Son muchos los buenos ejemplos de instituciones que en Latinoamérica promueven la apropiación ciudadana de la ciencia y la tecnología. El Taller Público de Experimentación de Medellín es uno de ellos. Un lugar distinto para hacer que la cabeza se una con las manos: proponer, hacer, equivocarse, crear.
“Acá tenemos las tecnología de punta… de la punta del lápiz o hasta de la impresora 3D”, dice Camilo Andrés Cantor, un joven ingeniero industrial que coordina el Taller Público de Experimentación de Medellín o Exploratorio, llamado así por ser hijo del famoso Parque Explora, el centro interactivo para la apropiación y divulgación de la ciencia y la tecnología en la ciudad de Medellín (Colombia).
En este espacio donde se mezclan tanto las tecnologías ancestrales como el martillo, hasta las más modernas herramientas como una cortadora láser, cualquier persona “entre los 12 y los 99 años”, puede llegar a proponer un proyecto y contar con la oportunidad para hacerlo realidad.
“En la ciudad de la innovación, le faltaba a la gente común dónde experimentar, donde innovar”, explica el coordinador de este lugar.
De hecho, a manera de manifiesto, el Exploratorio afirma que allí “no hay jerarquía de conocimientos ni requisitos académicos, todos enseñamos, aprendemos y creamos utilizando los saberes disponibles de forma transparente y libre, evolucionando del HTM (hazlo tú mismo) al HCO (hazlo con otros)”.
El Exploratorio fue abierto en diciembre del año anterior inspirado en aquellos espacios donde, como en el MIT (Massachusetts Institute of Technology, por sus siglas en inglés) nació la internet, donde se juntaban un poco de muchachos a “cacharrear”, destaca Cantor.
Laboratorio de Maderas; de Prototipado, Audiovisual, de Ideación; Biolab; entre otros, son las posibilidades que tienen los ciudadanos de Medellín para experimentar con apoyo público.
“Exaltamos el hacer con las manos y desarrollamos habilidades para crear, reparar, experimentar e improvisar”, reafirma el Manifiesto del Exploratorio.
En este momento hay cinco proyectos residentes en el Taller de Experimentación, los que surgieron luego de la primera convocatoria y que tienen el espacio, las herramientas y el apoyo de otros visitantes que aportan con su ideas, propuestas, perspectivas y en los que el error se cuenta como una oportunidad, como parte del aprendizaje, como “autogestión del conocimiento y un reconocimiento al hallazgo accidental”.
También, el Exploratorio tiene una programación de talleres, actividades experimentales a los que asisten adultos y niños con sus padres que deben involucrarse pues allí no se le “enseña a nadie” y es cómo escudriñar en el viejo taller del abuelo donde un trozo de tabla, una puntillas y demás eran suficientes para crear.
Pero el Exploratorio va más allá de ese espacio físico en el que sin límites de edad, de género, de experiencia o bagaje académico, se desarrollan las habilidades y capacidades a través del juego y la experimentación.
Su coordinador, Camilo Andrés Cantor, explica que la oportunidad se extiende como los tentáculos de una medusa hacia los territorios de la ciudad para conectarse, en su papel de nodo experimental, recogiendo, uniendo, las creaciones de los barrios de la ciudad.
“El Taller es un nodo para que nos unamos los distintos laboratorios de la ciudad: en el barrio Buenos Aires está Platohedro, laboratorio de creación audiovisual, educación, música. En Prado esta ‘Un/loquer’, un hacker space. En Castilla hay ‘lab’ de teatro donde crean escenografías; ya tenemos muchos laboratorios que han dejado la desconfianza de lo institucional”, destaca Cantor.
El Exploratorio es fruto de la evolución del Parque Explora, un lugar que nació gracias a la alianza entre la Alcaldía de Medellín, la empresa privada y la academia para promover la apropiación y la divulgación de la ciencia y la tecnología entre los ciudadanos. De hecho, los recursos para la construcción del Exploratorio vienen del Fondo Medellín Ciudad para la Vida, dineros públicos surgidos de la venta de la empresa Une Telecomunicaciones y que fueron invertidos en proyectos que pretenden generar mayor equidad e inclusión en la ciudad.
Así que Medellín, como Madrid, como Massachusetts, tienen un lugar donde, mientras algunos piensan, otros le dan martillazos a sus ideas, todos unidos, trabajando colaborativamente y uniendo la expresión como la comprensión; es decir, sin separar la técnica de la ciencia, el arte y el oficio.