Este distrito es el resultado de un proceso de urbanización en el que miles de desplazados que llegaron a Cali durante el siglo XX construyeron ciudad con sus propias manos, en respuesta a la falta de planeación municipal.
Javier Valencia Polanco, magíster en Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), analizó el proceso de conformación de este distrito en el que hoy habitan 748.250 personas distribuidas en tres comunas, que representan el 30 % de la población de Cali.
Según el investigador, en el estudio y la comparación de imágenes satelitales históricas de la zona, aún hoy se percibe la forma como actuó la comunidad de antaño dentro del distrito de Aguablanca, en los trazados de las calles y en la tipología de sus viviendas.
“Aunque carecen de estudios urbanísticos y de una norma definida, estos barrios reflejan la identidad de una población que ante la debilidad institucional del Estado y de la ciudad decidieron solucionar sus problemas habitacionales por su propia cuenta”, asegura el magíster.
Este sector es el resultado de la llegada de miles de pobladores procedentes de las zonas rurales, quienes se movilizaron no solo por las expresiones de violencia que han marcado la historia del país, sino también en busca de las nuevas oportunidades laborales y educativas que los procesos de industrialización ofrecían en los centros urbanos.
En su momento se trató de un incremento demográfico que ciudades como Cali no estaban preparadas para atender. “A partir de este éxodo masivo, los sectores populares comenzaron a demandar un sitio adecuado donde adquirir o construir sus hogares, y los entes encargados de la planeación del país –especialmente de Cali– no podían atender esta deuda en vivienda”, manifiesta el investigador, quien revisó mapas históricos de la ciudad e hizo un seguimiento a los proyectos de planeación que se desarrollaron desde la administración en el periodo estudiado.
Así, por medio estrategias como la invasión de terrenos para presionar su venta a precios menores, la compra colectiva de lotes a un urbanizador ilegal que especulaba con el valor de la tierra, o estableciendo alianzas con el Estado, la Iglesia y grupos de izquierda (como las FARC y el ELN) para hacerse a los terrenos y buscar luego su legalización, los habitantes de Aguablanca empezaron a construir una ciudad que nunca estuvo en los incipientes intentos de planeación municipal.
A pesar de las realidades de inseguridad y violencia que la caracterizan, a esta zona de Cali todavía llega población desplazada de diferentes lugares del país, debido a sus facilidades para conseguir opciones de albergue y comida, gracias a las intervenciones sociales lideradas por la Iglesia. Tal hecho se evidenció en el proceso de entrevistas con personas vinculadas al sector.
Terreno perfecto
“Esa zona del suroriente era ideal porque estaba cerca de la ciudad, era bastante grande, por lo cual se podía adquirir vivienda a precios asequibles, y además no había control del Estado. Se podía hacer vivienda con la familia, pues luego llegarían los servicios”, explica el investigador.
Pero este panorama no siempre fue el adecuado para construir vivienda. De hecho, no fue sino hasta la década del 50 cuando los entes regionales decidieron implementar una propuesta que buscaba desecar los suelos del oriente de la ciudad para proyectos agrícolas, que abonan el terreno que se transformaría en Aguablanca.
Con esta intervención en la zona se creó el escenario perfecto para atraer a las miles de personas que desde esos años se dispusieron a asentarse en el suroriente de Cali. Lo que se pensó en un principio como terrenos para la agricultura se convirtieron gradualmente en zonas residenciales, gracias a diferentes procesos de participación ciudadana.
Agencia de Noticias UN