Locería Colombiana
Empresa invitada
Comprometida con
Locería Colombiana: la base de la Corona
Don Alejandro Echavarría Isaza fue uno de los más grandes empresarios nacidos en Antioquia. Su espíritu de comerciante y su olfato para los negocios lo fueron llevando progresivamente por el camino inevitable de la industria en los albores del siglo XX. En 1907 fundó una empresa que fue símbolo de la ejemplar industrialización antioqueña: Coltejer. Su matrimonio con Ana Josefa Misas formaría una de las familias más respetadas del país, una mezcla perfecta entre empresarios y filántropos. En el seno de esa familia nació Gabriel Echavarría Misas, con la misma vena empresarial que tenía su padre.
Gabriel compró en 1935 una empresa que, en ese momento, ya tenía 54 años de existencia: la Compañía Cerámica Antioqueña (fundada el 13 de agosto de 1881), y que para ese entonces tenía una precaria operación y estaba al borde del cierre. Gabriel conoció de ella porque estaba en el municipio de Caldas, donde tenía su finca familiar de recreo. A partir de ahí, la empresa sería otra muy distinta con el talento de Gabriel y de sus hijos. Lentamente hicieron de la renombrada ya Locería Colombiana, una de las empresas más sólidas de ese país.
De Locería Colombiana empezaron a desprenderse otras empresas que iban sumando a un mismo segmento del mercado: Mancesa en 1960 (sanitarios), Grifos y Válvulas Grival en 1963 (grifería), Electroporcelana Gamma en 1963 (aislantes eléctricos) y Sumicol en 1965 (insumos industriales). Hoy todas estas y otras están reunidas en el Grupo Corona, una holding que exporta a más de 50 países y tiene plantas en Estados Unidos, México, Centroamérica y Colombia.
Locería Colombiana, con el paso de los años, ha mejorado sus procesos industriales, ha ganado en eficiencias con la misma capacidad instalada. Sigue apelando a la innovación para ser competitiva. Pero lo más importante, a la luz de los nuevos tiempos: ha incorporado la sostenibilidad y la variable medio ambiental y de cambio climático de manera transversal en sus procesos y cadenas de valor, como parte de una política general del Grupo.
Una estrategia industrial basada en la producción y el consumo responsable
Locería Colombiana, como empresa de la Organización Corona, tiene una estrategia corporativa de sostenibilidad ambiental que está apalancada por unos pilares o frentes de trabajo. En cada uno de esos frentes, las filiales hacen imagen a la necesidad y al lineamiento estratégico de la compañía. Los principales pilares de trabajo son:
Cambio climático: La empresa desarrolla iniciativas para disminuir la dependencia de los combustibles fósiles y de esta manera reducir los gases de efecto invernadero y aumentar la eficiencia operacional. En este apartado se puede hablar de la optimización de procesos energéticos, el uso de motores de alta eficiencia y la Iluminación eficiente.
Ecoeficiencia: Aquí ha sido clave el aprovechamiento de residuos (Economía circular) donde se ha consolidado una cultura del reciclaje que ha permitido alcanzar tasas de valorización de los residuos por encima del 80 %. Así mismo, se han hecho esfuerzos encaminados a generar conciencia sobre la importancia de la separación en la fuente y se ha vinculado aliados estratégicos para dar uso a los residuos. Internamente todos los residuos cerámicos crudos son reintegrados al proceso productivo como materia prima.
Reducción de la huella hídrica gris – Cero Vertimientos: No hay duda de que uno de los desafíos más grandes es controlar la contaminación del medio ambiente, especialmente con respecto al recurso hídrico. Conscientes de que los vertimientos industriales son una de las principales fuentes de contaminación, desde hace varios años Corona como grupo, y Locería Colombiana cuentan con una estrategia de Cero Vertimientos que consiste en tratar el agua utilizada en las operaciones y reincorporarla en el proceso productivo en lo que se conoce como “ciclo cerrado”. Para el caso particular de la Locería en este aspecto ha habido dos acciones fundamentales para reducir el uso de agua: 1. Reemplazar el agua potable por residual tratada y 2. Eliminar el uso del agua en algunos procesos.
En este sentido, el uso de la metodología japonesa TPM le ha permitido a Locería Colombiana involucrar de manera clara y permanente a todos los trabajadores de la empresa, creando grupos de trabajo empoderados que ayudan a cumplir los objetivos en materia de ahorro de recursos y producción más limpia. Los resultados han sido excelentes porque el flujo de conciencia y compromiso ha sido desde los colaboradores hacia el nivel corporativo.
Proceso de ciclo cerrado del uso del agua
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¿Por qué enfocarnos en producir y consumir responsablemente?
El objetivo del consumo y la producción sostenibles es hacer más y mejores cosas con menos recursos. Para ello es necesario ponernos de acuerdo en un enfoque sistémico de producción y en lograr la cooperación entre los participantes de la cadena de suministro, desde el productor hasta el consumidor final.
Un dato nos permite contextualizar mejor la situación respecto a este tema: cada año una tercera parte de los alimentos producidos –el equivalente a 1 300 millones de toneladas– termina pudriéndose en la basura o se estropea debido al transporte y los métodos de recolección deficientes. Y esa producción y consumo responsables, que debería empezar por los alimentos, podría llevarse a otros niveles, como el consumo inteligente de agua o energía.
Si seguimos en las condiciones actuales de gasto y si la población llega a los 9 600 millones de personas para 2050, harían falta casi 3 planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener los modos de vida actuales. El cumplimiento del ODS 12 no admite más dilaciones.
Cifras que nos deben interesar para aportar soluciones
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Cuáles son los principales compromisos para cumplir el ODS 12 en 2030
El primer compromiso que se pretende cumplir globalmente es aplicar el Marco Decenal de Programas sobre Modalidades de Consumo y Producción Sostenibles, con la participación de todos los países.
El segundo es que, para 2020, se logre la gestión ecológicamente racional de los productos químicos y de todos los desechos a lo largo de su ciclo de vida, de conformidad con los marcos internacionales convenidos, y reducir de manera significativa su liberación a la atmósfera, el agua y el suelo, con el objetivo de reducir al mínimo sus efectos adversos en la salud humana y en el medio ambiente.
Ya para 2030 se busca lograr la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales y reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos per cápita.
Igualmente, para 2030, se pretende disminuir de manera sustancial la generación de desechos mediante políticas de prevención, reducción, reciclaje y reutilización. Para ello es importante alentar a las empresas, en especial las más grandes, a que adopten prácticas sostenibles e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de presentación de informes.
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¿Y cómo puedo ayudar como consumidor?
La primera y más clara: reducir los desechos; y dos, actuar de forma reflexiva a la hora de comprar y optar por una opción sostenible siempre que sea posible.
Reducir los desechos que generamos puede hacerse de muchas maneras, desde asegurarnos de no tirar alimentos hasta reducir el consumo de plástico, que es uno de los principales contaminantes del océano.
Y en cuanto a tomar decisiones informadas a la hora de comprar también ayuda. Un dato: la industria textil es hoy el segundo mayor contaminador de agua potable después de la agricultura, y muchas empresas de moda explotan a los trabajadores textiles en los países en desarrollo. Mira de dónde viene la ropa que compras, si se hace sin la explotación laboral de otros seres humanos, si cumple estándares de sostenibilidad. Si hacemos nuestras compras a proveedores locales y sostenibles, podemos marcar la diferencia y ejercer presión sobre las empresas para que adopten prácticas sostenibles.
Por último y en el caso del agua, las organizaciones de la sociedad civil deben trabajar para exigir que los gobiernos y las empresas rindan cuentas sobre sus tareas en el uso y la protección del recurso, invertir en investigación y desarrollo de los recursos hídricos y promover la inclusión de las mujeres, los jóvenes y las comunidades indígenas en la gobernanza del agua. Pero además, desde nuestra vida cotidiana, debemos hacer un uso inteligente de este elemento imprescindible para nuestra vida, no malgastarlo.