Ciudades del norte de los Andes, entre las que figuran Medellín, Cali y Bogotá, de Colombia, y Quito, de Ecuador, están experimentando un proceso de homogeneización biótica en su población de aves, lo que significa que en ellas es común encontrar las mismas especies: la tórtola (Zenaida auriculata), el cucarachero (Troglodytes aedon), el sirirí (Tyrannus melancholicus), el azulejo (Thraupis episcopus) y el gallinazo común (Coragyps atratus).
El estudio de la Universidad Nacional también detectó tres especies introducidas: Columba livia (conocida como paloma bravía) y Bubulcus ibis (garza ganadera), que están en todas las ciudades estudiadas, y Molothrus bonariensis (tordo renegrido) que se encontró en todas, menos en Quito.
Esta homogeneización de especies que merodean en los perímetros urbanos de dichas ciudades estaría directamente asociada con la variedad y el tamaño de las zonas verdes.
A esa conclusión llegó la investigadora Natalia Ruiz Giraldo, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, en desarrollo de un proyecto de ciencia colaborativa en el que investigó las zonas verdes, parques y bosques cercanos de Bogotá, Medellín, Cali y Quito (Ecuador).
“Lo más llamativo es que el fenómeno es exclusivo de las zonas urbanas, pues al analizar bosques cercanos a ellas encontramos que la diversidad era mucho mayor”, explica la magíster.
Agrega que “tomamos como referencia las comunidades de aves que había en las cuatro ciudades y las comparamos con las de bosques cercanos para establecer las diferencias de poblaciones entre entornos urbanos y rurales. En el caso de Medellín se usó como referencia rural un bosque ubicado en el sector de Las Palmas; en Bogotá, uno cercano a la reserva Van der Hammen, en Cali un bosque cercano a los Farallones, y en Quito una reserva de bosque cercana”.
Influencia de la planificación urbana
Se encontró además que había una relación directa entre la variedad de especies de aves y la cantidad y variedad de especies vegetales, en especial de plantas consideradas “de rastrojo” (arbustos o árboles chaparros), que se encuentran en lotes baldíos, cerros o en zonas de poca circulación de personas y que son las que aportan refugio, comida y materiales para que estos animales construyan sus nidos.
Al respecto, explica que “el patrón de similitud entre las comunidades de aves urbanas parece ser una consecuencia de la planificación urbana con simplificación de características del paisaje y la vegetación, como por ejemplo los parques lineales, donde las plantas se seleccionan con criterios paisajísticos y de belleza y pensando en la funcionalidad ambiental”.
Según la investigación, Cali fue la ciudad en la que mayor cantidad de especies se encontraron, con 155, seguida de Medellín con 125, Bogotá con 79 y Quito con 68. La mayoría de esas aves eran migrantes neotropicales, es decir especies de Sudamérica que migran al norte durante la temporada en la que no se reproducen. De ellas, el 18 % estaban en Bogotá y Medellín, el 13 % en Cali y el 7 % en Quito.
La magíster aclaró que otras variables que pueden influir en la presencia de mayor diversidad de aves es el tamaño de las zonas verdes, la forma que tienen y las posibilidades de comunicación que ofrecen con otras zonas con presencia de vegetación.
La investigación destacó que las aves prestan servicios ecosistémicos como control de plantas y polinización, por lo que no solo hay que considerar el número de aves que hay en las ciudades, sino las funciones que cumplen.
“Por eso como ciudades se debe llegar a un acuerdo sobre qué es mejor para favorecer al hombre, pero también al ambiente. Es necesario hacer más estudios sobre qué comen las aves, qué necesidades tienen y reevaluar aquellas cosas que son solo ornamentales y que no cumplen ninguna función biológica”, aclaró la investigadora.
Por último, el estudio señaló que entre Bogotá y Quito –que tienen condiciones similares de altitud y clima– el tipo de especies encontradas son similares. Lo mismo pasa en Cali y Medellín. “A Medellín, por ejemplo, están llegando especies que habitaban en menor altura, como Cali. Una de las razones de eso es el fenómeno de isla de calor que tenemos en las ciudades, donde hay menor vegetación y aumento de la temperatura”, concluyó la magíster Ruiz.
Agencia de Noticias UN