Hay que pensar ya cómo vamos a reciclar las baterías de litio

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René Albisser
18 septiembre, 2018 - Movilidad

Está claro: el futuro de la movilidad está en los vehículos eléctricos. Y eso está bien. Es la manera cómo dejamos atrás los combustibles fósiles. Muchas ciudades del mundo ya han anunciado que a 2030 solo vehículos movidos por electricidad rodarán por sus calles.

En el transporte público el horizonte es igual: metros, tranvías, buses eléctricos serán el común denominador. Y en relación con estos últimos, vienen ganando terreno los de batería por encima de los de catenaria. Se calcula que en el mundo hay cerca de 385.000 buses eléctricos y el 99 % de ellos está actualmente en China.

Por ello no es casual que el mayor fabricante y vendedor actual de buses eléctricos de baterías en el mundo sea de ese país. De hecho, tiene una fuerte presencia en América Latina. En julio de este año firmó un contrato para entregar 100 buses eléctricos al Transantiago, el sistema de autobuses de la capital de Chile. Y aunque lo he dicho de manera explícita –ya que trabajo con buses de catenaria – que esta tecnología es más limpia y eficiente, no desconozco la expansión de los buses con baterías.

Ahora bien, ese ritmo creciente de vehículos eléctricos, pero sobre todo de transporte público eléctrico de batería nos pondrá en un escenario que inevitablemente debemos contemplar, si no queremos provocar un mal peor al medio ambiente pretendiendo hacer el bien: una cantidad exponencial de baterias que no sabemos aún que vamos a hacer con ellas cuando cumplan su vida útil, cómo vamos a disponer finalmente de ellas, cómo vamos a reciclarlas.

Lo primero que hay que decir es que las baterías de los vehículos eléctricos hoy son de litio. Y con el litio hemos fabricado en el último tiempo muchos artículos y dispositivos en todo el mundo: relojes, calculadoras, cámaras fotográficas, teléfonos móviles, computadores portátiles, tabletas, entre muchos otros.

Si lo piensa bien querido (a) lector (a) hay un porcentaje muy alto de baterías de este elemento almacenado en las casas porque la gente ni siquiera las dispone ni las bota en los lugares adecuados, sino que simplemente se acaban y las dejan guardadas en algun lugar.

Si aún no hemos definido cómo disponer o reciclar ese litio casero, pues sí tendremos que hacerlo con el de los vehículos. Hoy se estima que una batería de litio vehicular tiene una vida útil de 7 a 10 años. Parece mucho, pero no lo es y además contiene otros elementos igual de contaminantes en su extracción y producción, por lo que debemos pensar ya en su reciclaje y disposición final.

Uno de esos elementos es el cobalto. Las baterías de litio tienen en su composición entre un 15 y un 40 % de cobalto. Y una batería de vehículo eléctrico emplea cerca de 26 kilos de este elemento en su fabricación. Y lo más paradójico de todo es que los países más ricos hoy en cobalto son africanos y en litio, latinoamericanos como Chile, Argentina y recientemente Perú, donde fue hallada una mina que es considerada la más grande del mundo. Suena como una gran noticia, pero aplica para estos lugares del mundo lo que se denomina la “maldición de los recursos”, donde no en todos los casos la manera de explotarlos es amigable ambientalmente. Está ya referenciado en países como Chile que el agua utilizada en el proceso de extracción del litio se evapora, saliendo del sistema y afectando toda la biodiversidad. En consecuencia, el recurso hídrico es el de mayor riesgo. El debate en este asunto está abierto.

Por eso se hace necesario tomar conciencia primero sobre la extracción del litio y que sus estandares sean altos y cumplan con todas las normas ambientales; y además que definamos procesos de recolección y disposición de estas baterías. Que no nos vaya a pasar como en esos países donde hay buses de transporte masivo y se ven las montañas de llantas amontonadas en las calles con todas las consecuencias ambientales que ello conlleva. No quisiera ni imaginarme un basurero de baterías de litio en algún poblado del mundo, generando un nuevo factor de contaminación. Por lo pronto, ya se exploran otras alternativas como los autos con celdas fotovoltaicas, pero debemos ser previsivos: que en el afán de masificar la electromovilidad no estemos pensando en sus consecuencias. Como dice el conocido refrán: el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.

Hasta pronto y gracias por su lectura