La ciudad esponja aprovecha la infraestructura urbana verde, desde la revegetación de superficies impermeables hasta los techos verdes y humedales, para mejorar la disponibilidad de agua, su calidad y reducir las inundaciones.
La actual temporada de lluvias tiene encendidas las alarmas en varios sectores de la ciudad de Medellín (Colombia), ante eventuales deslizamientos e inundaciones. Pero no solo allí los organismos de gestión del riesgo están trabajando horas extras. En la zona de Urabá, una de las de mayor crecimiento urbano en el mismo país, 1.700 familias resultaron con alguna afectación y 55 de estas quedaron damnificadas por las inundaciones en el distrito de Turbo y los municipios de Apartadó, Carepa y Chigorodó, que representan la zona hoy de más conurbación.
Cada día, en algún lugar del mundo, muere gente debido a los desastres naturales, especialmente las inundaciones. Adicional a ello, la urbanización acelerada está agravando los desafíos de gestión del agua para un gran número de ciudades.
No hay duda de que la urbanización desmedida provoca suelos impermeables de hormigón y asfalto, que impiden la filtración y drenaje del agua de lluvia y provocan escorrentías superficiales, y, por ende, inundaciones. Los sistemas de alcantarillado son también insuficientes y algunos casos obsoletos, ya que son incapaces de absorber las aguas residuales y pluviales de los sectores urbanos más densamente poblados.
Ante esto, las soluciones basadas en la naturaleza parecen ser la mejor opción, ya que trabajan con la naturaleza en lugar de hacerlo contra ella, y por tanto proporcionan un medio esencial para ir más allá de lo convencional. La consigna es: no luches contra el agua, úsala en tu beneficio.
Y es de este tipo de soluciones que surge el concepto de “ciudad esponja” (sponge city). El modelo aborda un problema por el que los planificadores urbanos han luchado durante mucho tiempo: evitar que el agua de lluvia inunde las ciudades mientras se implementan formas de conservarla para su eventual reutilización, en vez de dejarla salir solo por el desagüe.
El periodista y conservacionista Matt Jenkins advirtió que, si bien surge de ideas seculares, el concepto moderno de “ciudad esponja” comenzó a formarse en Europa, Australia y Estados Unidos a principios de la década de 1990. El movimiento fue una reacción a dos fenómenos comunes en el desarrollo urbano: primero, las ciudades con desarrollo más acelerado cubren de pavimento grandes extensiones de suelo, y así eliminan una cantidad importante de manto boscoso natural, rellenan lagos y humedales, y alteran gravemente el ciclo hidrológico natural. Segundo, el enfoque tradicional para gestionar el agua pluvial en ciudades se centró en alejar del suelo la mayor cantidad posible de lluvia, tan rápido como sea posible, no en capturarla para reutilizarla.
La idea de ciudad esponja marca un cambio significativo, que se aleja de la “infraestructura gris” tradicional (como tuberías y represas de concreto) y va hacia la infraestructura “verde” o natural, como jardines pluviales y bosques. Por lo tanto, las técnicas de “ciudad esponja” tienen múltiples beneficios. Ayudan a disminuir el impacto de las inundaciones, mejoran la calidad y el suministro del agua, y solucionan problemas medioambientales.
China es hoy el país que más desarrolla este modelo en sus ciudades más pobladas. Desde 2013, el presidente Xi Jinping promocionó oficialmente el concepto de “ciudad esponja”, y al año siguiente el Ministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano y Rural emitió un conjunto de pautas técnicas para asegurar que el 70 % de la escorrentía de la superficie se capte en el lugar. Además, el gobierno chino lanzó lo que terminaría por ser un programa piloto de 30 ciudades para probar el concepto.
Toda esta revolución urbana centrada en la gestión del agua está inspirada también en el trabajo de Yu Kongjian, uno de los pensadores de diseño urbano más destacados de China y decano de la Facultad de Arquitectura y Paisaje de la Universidad de Pekín, quien es el hombre detrás de la implementación de este modelo en su país. Lo cierto es que China tiene actualmente el ambicioso objetivo de lograr que, en el año 2030, el 80 % de sus áreas urbanas absorba y reutilice al menos el 70 % del agua de lluvia.
La adopción de las soluciones basadas en la naturaleza como esta, no solo es necesaria para mejorar los resultados de gestión del agua y lograr la seguridad hídrica en las ciudades, también son fundamentales para garantizar la entrega de beneficios colaterales para todos los aspectos del desarrollo sostenible en las zonas urbanas.