El Segundo Foro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) que comienza hoy en Pekín es una ocasión para que tanto los emisores como los receptores de estas inversiones reflexionen sobre el impacto en el medio ambiente.
Por Andrés Melendro Blanco (Coordinador de Oxford Urbanists para China y Latinoamérica)
Para bien o para mal, una parte cada vez mayor de los proyectos de infraestructura a nivel mundial se construirán con capitales chinos. La estrategia del Presidente Xi, inicialmente llamada Una Franja, Una Ruta (One Belt, One Road en inglés), y recientemente rebautizada Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés) es hoy en día un referente clave para entender cuál será el futuro del comercio internacional, de la integración regional, pero también de otros temas menos evidentes como la transición energética. Muchos de los países que se unieron al programa desde sus inicios en 2013 hacen parte de los países menos desarrollados del mundo, cuya infraestructura es, en el mejor de los casos, insuficiente.
Inicialmente, la BRI tenía una definición geográfica clara, basada en el trazado histórico de las rutas marítima y terrestre de la seda, que conectaban al Extremo Oriente con Europa. Hoy en día, los altos funcionarios chinos han dejado claro que la iniciativa es global y que cualquier país es bienvenido, sin importar su ubicación, ni su nivel de desarrollo. Prueba de ello es el reciente anuncio de la adhesión del gobierno italiano. El hecho de que un miembro del G7 se una a la BRI es un hito que refleja la creciente influencia china y que ilustra a la perfección la teoría de los desplazamientos del poder. El núcleo del poder financiero y político mundial lleva varios años desplazándose hacia Asia y en particular hacia China. El Memorando de Entendimiento que formaliza la adhesión de Italia a la BRI presenta una novedad en relación con los acuerdos firmados con otros países. Afirma el compromiso de las partes con la implementación del Acuerdo de París y explica que los proyectos de infraestructura construidos en el marco de esta alianza no irán en contravía de la lucha contra el cambio climático.
Desde el 2013, el presidente Xi Jinping ha venido posicionando el concepto de “eco-civilización”, que podría ser definido de manera amplia como el desarrollo sostenible con características chinas. La eco-civilización es un referente importante del plan quinquenal (instrumento de planificación similar al Plan Nacional de Desarrollo) en vigor. La sociedad y el gobierno chino han definitivamente dejado atrás la carrera ciega desenfrenada al crecimiento económico. Aunque este sigue siendo un objetivo crucial para los tomadores de decisiones, ya nadie pretende que sea posible seguir ignorando los efectos en el medio ambiente, al menos no dentro de sus fronteras.
Volviendo a la BRI, China ha creado un sofisticado sistema financiero de alcance global. El grupo de los «Cuatro Grandes», compuesto por cuatro bancos comerciales propiedad del Estado chino es el principal financiador de los proyectos de la BRI. A la cabeza de este grupo se encuentra el Banco Comercial e Industrial de China (ICBC), el mayor banco del mundo por capitalización. A este bloque se suma la banca multilateral liderada por China. En los últimos años han entrado en operaciones el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) con sede en Pekín y Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), o “banco de los BRICS” (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), basado en Shanghái. Inicialmente se percibió a estos bancos como actores disruptores, que vendrían a socavar los estándares sociales y ambientales de la banca multilateral establecida, pero sus proyectos hasta la fecha han dejado esos miedos atrás. Sin embargo, la porción de las inversiones realizada por la banca multilateral es muy pequeña frente a los montos invertidos por los bancos propiedad del gobierno chino. El último actor clave en el financiamiento de la BRI es Sinosure, la mayor compañía aseguradora propiedad del Gobierno chino, que le ofrece cobertura a las instituciones financieras chinas invirtiendo por fuera del país. Todos estos actores hacen posible la BRI y, para influir en la forma que esta tome, es necesario interesarse en sus decisiones.
Desde la firma del Acuerdo de París en 2015, muchas instituciones financieras han eliminado o limitado la minería de carbón o las plantas termoeléctricas de su portafolio de inversiones. Campañas como Unfriend Coal (deja de ser amigo del carbón) y BankTrack se enfocan en hacer que las aseguradoras y los bancos dejen el carbón atrás y se comprometan con la transición hacia las energías limpias. Las instituciones financieras en Europa han mayoritariamente respondido a estos llamados. Sin embargo, en China estos actores han sido más reticentes al cambio.
La sociedad civil organizada en China está intentando influir en las políticas de las instituciones financieras propiedad del Estado Chino, para que estas sigan el ejemplo de sus pares en Europa y dejen de invertir en proyectos que vayan en contravía de la implementación del Acuerdo de París. La segunda edición del Foro BRI que tendrá lugar en Pequín este mes será una ocasión interesante para medir si la BRI está entrando en una segunda fase, potencialmente más responsable con el medio ambiente. En cualquier caso, China jugará un papel clave en el futuro energético de los países de la BRI y en su capacidad de cumplir con sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), es decir su aporte a la mitigación al cambio climático consignado en el Acuerdo de París.