Por: Bibiana María Guerra De Los Ríos
Yo no sé cómo todavía hay gente que niega el cambio climático y dice que es parte de una teoría conspirativa. Hay evidencia de que el 2023 batió récord en ser el año más caliente del que se tiene registro. Acaso, en los últimos días, ¿No vieron imágenes y/o vivieron los incendios en gran parte del territorio colombiano, los animales heridos, las olas de calor insoportables, la sequía y el clima espectacular pero inusual de Bogotá? ¿No han visto también las noticias sobre las protestas de agricultores en Europa en contra de la legislación medio ambiental? Muchos estamos en pro de los acuerdos y acciones para cumplir las metas y mitigar el cambio climático, pero eso significa también construir consensos con los sectores y actores clave que promuevan la sostenibilidad. Ambos eventos pueden parecer lejanos, pero tienen una conexión que refleja la complejidad del cambio climático y el desarrollo económico sostenible.
Por un lado, más allá del humo y el fuego, lo preocupante son las grandes hectáreas de tierra virgen y natural que se perdieron. Escuchar y ver pasar helicópteros cada tanto para intentar acabar con el fuego me dio mucha impotencia y tristeza. Los frailejones en Santander, por ejemplo, solo crecen un centímetro por año y tardarán siglos en volver a ser lo que eran. Además, ahora viene todo un proceso de reparación y adecuación de tierras que necesita recursos, tiempo y capital humano. Más dolor y rabia me da saber que muchos de estos incendios forestales se dieron por causas humanas, manos negras detrás de estos hechos irreparables. ¿Qué le pasa a la gente? ¿Dónde está el sentido común?
Por otro lado, bien se dice que los extremos son malos y sí, es cierto. En Europa se están llevando a cabo, actualmente, una serie de protestas por parte de agricultores y ganaderos que luchan contra la importación, los altos costos y bajos precios de venta de sus productos. Sus marchas y descontento son hacia los partidos verdes y ecologistas que, en extremo, buscan prohibir y reducir la actividad económica en cuestión por considerarla negativa para el medio ambiente. Hay que avanzar y hacer algo, pero con progresividad, con alternativas limpias que generen tranquilidad y estabilidad para todos. Como se mencionó en el periódico francés Le Figaro, es una disyuntiva económica y ambiental complicada y casi que existencialista “entre el fin de mes, por un lado, y el fin del mundo, por otro”.
De la experiencia de Bogotá, aparte de demostrar que el trabajo que se hizo fue exitoso, queda también demostrado que la prevención es crucial en este tipo de emergencias y, sobre todo, que el trabajo coordinado entre distintas entidades y actores es requisito sine qua non para solventarlas. Por otro lado, también es importante reconocer formas de vida y prácticas de antaño que no pueden acabar de un día a otro. El panorama es grave, pero es peor que las cosas se hagan a la fuerza y en contravía de la gente. Estos eventos muestran el amplio panorama de lo que representa el reto del cambio climático y subrayan la necesidad de políticas integrales y bien equilibradas que consideren tanto la conservación ambiental como los intereses económicos de los ciudadanos.
Twitter: @BibianaMaGuerra