A la luz de la luna: a las víctimas de siniestros viales

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Guillermo Camacho Cabrera
15 febrero, 2022 - Movilidad

El 25 de enero de 2022 en la vía Siberia-Funza un camión recolector de basura arrolló a una mujer de la etnia embera, quien estaba en gestación, y a su pequeña hija. El conductor sufrió el linchamiento por parte de indígenas emberas que se encuentran en el Parque La Florida en la localidad de Engativá al noroccidente de Bogotá.

Muchas veces la violencia nos paraliza y en especial la violencia vial. Y también nos silencia porque no hay palabras para expresar el dolor.

En este caso, probablemente las causas del siniestro no se conozcan más tarde y aunque los siniestros viales son multicausales, quedó demostrado que, en estos, todos los involucrados son víctimas, así se dividan inicialmente  entre víctimas y victimarios.

El arte, en este caso el arte mayor de la Poesía, nos ayuda a expresar el sentimiento de dolor e impotencia ante un siniestro vial con pérdida de vidas humanas.

Este mi sincero homenaje a las víctimas.

I.

La única luz,
además de las farolas de los carros,
Era la de la luna.

Tenue, suave, fría.

II.

Ermilda caminó por la orilla de esa vía.
Vía rápida para los carros.
Demasiado oscura para las personas.

Caminó apurada y suave,
temerosa con su
cadencia indígena.

Mirando al suelo siempre,
supone uno, para no
distraerse con el ruido
y el zumbido de los carros
al pasar, sin percibirla, por su lado.

III.

Frío y hambre tenía.
Angustia de ciudad. Acostumbrada ella
a vivir en el campo, en la selva,
en la comunidad embera. En su tierra.

No caminaba sola.
Llevaba vida en su vientre y
en su espalda, amarrada, moldeada a su cuerpo,
su pequeña Sara, quien tal vez dormía
por la hora y el tedio del día completo.

IV.

Prefiero pensar que la violencia del golpe
las dejó sin conocimiento.

Que solo
oyeron un bramido.

Que sus cuerpos frágiles, humanos,
femeninos, indígenas, menudos y delgados
sucumbieron instantáneamente ante
las toneladas de fierros impulsadas
por el combustible y la física.

Que no sufrieron más de lo que ya
habían sufrido con su
desplazamiento.

V.

Y me da tristeza pensar en ese sufrimiento
diario, cotidiano. En el desarraigo,
la desesperanza. El hambre. El frío.
La soledad. La lejanía de sus deidades
primigenias. El abandono.

VI.

Abandono como el que sintió
Hildebrando. No victimario sino víctima también.
Siendo consciente de que la horda
enardecida, enfurecida por la afrenta,
por las injusticias y las carencias
en una ciudad que como sociedad los ignora,
iba a acabar con el carro.

Y el carro era su coraza y protección.

La única burbuja sólida
que lo cuidaba pírricamente de la furia
bestial, inconsciente, originada
en el hecho violento del atropello.

VI.

Sintió la rabia y el miedo.

En un siniestro vial todas las personas
involucradas
son
víctimas.

Nada justifica el homicidio.

VII.

Sí hay que reivindicar su vida.
De servidor público.
De padre.

VIII.

Nada justifica el atropello.
El siniestro es injustificable.
Como lo son las muertes de Ermilda,
Sara y la vida en el vientre de la o el
bebé en gestación.

Los siniestros viales son multicausales.
Y las causas son sincrónicas.

De este, probablemente jamás
se sepa qué pasó. Cómo sucedió.
Y por qué.

IX.

Solo la luna, objetiva, lo vio todo.
Lo alumbró todo.
Lo iluminó todo.

Con su luz tenue, suave, fría.

Pero la luna no habla.
Solo acompaña.
Desde el principio de los tiempos.
A todas las víctimas.
A todos los victimarios.
A todas las familias.
A toda la gente.

Imagen: sin palabras… De ¿Se lo explico con plastilina? tomada de Twitter. Representa a Hildebrando, Ermilda y Sara fundidos en un abrazo de solidaridad y resignación.