La gente prefiere vivir cerca al río de la ciudad o a los espacios públicos amplios: Milton Puryear

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LA Network
27 octubre, 2016 - Hábitat y Desarrollo Urbano

El estadounidense Milton Puryear, experto en planificación, diseño y financiación de proyectos ambientales, recorre el mundo con el fin de conocer las diferentes iniciativas que se ejecutan en entornos urbanos y que están orientadas a la recuperación de espacios públicos y fuentes de agua, lo mismo que a la promoción de la movilidad sostenible.

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Cofundador de la iniciativa Vía Verde de Brooklyn, Nueva York, y gestor de la transformación de Mill River Park, Stamford, Puryear considera que el principal aspecto a tener en cuenta al pensar en un plan de ordenamiento territorial para una ciudad, es comprender que el ordenamiento está impulsado por el crecimiento de la población.

“El asunto –precisa– es comprender hacia dónde quieres dirigir ese crecimiento, que puede causar problemas si no se canaliza”.

Afirma que si por ejemplo una ciudad mantiene un crecimiento hacia la parte alta de las laderas, genera más riesgos y retos a la movilidad y al bienestar ciudadano, pues a la gente le tomará más tiempo llegar a sus trabajos y su calidad de vida, a pesar de que disfruten de una gran vista panorámica como es el anhelo de un gran número de pobladores, se verá afectada por la alta inversión de tiempo y de dinero yendo y regresando del trabajo o desplazándose al centro o a cualquier otro sitio de la ciudad.

Dentro de las estrategias para controlar la expansión territorial y dinamizar la vida social, considera que resulta garantía de éxito involucrar a las comunidades en todos los procesos.

En las zonas de ladera, dice, “se trata, especialmente, de minimizar los riesgos de deslizamientos de tierra, pero también de involucrar a la naturaleza en la planeación de la ciudad para mejorar la calidad de vida. Y el que la gente pueda salir de la ciudad y entrar en contacto con la naturaleza en el menor tiempo posible mejora la calidad de vida de manera dramática”.

Puryear rechaza que las ciudades se conviertan en una especie de prisión porque, afirma, el ser humano no evoluciona para vivir en estas condiciones.

“Nuestro ADN –agrega– no está adaptado para vivir en lo que son básicamente como cañones entre montañas que nosotros mismos construimos. Añoramos las vistas hermosas, los alrededores llenos de naturaleza y verdor, y ahora pagamos miles de dólares para salir de las ciudades y tener esa clase de experiencias. Y entre más podamos diseñar nuestras ciudades para que eso sea accesible a la mayoría, se logrará un nivel de vida mayor para la gente y las personas serán más calmadas y tendremos mejores urbes”.

Explica que los planificadores deben encontrar un equilibrio entre muchos asuntos diferentes pero, básicamente, intentar hallar el mejor resultado a largo plazo para una ciudad. “Esto es, estudiar en dónde terminarán ubicados los habitantes que lleguen y cómo se crearán incentivos para que el sector privado construya las casas que habitarán”.

Sobre la importancia del espacio público en el momento de concebir un plan de ordenamiento, alude a las ciudades que son atravesadas por un río o que se encuentran en sus orillas.

Al respecto dice que “una de las cosas que he aprendido en mi trabajo, a través de los años, es que las propiedades cercanas a un río o a espacios públicos amplios son las que la gente más desea habitar. Recuerdo la construcción de propiedades en Virginia, Estados Unidos, en donde la tierra valía tres veces más si estaba ubicada cerca al lago. Así que el agua y el espacio abierto hacen que la tierra valga más porque la gente quiere poder mirar por la ventana y ver algo hermoso, tener una vista que los haga sentir bien”.

Y, entre otros ejemplos de ello en Latinoamérica cita el caso de la ciudad de Medellín y el proyecto Parques del Río.

“Esa es una ciudad que tiene un río que están recuperando, construyendo las plantas de tratamiento que cambiarán dramáticamente la calidad del agua”.

Y a renglón seguido sentencia: “Y el río se está convirtiendo en una atracción y en un recurso de valor”.

Valor que en lo referente al megaproyecto de Parques del Rio no se limita, como aún lo considera mucha gente escéptica, “a creer que lo que están haciendo en el río no es más que un parque, cuando en realidad es un elemento táctico de un plan mayor”.

Agrega que la apuesta es realmente para abordar el crecimiento de la ciudad y redireccionar un rumbo equivocado para evitar consecuencias catastróficas en el futuro, ocasionadas por el crecimiento no regulado.

“Básicamente, el parque es una inversión que incentivará la inversión privada y concentrará el desarrollo de la ciudad en su centro, con el fin de evitar las malas consecuencias del crecimiento”, afirma.

Al interrogante de que beneficios se han obtenido luego de recuperar un lugar abandonado como las líneas del metro y construir allí espacios para la gente, como es el caso del Brooklyn Waterfront Greenway, en  Nueva York, no duda en aseverar que el mayor beneficio ha sido el aporte a la accesibilidad, a la movilidad y a la convivencia.

“En Brooklyn –explica– muchos de las áreas aledañas a los frentes de agua no tienen servicio de tren subterráneo, por lo que es más rápido usar el Greenway en una bicicleta para viajar, por ejemplo, del Sunset Park al puente de Brooklyn, pues de otra forma tocaría caminar cerca de 20 minutos para llegar al subterráneo. Además, si usas una bicicleta estás mejorando tu salud y te mantienes en mejor forma. Yo puedo manejar mi bicicleta y recorrer en media hora el trayecto desde mi casa, en Brooklyn, hasta la calle 96, en Manhattan, en el lado oeste del río Hudson. Completar ese recorrido en automóvil toma una hora durante la hora pico”.

Pero si hay algo que Puryear exalta de este proyecto es que él surgió de una idea gestada en la comunidad.

Relata que un pequeño número de personas se reunieron y consideraron que era posible crear una obra de impacto urbano y social para Brooklyn.

“La ciudad estaba construyendo algo similar para Manhattan –dice– y pensamos que podríamos implementarlo. Fue nuestra idea. Acudimos a muchas organizaciones cívicas y comunitarias que hacían presencia en un área cercana a las catorce millas alrededor de esa zona, y a casi todo el mundo le gustó la idea y la quiso para Brooklyn”.

Luego del más amplio respaldo ciudadano, no imaginado en un primer momento, la administración no tuvo otra alternativa que estar de acuerdo y construirlo.