Un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona (España), evalúa la efectividad de diferentes soluciones urbanas para reducir la temperatura en el Área Metropolitana de Barcelona. Combinar las dos estrategias reduciría la temperatura en 1,26 grados de media. Una investigación que sirve de referencia para las demás ciudades.
La frecuencia e intensidad de las olas de calor en las ciudades está aumentando debido al cambio climático, con un gran impacto negativo en la salud y los índices de mortalidad de la población.
Las actividades antropogénicas y los materiales de construcción favorecen la acumulación de calor en las ciudades, y la radiación solar almacenada durante el día en el asfalto y los edificios se libera lentamente durante la noche, generando un importante estrés térmico. Para hacer frente a esta problemática creciente, las ciudades buscan establecer estrategias de mitigación eficientes que permitan reducir la temperatura durante las olas de calor.
Un estudio realizado por el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) evalúa la efectividad de soluciones como la creación de cubiertas blancas (también frías) en los edificios y la ampliación de las áreas verdes urbanas en el Área Metropolitana de Barcelona. Los resultados, publicados recientemente en la revista científica Urban Climate, demuestran que la aplicación combinada de estas dos estrategias permitiría conseguir los mayores índices de reducción de la temperatura durante los episodios veraniegos.
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores utilizaron un modelo meteorológico que incluía 11 tipologías diferentes de zonas urbanas en el Área Metropolitana de Barcelona y simulaba la ola de calor registrada en julio del año 2015, cuando se alcanzaron temperaturas diurnas de entre 35ºC y 40ºC, y temperaturas nocturnas superiores a los 25ºC.
El estudio simuló diferentes escenarios de mitigación a partir de soluciones como la creación de azoteas frías a las cubiertas de los edificios residenciales e industriales, o el incremento de las áreas verdes de acuerdo con los objetivos del Plan Director Urbanístico (PDU) de Barcelona. Las azoteas frías se obtienen pintando de blanco las cubiertas para aumentar el albedo, es decir, el porcentaje de radiación que refleja la superficie, y que no es absorbida por el edificio. Por su parte, el PDU prevé la creación de 6 parques urbanos y áreas verdes con un total de 255 hectáreas en 2030, lo que supone incrementar la vegetación del 32,54 % a casi el 36 %.
Los cuatro escenarios analizaban los efectos de aumentar el albedo hasta un 0,85 pintando de blanco las azoteas, preferiblemente los planes y más accesibles; incrementar las zonas verdes con un riego diario de 2 l / m2, y con un riego superior de 5 l / m2, y un último escenario que combinaba la opción de las azoteas frescos con la creación de zonas verdes con riego de 5 l / m2.
Los resultados muestran que el escenario que combina las dos estrategias es el que tiene mayor impacto, con una reducción media de la temperatura de 1,26ºC. La reducción llega a 4,73ºC durante el día (a las 15h), y los 1,88ºC durante la noche (21h). Este descenso del calor también tiene efectos positivos en el consumo energético, con un 26 % menos de gasto en aire acondicionado.
A pesar de la reducción de la temperatura en todos los escenarios estudiados, la regulación térmica que resulta de la combinación de las dos estrategias (cubiertas blancas y áreas verdes) es la de mayor impacto. «Combina los beneficios de reducir la temperatura durante la noche debido al aumento del verde urbano, con la reducción del calor diurno gracias al aumento del albedo y la irrigación, combatiendo los efectos de la ola de calor durante 24 horas «, explica Sergi Ventura, coautor del estudio, quien añade que las cubiertas blancas provocan el descenso de los termómetros en las áreas urbanas más céntricas y densas, mientras que los parques ayudan a disminuir el calor en las zonas más cercanas.
Este estudio ejemplifica cómo estos esfuerzos de modelización urbana pueden ayudar a los responsables de la toma de decisiones en las ciudades sobre la mejor estrategia de planificación urbana para contrarrestar los impactos de las olas de calor, que se prevé que aumenten debido al cambio climático global y la intensificación de las tasas de urbanización.