Azul, puede ser Medellín, por su cielo en época de verano, o en su época de lluvia; rojo, cuando llega la luna y su vida nocturna se activa; o puede ser verde, por sus salvavidas ambientales que se encuentran regados por toda la capital antioqueña; pero más que un solo color a la vez, Medellín es un camaleón de todos los colores, varios a la vez, algunas veces opacos y fríos y otras cálidos y vivos.
Pero más que todo eso, Medellín siempre ha sido una moneda, que se lanza para arriba y se deslumbran las dos caras de ella. Por un lado, la cara que nadie quiere que caiga, esa cara de violencia, de maltrato, de robo y de inseguridad; y en el otro lado de la moneda, se encuentra lo que queremos mostrar, lo que nos enorgullece a los paisas: su gente, sus lugares, su diversidad, su metro, sus fiestas y celebraciones. Y todo esto como un inseparable: su cultura.
Hoy no se sabe cuál de las dos caras muestra Medellín, lo que sí se sabe es que esa moneda ha cambiado. Pues, no solo éramos la ciudad más violenta de Colombia, también éramos una de las ciudades más violentas del mundo, y esto se ha ido cambiando, no por la pujanza de una, sino por la pujanza de todos, esa que caracteriza a los antioqueños. Y aunque es cierto que aún nos faltan muchas cosas por mejorar, ya se ve una ciudad más confiada en sí misma.
La ciudad de la eterna primavera, es una urbe resiliente, que al superar todos sus problemas a logrado sobresalir sobre las demás ciudades. Es una capital que ha superado cualquier tipo de obstáculos, es solo ir a ver y visitar alguna de las comunas populares de esta, donde ya solo se ve emprendimiento, y donde se ve una desaprobación hacia lo ilegal, en donde hasta la mínima oportunidad se ha sabido aprovechar. Y es esto lo que ha llamado la atención del resto del mundo, ya que Medellín es una ciudad donde se le dan usos diferentes a las cosas, donde se exprimen al máximo a su favor, desde un grafiti hasta la invención más avanzada en tecnología.
Ahora Medellín es cambio, es construcción y es innovación, una ciudad que no duerme, que no descansa, una ciudad que lucha, que perdona, y sobre todo una ciudad con una capacidad inimaginable para afrontar la adversidad. Medellín es una ciudad que no olvida, si no que aprende de todo lo sucedido, donde cada calle tiene mil historias por contar, donde en cada esquina suenan mil voces que nos hablan desde el pasado, que nos recomiendan y muestran el mejor camino que debemos seguir. Donde los tiempos difíciles solo nos mostraron a que lugares no queremos volver a estar. Es una ciudad cambiada, de muchos colores, olores y sabores. Medellín es simplemente la ciudad de la eterna primavera.