los últimos setenta años la población urbana se ha ido incrementando en relación con la población rural, principalmente debido a la búsqueda de mayores oportunidades de trabajo y calidad de vida. En la actualidad, el 55 % de la población mundial vive en las ciudades y se proyecta que esta proporción llegará al 68 % en el año 2050, de acuerdo con estudios de las Naciones Unidas. En América Latina y el Caribe más de 80 % de las personas viven en las ciudades, posicionándola como la segunda región en el mundo en cuanto a nivel de urbanización.
El incremento de la población urbana originó nuevos desafíos a los gobiernos locales para poder garantizar los servicios básicos necesarios a los ciudadanos, incluida la infraestructura necesaria para la movilidad. Muchas veces se puede pensar que la mejora de la movilidad urbana pasa simplemente por la ampliación de las vías disponibles para el tráfico de vehículos colectivos y particulares. Si bien esta es la práctica común en muchas ciudades, no es la ideal. Las ciudades requieren un planeamiento urbano que incluya un diagnóstico generalizado de la movilidad, así como líneas de acción para cada uno de los frentes de este sector. Dentro de esta aproximación, se debe incluir todo un capítulo sobre las vías de la ciudad que no solo tenga por objetivo las necesidades de nuevas construcciones, sino también la gestión y conservación de las vías existentes.
En lo referente al mantenimiento de las vías urbanas, sabemos que las ciudades tienen recursos económicos limitados y el resultado es notorio en los defectos que observamos día a día en nuestras calles. El deterioro de los pavimentos en las vías compromete la calidad de vida de las personas, pues dificulta la accesibilidad, impacta en los tiempos de viaje y reduce la eficiencia del transporte público.
En el dimensionamiento de los pavimentos de las calles, los métodos consideran que los mismos se irán deteriorando como consecuencia del tráfico y del clima. Sin embargo, dimensionamientos inadecuados, la mala selección de los materiales y la falta de control de calidad en las obras, pueden acelerar estos procesos de deterioro. Otro agravante en el deterioro de los pavimentos urbanos son las intervenciones realizadas por las empresas de servicios públicos que realizan excavaciones en las calles y recomponen el pavimento con calidad cuestionable. En ciertos casos, tampoco se tiene la asignación clara de la entidad responsable del mantenimiento de una vía en específica.
La falta de recursos de los gobiernos locales es agravada por la falta de conocimientos técnicos para la aplicación de una adecuada gestión de estos activos viales. Tradicionalmente, las decisiones de mantenimiento y rehabilitación de las calles se basan apenas en la experiencia acumulada de los ingenieros de las entidades locales, sin utilizar procedimientos formales de gestión. El resultado lleva usualmente al mantenimiento reactivo o a la reconstrucción de las vías que tiene costos más elevados que el mantenimiento preventivo.
Precisamente, la implementación de un Sistema de Gestión de Activos Viales (SGAV) es la herramienta que puede ayudar a los gobiernos locales en la optimización de esos recursos para la conservación del patrimonio vial, uno de los mayores activos públicos con los que cuentan los países, y en el que se incluye la capacitación continua de los ingenieros responsables.
El SGAV tiene la función de auxiliar y aumentar la eficiencia en la toma de decisiones, respondiendo a las siguientes cuestiones:
- ¿Cuál es el estado de las vías existentes?
- ¿Dónde y cuándo debemos priorizar las inversiones?
- ¿Cuánto cuestan las necesidades de inversión necesarias?
- ¿Cómo deben ser ejecutadas las actividades de mantenimiento y rehabilitación?
Las entidades responsables de la gestión de carreteras en algunos países ya vienen aplicando de alguna manera el SGAV. Su aplicación en vías urbanas también se realiza en algunas ciudades en América Latina como São Paulo, Río de Janeiro, Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá y Ciudad de México. Sin embargo, la mayoría de ciudades intermedias no cuentan con la aplicación sistemática de soluciones para mejorar el estado de conservación de sus calles, principalmente porque no cuentan con la información real y actualizada de estas vías, ni las herramientas informáticas en la que apoyar la priorización de sus decisiones.
La implementación de los SGAV en estas ciudades debe ser realizada por etapas, iniciando con los inventarios de los activos viales, para lo cual existen equipos avanzados que facilitan la digitalización de la información. En esta etapa inicial es posible diagnosticar el estado de conservación por medio de alguna escala, como la del PCI (Pavement Condition Index), por ejemplo. Estos resultados deben ser empleados en la priorización de las intervenciones, de acuerdo con el presupuesto disponible. En la etapa siguiente se programan las actividades de mantenimiento y mejora, las cuales finalmente se concretan en una etapa de implementación.
Las actividades descritas anteriormente demandan la conformación de equipos de ingenieros responsables para la gestión, que deben trabajar de forma coordinada para cumplir con cada una de las etapas. Toda la información adquirida en la implementación de los SGAV debe ser almacenada en un “banco de datos” único y compatible con el uso de herramientas informáticas. Los gobiernos locales deben ser conscientes de que este banco de datos es “el corazón” de todo el SGAV, por lo que debería ser una prioridad para el municipio contar con data actualizada sistemáticamente, no de forma esporádica.
La Asociación Mundial de la carretera (PIARC) entre otras instituciones internacionales indican que la aplicación de un SGAV optimiza la aplicación de los recursos, aumenta la coordinación entre las actividades de gestión y asegura la consistencia de las decisiones tomadas en diferentes niveles de gestión dentro de una organización.
En CAF estamos apoyando a los gobiernos de América Latina a iniciar este proceso de digitalización e implementación de un sistema de gestión de activos viales no sólo en las vías urbanas sino también en los tramos interurbanos. Consideramos que con la aplicación de esta herramienta se puede alcanzar la optimización de sus recursos económicos haciendo más con menos, de manera que los beneficios se traduzcan en una mejor infraestructura que atienda con seguridad, confort y economía a los ciudadanos.
Artículo publicado originalmente en Blog Visiones de CAF