Un estudio adelantado por el Instituto de Salud Global de Barcelona aporta nuevas evidencias sobre los efectos perjudiciales del ruido para la salud, entre ellos la obesidad.
Es claro que en muchas zonas de las ciudades latinoamericanas el ruido en las calles es insoportable. La congestión, la impaciencia de los conductores, la tentación siempre de apretar el claxon o bocina de los autos, es una escena urbana cotidiana. Y pone en peligro no solo nuestros oídos sino nuestra salud en general. En ese sentido, se ha establecido que la exposición a largo plazo al ruido procedente del tráfico automotor está asociada a un incremento en el riesgo de obesidad. Sí, aunque parezca inverosímil.
Así lo muestran las conclusiones de un estudio en el que ha participado el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). La investigación pretendía contrastar los resultados de los escasos trabajos anteriores que ya han mostrado relaciones entre el ruido del tráfico y diversos marcadores de obesidad.
Para ello, contaron con 3.796 personas adultas que participaron en la cohorte suiza SAPALDIA – organización que investiga desde 1991 los efectos del estilo de vida y el medio ambiente en las enfermedades crónicas y el envejecimiento en adultos de la población general suiza- y a las que se efectuaron dos visitas de seguimiento entre los años 2001 y 2011. La investigación se apoyó en medidas objetivas como el peso, la altura, el índice de masa corporal, el perímetro de la cintura y el porcentaje de grasa abdominal de cada participante. Estos datos se combinaron con estimaciones de la exposición al ruido generado por medios de transporte elaboradas en el marco del proyecto suizo SIRENE.
“Nuestro análisis muestra que, efectivamente, las personas que están más expuestas al ruido del tráfico rodado tienen un mayor riesgo de obesidad. Por ejemplo, observamos que un incremento de 10 dB en la media de ruido al que estaban expuestos los y las participantes se traducía en un 17 % más de obesidad”, explica María Foraster Pulido, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.
Pero el estudio no se concentró solo en el ruido automotor en las ciudades. También analizó la exposición al ruido generado por el tráfico aéreo y ferroviario, sin encontrar asociaciones significativas, salvo en el caso de la exposición a largo plazo al ruido del tráfico ferroviario, que sí se relacionó con un mayor riesgo de sobrepeso, pero no de obesidad. Es bueno precisar que tanto sobrepeso como obesidad hacen referencia a un exceso de grasa corporal, siendo conceptos íntimamente relacionados y cuyas principales diferencias son de grado (la persona con obesidad tiene una mayor proporción de grasa que la que tiene sobrepeso). Es más, a simple vista es difícil distinguir los límites entre una y otro. Pero aunque sean tan parecidos, existen diferencias de tipo científico.
“Nuestro estudio aumenta la evidencia acerca de los posibles efectos del ruido del tráfico sobre la obesidad, al encontrar los mismos resultados que estudios anteriores en una nueva población. Sin embargo, se requieren más trabajos longitudinales para confirmar la asociación y examinar algunas inconsistencias para las que hasta la fecha no hemos logrado hallar una explicación de consenso”, declaró la investigadora Foraster Pulido.
La exposición sostenida al ruido es un problema de salud pública que, cada vez está más extendido y es más grave de lo que se cree. El ruido genera estrés y afecta al sueño. El estrés produce cambios hormonales y aumenta la presión arterial. Además, la alteración del sueño desregula la glucosa y altera el apetito, entre otros efectos.
“A largo plazo, esto puede conducir a alteraciones fisiológicas crónicas, lo cual explicaría que la exposición persistente al ruido del tráfico se asocie a enfermedades cardiovasculares, lo cual está probado, o las asociaciones recientes con diabetes y obesidad. Nuestras conclusiones sugieren que reducir el ruido del tráfico también podría ser una forma para luchar contra la epidemia de obesidad”, añaden la responsable del estudio.