A veces las soluciones a ciertos problemas en nuestras ciudades están tan a la vista que no las vemos, buscamos ejemplos internacionales que nos ayuden a encontrar la mejor solución cuando nuestra mejor característica como ciudades intermedias latinoamericanas es la creatividad a la hora de resolver.
Eso fue lo que le pasó a Rosario cuando se le presentó un problema vial. Ya se había realizado una ciclovía (carril exclusivo para la circulación de bicicletas) de 2,6 km. en la arteria principal de la ciudad. Un gran logro que pocos creían que iba a funcionar. Funcionó, sí, y tiempo después se replicó en la misma arteria hacia el Oeste pero discontinuada de su antecesora, sumando unos nuevos 2,3 km.
El problema de unir ambos tramos era que los conectaba una rotonda. Pero no era una rotonda cualquiera, era la principal rotonda de la ciudad, que une el Bv. Oroño, bulevar de gran jerarquía y patrimonio de la ciudad, con la Avenida Pellegrini. Ambas junto con el Río Paraná limitan el área central de la ciudad. A su vez, la rotonda, es un emblema para Rosario ya que a fin de año se monta en ella el Árbol de Navidad de la ciudad.
Así, los dos tramos desconectados dejaron en evidencia la urgente necesidad de encontrar una solución que permita brindar seguridad a los ciclistas que continuaban circulando por la ciclovía más utilizada y densa de Rosario. Fue así que empezó el periplo para concretar su unión.
Las propuestas que se barajaron fueron infinitas. Desde la eliminación de la rotonda, la apertura de una calle que atraviese al Parque Independencia (primer parque de la ciudad y su gran pulmón de 126 ha) hasta la mismísima decisión de no hacer nada y sólo solicitarle al ciclista que descendiera de la bicicleta y siguiera el camino como peatón, significándole tener que esperar 3 tiempos de semáforo. Muchas de ellas representaban cambios radicales y gran presupuesto.
Fueron meses de debate interno dentro del municipio y por primera vez me tocó ver cómo un proyecto, provocado por la necesidad de otorgarles el paso seguro a los ciclistas, involucraba a gran parte de las áreas del municipio. Era un proyecto complejo en un área que nadie se animaba a intervenir. Significó muchísimo estudio e investigación. Pero no, no había obra internacional que pudiera adaptarse a la situación local.
Y entonces fue así como ingenieros y arquitectos (y ciclistas urbanos que usualmente utilizaban y transitaban la zona) lograron diseñar infraestructura para ciclistas, sencilla, respetando la idiosincrasia, el valor arquitectónico y urbanístico de la rotonda y sobre todo, conociendo las necesidades de los destinatarios y de todos quienes circularan por ella. Fue un diseño original, único, económico y, fundamentalmente, de muy alto impacto. Sin embargo, la propuesta no convenció inicialmente. Lejos de rendirse, el equipo quiso poder dejar en evidencia sus fortalezas de manera que pudiera sobreponerse ante las demás propuestas y áreas. Aprendieron a utilizar sistemas de modelización y luego de su presentación y defensa, su futuro éxito era innegable. Sí, logró imponerse.
Hoy en día la intervención ciclista en la rotonda de Bv. Oroño y Av. Pellegrini ya es un hecho, la usan miles de ciclistas diariamente de manera segura y logró ordenar el tránsito pasante. El árbol de navidad se sigue instalando en ella y cuando el sol comienza a descender, con sus características luces prendidas y los ciclistas pasando debajo de él, se convierte en mi postal favorita de la ciudad.
De esta experiencia aprendí que en cualquier rol que estemos ocupando, ante todo somos ciudadanos, y eso significa compromiso. Compromiso por encontrar la solución necesaria, sostenible y eficiente ante problemas urbanos que se presenten. Que nunca será la salida fácil pero con convicción, en la creatividad se encuentra la forma de alcanzarlo, no solo diseñarlo, sino también, su estrategia para materializarlo. Y somos nosotros, los ciudadanos, los responsables de exigir que estos procesos se den y de empoderarnos para contribuir con soluciones que logren alcanzar la meta.
Me gusta pensar que Rosario puede ayudar de esta manera a otras ciudades latinoamericanas y sus ciudadanos a encontrar soluciones viables, sencillas, económicas y humanas.