Dice Elkin Velásquez, director de ONU Hábitat para América Latina y el Caribe, que para transformar las ciudades y caminar hacia conceptos como eficiencia, compactación e inclusión, el verdadero reto está en voltear hacia el interior de las urbes y poner esfuerzos en la reconfiguración de espacios. Y nada más cierto que eso.
Hoy en día, las ciudades en América Latina, y en particular las mexicanas, llegaron a su límite de extensión, ya no es posible hacerlas crecer más. Intentarlo representaría caminar hacia efectos graves, tanto en lo ambiental, social, e incluso económico. Por ello, se vuelve fundamental, como dijo el encargado de Naciones Unidades, tomar a la regeneración como la clave.
En los últimos tiempos, hemos escuchado en repetidas ocasiones que la prioridad para los próximos años debe ser la consolidación de mejores ciudades; hemos escuchado que es necesario la planeación con visión a largo plazo, en la que se defina hacia dónde se debe dirigir el desarrollo de las ciudades, en qué sitios construir y qué tipo de proyectos llevar a cabo.
Y por supuesto que esa es la visión correcta. En temas de desarrollo urbano, como en muchos otros, la planeación es el pilar para alcanzar los objetivos. Sólo que en el caso de ciudades como la capital mexicana es necesario inyectar al discurso las palabras repensar y reinventar.
Y este par de conceptos resultan relevantes, porque, de nuevo citando a Elkin Velásquez, “el sistema de ciudad latinoamericano ya está construido, vamos a ver pocas ciudades nuevas en América Latina, pocas expansiones y extensiones planificadas de ciudad. En cambio, nos está tocando una tarea mucho más desafiante: nos toca entrar en la era, para nuestra región, del redesarrollo urbano, revisitar las estructuras urbanas, revistar los tejidos urbanos existentes y empezar a desarrollar políticas, procesos, iniciativas de regeneración, revitalización, redesarrollo”.
Ahí está el reto, en repensar los monstruos de concreto que hemos creado y que a la fecha, como la capital mexicana, han causado exclusión, y han expulsado a familias de bajos ingresos por no ser capaz de ofrecerles viviendas asequibles.
Llevarlo del papel a la acción es otra tarea titánica. Diversas voces han llegado a la conclusión que el camino es hacer ciudades más compacta, en las que, por ejemplo, las viviendas estén cerca de las fuentes de empleo. El problema se centra en cómo, con altos costos de suelo, y una dinámica de mercado que impera en el tema de la tierra y define los precios, sin importar que eso repercute de manera directa en el desarrollo de vivienda barata.
En fin, este proceso que representa la implementación de la Nueva Agenda Urbana también conlleva inversión, que es otro frente de tantos que hay que atender, y quizá, el más importante.
Por lo pronto, la visión de lo que se quiere hacer ya está. Ahora, nuestro reto es instrumentar todos esos preceptos que se oyen muy bonito.
Columna escrita originalmente para el Blog Desde el Terreno