La activista estadounidense Charlotte Fagan mostró en el Foro Mundial de la Bici en Quito, a partir de su propia experiencia con Village Bicycle Project, la importancia de conectar el ciclismo urbano y rural y la necesidad de que surja un activismo en las zonas rurales que ayude a detonar equidad y sostenibilidad en esos territorios.
En la segunda jornada del Octavo Foro Mundial de la Bicicleta de Quito, con múltiples talleres y ponencias con un tono urbano, una experiencia que da un giro de 180 grados en el activismo por las bicis puso otro tono, el rural.
“La primera vez que viví en una comunidad rural fue en Sierra Leona en 2013, pues siempre vivía en la ciudad o justo afuera de la ciudad. En esta zona rural me di cuenta de que existían situaciones diferentes a las que yo conocía, muy acostumbrada al discurso del movimiento de ciclistas urbanos y ese discurso no tenía sentido, no conectaba con la gente en las zonas rurales y pues por eso cambió bastante mi perspectiva”, relata Charlotte Fagan, activista estadounidense, para justificar su foco y trabajo actual en zonas rurales, especialmente de África.
Fagan lidera la iniciativa estadounidense Village Bicycle Project, que entrega bicicletas usadas a los pobladores rurales de Sierra Leona y Ghana y que ya ha llevado la sorprendente cifra de 122 000 bicicletas a estos dos países del oeste africano en los que se ha generado un gran impacto, gracias a un concepto bastante cercano a la economía circular.
“Me parece como estadounidense que tenemos en mí país y en muchas partes del mundo, pero sobre todo Norteamérica y Europa, estás bicis usadas y nadie las está utilizando. Muchas veces en nuestra cultura se normaliza botar lo que ya ‘no sirve’ y la gente está botando las bicicletas y necesitamos hacer más, recaudar todas esas bicicletas usadas y enviarlas a otras partes del mundo donde sirven y tienen un gran impacto económico en esas comunidades”, explica Fagan.
El trabajo de Village Bicycle Project es un ejemplo de lo valioso y necesario que es considerar el ciclismo rural y más aún cuando no todos los países del mundo se están urbanizando al mismo ritmo. Es claro, en opinión de Fagan, que unos llevan un ritmo lento que obliga a seguir teniendo en cuenta la ruralidad. De hecho, la Nueva Agenda Urbana propone un balance y una relación más estrecha entre lo urbano y lo rural, clamor también expresado por Fagan desde la perspectiva ciclista.
La estadounidense dio varias cifras que refuerzan el valor del ciclismo rural como detonante de equidad: un campesino dotado con una bicicleta aumenta en un 25 % el número de sus entregas de productos; con una bicicleta, la asistencia de los niños a la escuela en zonas rurales aumenta el 28 %, un impacto enorme en cuanto a cierre de brechas de pobreza.
Obstáculos para el ciclismo rural
Generar equidad a partir del uso de la bicicleta en las zonas rurales tiene, en concepto de Charlotte Fagan, tres obstáculos que son necesarios superar: el primero tiene que ver con el asunto básico de que haya bicicletas y a un precio asequible; el segundo es el mantenimiento de las bicicletas, que haya quien o quienes las reparen: y tercero que esas zonas rurales cuenten con infraestructura ciclista.
Fagan lo vivió con Village Bicycle Project en carne propia. Si bien el primer paso para llevar a cabo esa conexión entre lo urbano y lo rural era la bicicleta misma, se hizo necesario crear una red de personas con el conocimiento sobre el trabajo mecánico y de mantenimiento de las bicis. Por ello ahora realizan talleres de mantenimiento en las poblaciones a las que llevan el proyecto, ya que esto permite a las personas dos ventajas: adquirir bicicletas a un costo un 65 % menor y además tener la autonomía de hacer ellos mismos las labores para mantener en óptimas condiciones su bicicleta.
“Esta cuestión del mantenimiento es diferente. Yo he visto en situaciones rurales que paso por la casa de alguien y tienen 3 bicis, pero ninguna funciona. Es porque no hay quién puede arreglarlas”, explica la activista.
Y una acción, igual de poderosa, que también debe contemplarse dentro del ciclismo rural: la enseñanza a las mujeres y niñas del manejo de las bicicletas lo que las empodera hacia la autonomía, el desarrollo económico, el acceso a la educación, el bienestar y la independencia en relación con sus familiares masculinos; haciendo tan tangible esa conexión de género que inspiró a Fagan en los orígenes del proyecto.
Así las cosas, las cifras que hoy reporta esta experiencia presentada en el FMB8 de Quito bajo el lema de ‘Minguemos’, son impactantes: además de 120 000 bicis entregadas, ya son 19 200 personas las capacitadas en habilidades mecánicas y de mantenimiento. Las niñas y mujeres que han aprendido a conducir bicicleta superan las 3 700 y un total de 60 000 herramientas para mantenimiento han sido distribuidas dentro de los pobladores para que sus bicis permanezcan en condiciones óptimas.
Ante estos resultados, no deja de resultar satisfactorio que en un foro inspirado por el concepto comunitario de la palabra minga, se conozca esta experiencia de la Village Bicycle Project que a diario suma nada menos que 10 000 horas de los esfuerzos de los voluntarios de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Sierra Leona y Ghana; toda una minga con la que la comunidad y las bicicletas, transforman vidas en todos los continentes, lo que demuestra que es una tarea necesaria en todas las zonas rurales del mundo. Queda claro que, mientras haya personas que vivan en la ruralidad, siempre será necesario que haya espacio para una “amiga” útil y generosa como la bicicleta.
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