Estuve en Ciudad de Panamá invitada por el Círculo de Arquitectas Panameño para conmemorar su aniversario número 50. En una de las jornadas sociales y culturales visitamos el Biomuseo – Museo de la Biodiversidad, un edificio colorido construido por el arquitecto Frank Gehry, famoso también por obras como el Museo Guggenheim de Bilbao que partió en dos la historia de esa ciudad. Durante mi estancia, había una exposición temporal llamada Los Bosques del Darién que llamó mi atención por la coyuntura que enfrenta esa región desde hace unos años.
En Panamá, el Darién es mucho más que el tapón que conocemos desde Colombia. Es una provincia limítrofe con el Chocó que contiene, entre otros, el Parque Natural Darién, rico en flora y fauna. Además de la ubicación estratégica y la gran biodiversidad, el Tapón del Darién es el único sitio donde se interrumpe la carretera Panamericana, que va desde Alaska hasta Tierra del Fuego al sur del continente entre Chile y Argentina. De igual manera, hace parte de la Ruta del Jaguar, permitiendo que esta y otras especies se muevan por toda América favoreciendo su supervivencia y diversidad genética.
Hemos vuelto a oír noticias de las selvas del Darién porque es paso obligado de los migrantes ilegales que sueñan con llegar a Estados Unidos. Para ser sincera, hace rato no me conmovía tanto una noticia que, además, está cargada de historias y horrores que invitan a reflexionar sobre la vida en nuestros países, sobre las razones que llevan a estas personas a migrar. ¿Sí vale la pena pasar por una de las zonas más húmedas y agrestes del planeta sin tener certeza de llegar sano y salvo al destino final? ¿Vale la pena pagar, entre 700 y 1.500 dólares por persona a las redes de explotadores y coyotes que, además, pueden violar, extorsionar y asesinar en mitad de la travesía, y son apoyados y financiados por grupos criminales? ¿Vale la pena semejante viaje, que puede durar hasta 5 años, con bebés que no caminan, niños y adultos mayores cuya salud es precaria para ese tipo de experiencias? Al parecer sí vale la pena, pues se tienen registros de que, diariamente, cruzan esta frontera alrededor de 2.500 personas de distintas nacionalidades. Hay cálculos del gobierno panameño que afirma que solo en los primeros seis meses de 2023 cruzaron más de 249.000 migrantes. Para finales de agosto, la cifra ya había superado los 300.000 (Revista Cambio).
El mundo hoy es globalizado, sin fronteras, y eso ha traído muchas ventajas para el desarrollo socioeconómico; sin embargo, la crisis migratoria y humanitaria a nivel global ha llegado a cifras récord que tiene a los líderes mundiales en apuros. ¿Cuántas noticias no vemos también de migrantes africanos que quieren llegar a Europa y terminan ahogados en el Mar Mediterráneo? Siento, en lo personal, que esta ola de migraciones irregulares debe ser abordada con mayor celeridad. Más que frenarla es pensar en las políticas y factores estructurales de cada uno de los países desde donde huyen los migrantes, ¿Por qué tanta gente está decidida a dejar un país? ¡Hay algo interno de fondo que debe ser revisado… y arreglado!