En Brasil, a unos 100 kilómetros de Río de Janeiro, está en servicio el primer paso elevado para conectar, sobre una autopista, a las comunidades de micos tití león.
La Mata Atlántica, esa gran masa de bosque que discurría continua por el litoral atlántico desde Brasil hasta Paraguay y Argentina ha sido reducida a fragmentos que se calcula, ya no llegan al 13 % de lo que alguna vez fue.
Allí, a poco más de 100 kilómetros de la populosa ciudad de Río de Janeiro, está ubicada la Reserva Biológica de Poço das Antas hogar donde habita una diezmada comunidad del mico tití león y que está ubicada frente al territorio local de la Mata, entornos naturales separados por la autopista BR-101 con su más reciente ampliación a doble calzada.
Esta importante obra de infraestructura, que está dotada con paso subterráneos para la fauna, pero que no son útiles para especies como el mico tití dorado (Leontopithecus rosalia) y el oso perezoso de dedos negros; agravó la situación de aislamiento genético que ha padecido esta comunidad debido a la autopista, que la separó de otros grupos.
Esta separación reduce la posibilidad de mezcla con otras especies para aumentar la variedad genética, endémica de la cuenda del río São João en el estado Río de Janeiro.
“Si están aislados, será difícil mantener esta población viable para siempre. Tendríamos que seguir manipulando, sacando y colocando animales (de otros lugares) dentro de la reserva”, explica el científico Carlos Ramon Ruiz, profesor de la Universidad Estatal Fluminense Norte y, además, presidente de la Asociación Mico León Dorado con sede en este mismo sector.
El reto de mantener estas especies reducidas genéticamente, en estado saludable se evidenció en 2016 cuando un brote de fiebre amarilla atacó a los tamarinos de la Reserva Poço das Antas, reduciéndola de 300 individuos a solo 30 o 40, reportó el científico.
Para fortalecer la población, los científicos debieron repoblar el sector con individuos procedentes de otras regiones.
Ingeniería que da esperanza
Sin embargo, ya hay esperanza para estas comunidades.
Ya se terminó la construcción de un puente sobre la autopista: un viaducto verde.
Este ya ha recibido la siembra de árboles que, considera el profesor Ruiz, en unos cuatro años tendrá la suficiente densidad y altura para ofrecer a los monos un corredor apto para intercambiar información genética con otros grupos de la Mata Atlántica.
Este puente es el primero de un par que tendrán que entregar los constructores de la autopista para ayudar en la conservación de la conectividad ecológica entre la reserva -que fue creada en los años 70 para proteger a monos y osos perezosos- y la Mata.
Para completar el impacto ecológico positivo que pueden ofrecer los puentes, se debe superar una franja superior a los 25 metros que ocupa el gasoducto de Petrobras y que al parecer será una estrategia en la que además de instalar árboles a ambos lados de la infraestructura, se instalarán puentes y cuerdas colgantes que concluyan la conexión reserva/puentes/Mata Atlántica.