Por Juan Sebastián Benítez Bustamante
Si usted es un ciclista frecuente en su ciudad, es posible que más de una vez haya sido sobrepasado por personas en patinetas o bicicletas eléctricas. O puede que haya sido sorprendido por usuarios montando – o balanceándose – en monociclos eléctricos futuristas. Si aún no le ha sucedido, es muy probable que le suceda en un futuro próximo. Y no será el único. Además del crecimiento en el uso de bicicletas, las principales ciudades del mundo están presenciando un cambio importante en la forma en que las personas se movilizan. No se puede negar que el automóvil aún guarda su privilegio como el «rey» de las calles, pero ante el creciente interés por encontrar medios de transporte más sostenibles o escapar de los interminables trancones, personas de todas las edades han empezado a usar con más frecuencia pequeños vehículos mecánicos o eléctricos como alternativa para llegar a sus destinos.
Calles, aceras y bici-carriles son ahora hogar de un número cada vez mayor de dispositivos personales que están cambiando la forma en que las personas se mueven de un lugar a otro. Este tipo de transporte se conoce como micromovilidad y, aunque su aumento parece ser repentino, nos hemos estado preparando para su aparición durante casi dos siglos. Desde la primera invención conocida de la bicicleta en 1817 pasando por la aparición de las primeras patinetas alrededor de la década de 1990, hasta la incursión de patinetas eléctricas, ‘hoverboards’ o ‘scooters’, los urbanitas parecen haber encontrado en estos dispositivos lo que podría ser una de las más grandes soluciones del siglo para la movilidad urbana.
Más allá de bicicletas y patinetas eléctricas
Recientemente, la micromovilidad ha sido altamente asociada con bicicletas o patinetas eléctricas compartidas ‘docked’ o ‘dockless’ – es decir, que requieren o no, estaciones para su aparcamiento. La verdad es que la micromovilidad es mucho más que eso. Varias definiciones coinciden en la conexión de la micromovilidad con aquellos vehículos capaces de cubrir de manera más eficiente ‘la primera y la última milla’ de cualquier viaje. Sin embargo, como lo define Deloitte, «la micromovilidad constituye una forma de transporte que puede ocupar espacio junto a las bicicletas». Ambas definiciones abarcan un amplio espectro de formas de transporte, incluidas las bicicletas y el caminar, como la forma más antigua de transportarnos, al tiempo que se agrega el componente de infraestructura a la ecuación.
Dentro de este espectro de vehículos, la industria de la micromovilidad ha sido asaltada por increíbles niveles de creatividad. El sitio online Have A Go, por ejemplo, se ha establecido el objetivo de ayudar a las personas a “alejarse de autos arcaicos, hacia pequeños vehículos eléctricos, ágiles, ecológicos y divertidos”. Esta, ha reunido un catálogo de vehículos ajustados a la definición de micromovilidad. ‘Skateboards’ y monociclos eléctricos, bicicletas y patinetas plegables y compactas, ‘carros’ individuales e incluso una categoría para vehículos tan futuristas como disparatados como los ‘Rocketskates’, los ‘Hovershoes’ o las ‘Yikebikes’, son solo algunos representantes de lo que se encuentra en el mercado. Estos vehículos varían en costo de manera significativa, con precios desde algunos cientos hasta miles de dólares.
¿Es la Micromovilidad un verdadero generador de cambio?
Según McKinsey & Company, “la micromovilidad podría abarcar todos los viajes de pasajeros de menos de 8 kilómetros (5 millas), que representan entre el 50 y el 60 por ciento del total de las millas recorridas en la actualidad en China, la Unión Europea y los Estados Unidos». Estas cifras son sorprendentes. Esto significa que casi el 60 por ciento de los viajes en estas regiones se pueden cubrir, teóricamente, con soluciones de micromovilidad, lo que ayudaría a reducir drásticamente las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero). Además, la micromovilidad podría cubrir casi el 20 por ciento de los viajes en transporte público, sin contar el potencial para cubrir ‘la primera y la última milla’ de todos los viajes. Esto podría cambiar radicalmente el panorama de la movilidad en las mayores economías productoras y dependientes de automóviles si tales viajes fueran realizados con soluciones de micromovilidad.
Por más emocionante que parezca, las cifras deben ponerse en contexto antes de saltar a conclusiones. Por ejemplo, algunas de las limitaciones para alcanzar estos números pueden ir desde la seguridad y el espacio reducido -para actividades como ir de compras o llevar a los niños al colegio – hasta las variaciones climáticas, las condiciones físicas de los usuarios o la poca cobertura en zonas de bajos ingresos o con menor densidad, así como en zonas rurales.
Sin embargo, la realidad es que las ventas de este tipo de vehículos se han disparado en los últimos años y están cambiando rápidamente el panorama de la industria de la movilidad urbana, con muchas compañías ‘unicornios’ como Lyft, Lime o Bird (todas de EE. UU.) liderando el camino. Bird, menos de 14 meses después de su lanzamiento, alcanzó un ARR (Annual Run-Rate por sus siglas en inglés) de más de $100 millones de dólares, convirtiéndose quizás en la compañía de más rápido crecimiento en la historia. Bird ascendió al estado de ‘unicornio’ más rápido que cualquier otra startup en la historia, alcanzando una valoración de 2 mil millones de dólares en menos de un año; mientras que Airbnb y Uber tomaron tres y cuatro años respectivamente. Fuera de los EE. UU., Yellow de Brasil y Grin de México se han unido para competir contra el tremendo poder de Lime y Bird. Bajo el paraguas de Grow Mobility, estas dos empresas latinoamericanas serán dueñas de una flota de 100,000 patinetas eléctricas y 25,000 bicicletas repartidas en seis países del continente, convirtiéndose en la tercera mayor presencia de patinetas en el mundo, después de Bird y Lime. En resumen, esta es una pelea de gigantes con el poder de transformar, positiva o negativamente, el panorama de la movilidad en el continente.
Si bien estas tendencias pueden generar optimismo para el futuro de la movilidad, todavía existen complicaciones. La micromovilidad sigue siendo una industria joven que debe adaptarse a diferentes contextos y regulaciones, lo que en muchos casos dificulta la implementación de sus alternativas de movilidad. Pero lo que es más importante, la micromovilidad aún no ha alcanzado su propósito más noble, que es el de proporcionar un acceso equitativo a aquellos para quienes el transporte diario sigue siendo un ‘dolor de cabeza’, físico y económico. Por ejemplo, en Bogotá, ciudad de 8 millones de habitantes, con una de las peores tasas de congestión de tránsito en América Latina, las personas utilizan en promedio 96 minutos diarios en transporte público y al menos dos horas al día para llegar a sus destinos. Los proveedores de servicios en Bogotá se han centrado en un segmento de la población que vive en áreas privilegiadas con altos ingresos, siendo los únicos con el poder económico para pagar servicios tan costosos. Esto deja atrás a la mayoría, que vive en zonas de bajos ingresos o en las afueras de la ciudad.
Si los nuevos servicios de micromovilidad se miran de manera integral y como un proceso a largo plazo, las ciudades tienen la oportunidad de utilizarlos como una forma de ingresar en una nueva era de interacción y capacidad de respuesta con sus ciudadanos a través de la recopilación de datos. Cuantos más datos se recopilen, más y mejor podrán diseñar las ciudades hacia la equidad. Regina Clewlow, CEO y cofundadora de Populus, ha dicho que «con el acceso a datos en tiempo real para los nuevos servicios de micromovilidad (hoy en día principalmente bicicletas y patinetas eléctricas con sistema ‘docked’), las ciudades están entrando en una nueva era de gestión activa de la movilidad». Debemos desarrollar las capacidades para el intercambio de datos para crear una mejor interacción con los usuarios y así comprender sus principales necesidades.
En general, está claro que estamos arañando la superficie de lo que es posible lograr a través de soluciones de micromovilidad. Aún queda un largo camino por recorrer antes de que aprovechemos adecuadamente el vasto potencial para fomentar la igualdad y el acceso equitativo para las comunidades desfavorecidas que ofrecen estos nuevos servicios de movilidad.
Si bien los avances son significativos en la industria, la micromovilidad aún no es una opción para la población vulnerable, interminablemente afectada por la falta de infraestructura de transporte adecuada y de calidad. A pesar de que la micromovilidad ofrece un servicio innovador y eficiente, las preocupaciones sobre las altas tarifas y la cobertura para las comunidades desfavorecidas y de bajos ingresos aumentan los temores de comenzar a ver estas soluciones como servicios de lujo, hechas para personas ‘cool’ en áreas ‘cool’. Se requerirá una gobernanza activa y una regulación responsiva para persuadir a las empresas privadas a que se alineen con el mandato de la ONU en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 de «… proporcionar acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles para todos […] prestando especial atención a las necesidades de las personas en situación de vulnerabilidad…”. Si bien las ciudades continúan buscando formas de transporte más flexibles e innovadoras en todo el mundo, solo el tiempo dirá si la micromovilidad será una alternativa sostenible e inclusiva para cambiar la forma en que todos nos movemos.