Cada persona de la organización vivió y está viviendo de forma diferente la realidad de trabajar desde casa, ya fuera home office total o híbrido.
Del mismo modo, cada organización respondió con los recursos y perspectivas que su negocio, operación, cultura y recursos le permitió, pero casi con toda seguridad, hubo muchos cambios, aprendizajes y nuevas formas de hacer las cosas.
Lo real en ambos casos (personas y empresas) es que hubo un cambio, en el costo, inversión, ganancia y rentabilidad, económica pero también emocional, relacionado en la forma en que se hace y vive el trabajo.
Hasta antes de la pandemia, muchas empresas estaban evaluando la viabilidad de paulatinamente ir migrando a la realización del trabajo desde casa. El proceso era lento, y se miraba todavía a la distancia. Sin embargo como sabemos todas y todos, esto tuvo que implementarse de un día a otro.
La pandemia cada vez más parece estarse estableciendo y con ello “normalizando” la forma en que se continuarán realizando las actividades laborales de ahora en adelante.
Sin embargo lo que resulta interesante y en cierto grado preocupante, es que hay organizaciones, que parece no valoran o entienden los aprendizajes y rentabilidades del trabajo desde casa.
Y no es meramente un tema pisco social o afectivo, tampoco es un tema sólo de practicidad, menos un tema de exigencia no justificada, es algo con mayor fondo, desde una perspectiva de costo beneficio, es necesario mirar, que no sólo se ajustaron los gastos y los retornos, sino también las percepciones y emociones relacionadas a la experiencia y capacidad del trabajo desde casa.
Es prioritario identificar que a largo plazo la tendencia nos dice que es más rentable, satisfactorio, productivo y motivador, el poder tener un verdadero equilibrio entre la vida laboral y personal.
El home office en medio de la pandemia, logró mostrarnos que con las prácticas adecuadas, no sólo es viable, sino también necesario, pero sobre todo muy rentable.
Entonces no podríamos cometer el error de tratar de evaluar como lo hacíamos antes de la pandemia, si el home office es la mejor opción, nuestra mirada debe estar centrada en cómo lograr mantener y mejorar la experiencia actual y post pandemia, cuando así sea posible, de que la empresa y la persona rentabilicen de mejor manera su capacidad de logro y bienestar emocional.
Ya que no sólo es el tema desde donde trabajamos, ni cómo lo hacemos, sino todo ese gasto social que implica el ajuste de traslados, espacios, interacciones y desgastes que ahora sabemos pueden evitarse, orientando nuestra atención en lo importante, empresas que crecen, con gente que crece, en ambos casos de forma integral.
Y aunque hay posiciones organizacionales que por su naturaleza no podrán hacerlas desde casa, siempre se pueden buscar escenarios de trabajo mixto que permitan generar experiencias satisfactorias para las y los colaboradores.
Pero la cuestión importante que invitamos a realizarnos hoy es, ¿tenemos claro verdaderamente los impactos, beneficios, gastos, inversiones y posibilidades realistas y sostenibles del home office en mi persona y organización?. Por ahí podemos empezar un plan de transformación que puede ser verdaderamente impactante para la experiencia y resultado de trabajar en mi empresa o negocio.
Mientras tanto, espero que dónde te encuentres, estés bien, feliz y con mucha productividad.
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Fernando Hernández Avilés / Presidente de Resiliencia Organizacional
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