Completo el chiste antes de que alguien me salte a la yugular por andar diciendo pendejadas; la vivienda social no sube de precio en la Ciudad de México, porque no puede subir de precio algo que no existe.
La vivienda más barata que se puede encontrar en la capital del país se ubica en el rango de 1 millón de pesos, muy fuera del alcance de 70% de la población económicamente activa, y más aún si tomamos en cuenta que cerca de la mitad de este grupo forma parte de una economía informal, que ni es derechohabiente del Infonavit o el Fovissste, ni califica para obtener un crédito bancario.
Algo tendrá que hacer Claudia Sheinbaum para que esta realidad deje de ser uno de los mayores lastres para la calidad de vida de los chilangos y la eficiencia y competitividad de la capital del país.
Aclaro que señalando esto no pretendo pedir apoyo para la industria inmobiliaria – que ni me la pide, ni falta le hace-, porque los empresarios del sector siguen invirtiendo en la ciudad –o fuera de ella-, con la única consideración de que han dejado de hacerlo en segmentos de mercado que representan mayores riesgos y poca o nula rentabilidad.
Y el hecho es que hacer vivienda social hace mucho que dejó ser viable debido a la incontrolable especulación con el poco suelo que cuenta con uso habitacional.
No sobra decir que esta especulación es provocada por la absoluta obsolescencia de un marco regulatorio que durante las décadas recientes solo ha aplicado parches muy mal hechos a sus políticas de uso de suelo.
Toca a la nueva jefa de gobierno actualizar el proyecto de Ciudad y trabajar muy duro con la Asamblea Legislativa, teniendo en mente que, si se busca privilegiar la política social, uno de los aspectos más importantes será dar forma a una estrategia que permita atender el rezago de vivienda de todos los segmentos de población.
No solo se trata de decir que se van a hacer muchas viviendas, sino de crear condiciones, sobre todo regulatorias y de abasto de servicios, que permitan hacer las viviendas dónde y cómo se requieren.
Será difícil atender las necesidades de vivienda de los chilangos más pobres, pero lo será más aún si hacerlo no aparece como una prioridad de la próxima administración.
¿Qué se puede hacer para generar vivienda asequible? Pues de entrada hay que definir cuántas se necesitan, dónde se necesitan y cómo se necesitan.
Habrá después que procesar esa información para que sea la base de un proyecto de ciudad que baje a nivel de cancha por la vía de la actualización de los usos de suelo e inversiones para generar las infraestructuras que permitan cumplirlos.
La industria inmobiliaria tiene voluntad, sobrada experiencia, recursos y capacidad instalada para atender el enorme reto habitacional de la capital del país.
Toca al gobierno que llega crear condiciones que permitan que, sin chistes de por medio, podamos volverá hablar de la variación de precios de la vivienda social en la Ciudad de México.