En una semana en Medellín perdimos personas que nos hacían falta en El Pinal, Barrio Colón, Juan XXIII, Aures 2, Vereda Altavista, El Diamante, La Libertad, Barrio Cristóbal, La Pilarica, San Benito
No hay mapa, porque el absurdo no alcanza a trazar nada, pero ojo con la Comuna 8. Esta ciudad es conformista y se anestesia con lo consabido: en la Comuna 1, 2, 3, 8 hay una capacidad violenta inmensa, y simplemente no le hace falta la violencia a los grupos para generar miedo. En algunos lugares la sociedad civil logra domesticar a los criminales, en otros el sometimiento y tamaño es tal que no necesitan del homicidio.
Sebastián, Yoneider, Carlos Mario, Juan David, Cristian Camilo, Yhonny, Daniel y Luis Fernando ya no están aquí y en Medellín no nos sobraban.
Las familias Ruiz, Tobón, García, Echeverri, Espinal, Giraldo, Guevara, Sierra, Rodríguez, Zapata, Largo, Cardona, Romero, Ramírez, Posada sufrieron el peor desgarre. Muchos cuerpecitos no identificados, casi siempre una mamá buscando.
Estamos perdiendo pelados de 18 años, oficiales de obra, vendedores ambulantes. El homicidio no es normal y no pasa nada con las víctimas, a los únicos que les pasa algo -atroz- es a los homicidas.
“1,65 metros de estatura, contextura delgada, tez trigueña, cabello corto color negro, tatuaje en el cuello que dice “Maicol””
“20 a 25 años, tez trigueña, contextura delgada, cabello negro y quién vestía buzo y gorra de color negro, blue jeans y tenis blancos marca Nike”
Cuatro horas estuvo aferrándose a la vida Sebastián después de que le dispararon por oponerse a una requisa de un criminal.
¿Qué pasa con Medellín para no haber podido vencer una tradición criminal de generar territorialidades donde los jóvenes son definidos de un lado, son destinados a ajustarse a un grupo violento?
Por cada joven asesinado hay cientos con miedo, decenas de miles que encuentran su territorio limitado y definido por la amenaza de la violencia.
Medellín no está bien y lo que pasa en la ciudad no es normal.