El presidente de Estados Unidos puede estar de acuerdo con su sucesor Donald Trump en muy pocas cosas y el fracking es una de ellas. Obama superó inclusive a Bush en su política energética basada en los combustibles fósiles y en esta cuestionada técnica.
La imagen de Barack Obama como defensor de las causas ambientales se destiñe y palidece ante una realidad incontrovertible: ha sido un presidente del “petróleo” y el gran promotor del fracking.
La fracturación hidráulica o fracking es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo, usando agua para romper las rocas. No es una práctica para nada nueva. Data de 1860, pero desde 1949 empezó a aplicarse industrialmente.
Definitivamente es en 2005 cuando se le da el mayor protagonismo. El 8 de agosto, el presidente de EEUU, George W. Bush, promulgó la Energy Policy Act of 2005, la norma con la que se dio vía libre a la extracción de hidrocarburos a través de la fracturación hidráulica.
A partir de ese entonces Estados Unidos ha sabido aprovechar muy bien la práctica del fracking hasta convertirse en el mayor productor de petróleo y gas natural del mundo, con las tasas de crecimientos más altas. ¿Y en qué periodo ha florecido esta industria? En el mandato de Barack Obama. Estados Unidos ha pasado de ser el mayor importador de hidrocarburos a exportar. El cambio es radical para la economía estadounidense.
Para entender la magnitud del fenómeno del fracking solo basta contrastar dos cifras: en el año 2000 las fuentes de fracking en los Estados Unidos eran 23.000 y en 2015 suman 300.000. En el caso de la producción, en el año 2000 era de 102 mil barriles diarios, mientras que la producción en 2015 es de 4.3 millones de barriles por día.
En 2008, la dependencia estadounidense de petróleo extranjero fue casi el 60 por ciento; Hoy, es alrededor del 25 por ciento. La producción nacional de crudo pasó de 5 millones de barriles por día en 2008 a 9,4 millones de barriles por día en 2015, la mayor tasa de producción desde 1972. Mientras tanto, la producción de gas natural ha crecido en más de 7 mil millones de pies cúbicos por año durante el mismo período. Todo en buena medida gracias al fracking.
Pero la exitosa política de Obama de aumentar la producción de petróleo usando fracking se ha visto enfrentada con las opiniones de los investigadores y colectivos ambientalistas sobre esta técnica. En su opinión, el fracking incluye la contaminación de acuíferos, elevado consumo de agua, contaminación de la atmósfera, contaminación sonora, migración de los gases y productos químicos utilizados hacia la superficie, contaminación en la superficie debida a vertidos, y los posibles efectos en la salud derivados de ello. También argumentan que se han producido casos de incremento en la actividad sísmica, la mayoría asociados con la inyección profunda de fluidos relacionados con el fracking.
Respondiendo a las solicitudes de algunas de las organizaciones ambientalistas, para 2015 el presidente Obama presentó una iniciativa a través de Departamento de Interior, para imponer mayores requisitos a las empresas y así evitar los peligros del fracking, pero tardó 7 años en reaccionar ante estos reclamos y denuncias. Queda claro que Estados Unidos ha preferido los beneficios económicos a los posibles daños medioambientales y que en ello Obama ha sido absolutamente pragmático como líder de la mayor potencia global, pero no ha sido coherente a la luz de sus promesas y discurso en favor del planeta y del medio ambiente.