El más reciente reporte de la Organización Mundial de la Salud OMS señala que cerca de 7 millones de personas mueren al año por la exposición a partículas tóxicas finas en el aire de las ciudades, provocando así las peores enfermedades pulmonares y cardíacas reconocibles.
Sobre esta cifra vale la pena precisar que la contaminación del aire ambiente por sí sola produjo 4,2 millones de muertes en 2016, mientras que la contaminación del aire en los hogares por usar combustibles y tecnologías contaminantes para cocinar causó 3,8 millones de muertes en el mismo lapso.
Otros estudios advierten además que por lo menos el 95 % de la población mundial vive en áreas que superan la recomendación de la OMS para las partículas PM2.5, lo que las convierte en zonas peligrosas para la salud humana. Sin duda, la mala calidad del aire es uno de los mayores problemas urbanos que debemos afrontar los seres humanos en la actualidad.
Un elemento clave para poder combatir este problema es el monitoreo permanente en las ciudades. Y recientemente se conoció, en este lado del mundo, un método bien interesante que merece ser observado y que utiliza el sistema metroferroviario de una ciudad para hacer mediciones.
La red de trenes ligeros TRAX en el área de Salt Lake City (EE.UU.) con sus tres líneas mueve un poco más de 67 000 personas por día a lo largo de 45 millas de vías. Pero sus encargados hallaron otra manera de hacerla aún más útil a favor del medio ambiente de la ciudad.
Durante los últimos cuatro años los trenes operados por la Autoridad de Tránsito de Utah UTA (Utah Transit Authority) fueron convertidos en una especie de “detectives olfateadores de aire”, trazando un mapa que muestra dónde y cuándo diferentes agentes contaminantes están presentes a lo largo de la ruta de los trenes.
En concepto de los investigadores de la UTA, las redes dispersas de sitios estacionarios están destinadas a monitorear la calidad del aire en grandes escalas espaciales (regionales o municipales), pero “no pueden resolver las heterogeneidades espaciales que se sabe que existen dentro de los entornos urbanos”.
Por ello, desarrollaron este proyecto que facilita el monitoreo rutinario en tiempo real de especies de trazas atmosféricas intraurbanas utilizando instrumentos de investigación montados en vehículos del tren ligero que atraviesan el área metropolitana de Salt Lake Valley (SLV) en intervalos rutinarios.
Ahora bien, aunque son los primeros en América en usar el transporte público para hacer este tipo de monitoreo, no son los primeros en el mundo. Ya existen redes móviles de observación urbana – aunque pocas- que aprovechan el transporte público. Las más reconocibles están en Zurich, Suiza (donde se usan vehículos de transporte público); en Karlsruhe, Alemania (donde utilizan el tren ligero); en Perugia, Italia (para lo que disponen del metro de la ciudad) y en Oslo, Noruega.
Cada uno de estos proyectos tiene diferentes diseños experimentales con un conjunto diferente de mediciones, y aunque su utilidad aún se está explorando, se ha demostrado que el monitoreo basado en el transporte público puede usarse para crear mapas de alta resolución de contaminación del aire en áreas urbanas.
Algunos de los resultados de este proyecto TRAX en Salt Lake City no son sorprendentes en relación con los picos de dióxido de carbono y dióxido de nitrógeno, subproductos de la combustión de gasolina, en las intersecciones de las calles. Pero los sensores también encontraron patrones de emisiones de metano que no se correlacionaban con las horas de trabajo durante el día, lo que sugiere posibles fugas de metano.
Lo cierto es que este proyecto y los otros que se han venido desarrollando de manera experimental en ciudades europeas, son excelentes referencias para que investigadores latinoamericanos echen mano de los sistemas metroferroviarios de nuestras ciudades y apliquen sistemas similares.
Existe, entre otras, una coincidencia evidente aunque no tan positiva, y es que las ciudades latinoamericanas que más presentan problemas de contaminación del aire como son Lima (Perú), Monterrey (México), Medellín (Colombia), Santiago (Chile) o Ciudad de México (México), tienen todas sistemas metro donde podrían replicarse este tipo de tecnologías de medición y hacer más efectivo el trabajo de monitoreo permanente.
De esta manera los sistemas metroferroviarios de nuestro continente adquirirían un mayor valor: no solo ayudan a disminuir la carga de gases contaminantes de nuestro aire gracias a que son transporte sostenible sino que también nos ayudarán a medir la calidad de nuestro aire.
Aquí pueden leer los detalles del proyecto TRAX: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1352231018303480
Hasta pronto y gracias por su lectura