Estudio del BID revela los elementos en los que las políticas públicas y los tomadores de decisiones deben actuar para incrementar el uso femenino de la bici y reducir las brechas de género.
Las particularidades de la vida femenina que configuran patrones de viajes más complejos que los hombres y una mayor dependencia del transporte público; son solo dos de los elementos que contribuyen a que las mujeres latinoamericanas usen mucho menos la bicicleta en las ciudades de la región pese a vivirse aquí un ‘boom’ en el uso urbano de este modo no motorizado y sostenible: por ejemplo en Bogotá y Rosario se incrementó su participación modal en un 5%; pero en ese total de viajes, las mujeres solo participan con el 30%.
Esto es lo que advierte el informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ’Mujeres y ciclismo urbano: promoviendo políticas inclusivas de movilidad en América Latina’, que terminó a finales de 2017.
“En la práctica, las condiciones de transporte son desfavorables para la mujer en la ciudad contemporánea, limitando severamente sus oportunidades laborales y sociales y perpetuando condiciones de desventaja”, cita el documento que se basó en el caso de estudio en Buenos Aires y que espera ser un instrumento para la formulación de políticas públicas y proyectos que incluyan las necesidades básicas -no solo de las mujeres- pero especialmente de ellas; sus prioridades y necesidades.
Todo lo anterior conectado, claro está, a los nuevos requerimientos planteado por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), formulados por la ONU en 2015; específicamente según el BID, el Objetivo 11 en su meta número 2: para el año 2030 se deberá “proporcionar acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles para todos y mejorar la seguridad vial, en particular mediante la ampliación del transporte público, prestando especial atención a las necesidades de las personas en situación vulnerable, las mujeres, los niños, las personas con discapacidad y las personas de edad”.
Lo que distancia a las latinas de la bici en las ciudades
A partir de la información recabada por el estudio en la capital argentina y trabajos anteriores, se determinó que son cuatro los grandes ejes característicos de la movilidad de la mujer latinoamericana, un escenario en el que los hombres tienen mayor participación, un desequilibrio de accesibilidad basado en género.
A los patrones de viajes más complejos y la dependencia del transporte público; el informe suma una “mayor cantidad de viajes a pie” y “menor acceso a modos de transporte motorizados privados”; como las cuatro determinantes de la situación actual que, según el BID, con las medidas correctas, puede revertirse: cuando la participación de la bici en los porcentajes modales supera el 10%, el uso femenino de la bici deja de estar limitado por las anteriores situaciones y potenciarse.
Los investigadores Rodrigo Díaz y Francisca Rojas, explican que las mujeres contribuyen al hogar, además de trabajar, con otras responsabilidades como el cuidado de los hijos, por citar solo una tarea adicional al trabajo, -concepto denominado ‘movilidad del cuidado’-. Ello les implica patrones de desplazamiento diferentes y un mayor número: “la llegada de los hijos es absorbida prácticamente en su totalidad por la mujer, que aumenta su número de viajes diarios en un 13%, mientras los de los hombres permanecen estables”, señalan citando estudios adicionales.
En cuanto a la dependencia femenina del transporte público, una característica incluso de países desarrollados ’Mujeres y ciclismo urbano’ explica que por ejemplo en Buenos Aires, ellas hacen 63% de viajes frente a 51% de los hombres. Sin embargo, agrega el documento, esto les implica someterse a diversos efectos como exponerse a las deficiencias del servicio público tanto en equipos (automotores con mala calidad en el servicio, por ejemplo), como en frecuencias y costos; sin dejar de lado las vulneraciones en seguridad características de la región y las ciudades latinoamericanas.
Al hablar de por qué hay bajos indicadores de uso femenino de la bici, se suma, según el informe del BID, el importante número de viajes a pie que realizan las mujeres gracias a la dinámica de desplazamientos cortos que deben realizar. En urbes como Bogotá y Santiago, ellas realizan en promedio un 14% más de viajes caminando que los hombres. Y esta constante también tiene sus aristas ya que, entre otras, estos se realizan en periferias de ciudad que no cuentan con las infraestructuras adecuadas para las mujeres peatones con riesgos, por ejemplo, de seguridad vial.
Como cuarta y última característica de movilidad, los autores incluyen la baja capacidad de la mujer de acceder a modos motorizados privados, caso también evidente en países con ingresos altos, lo mismo que en la región. “En Latinoamérica la situación es bastante parecida: en Bogotá, por cada viaje en automóvil que tiene a una mujer como conductora hay 1.7 que tienen a un hombre al volante. En Montevideo esta cifra es de 1.5, mientras en Santiago llega a 3.5.”
Bajo estas características complejas y multidimensionales, se hallan distintas causas, según el análisis de los investigadores y que, cómo se ha reiterado, pese al auge del uso de la bici, no permiten romper las tendencias de uso entre géneros.
“Las ciudades con más mujeres pedaleando, Montevideo y Rosario, sólo alcanzan un 40% del total de viajes en bicicleta, mientras en urbes como Medellín, Santiago o Buenos Aires estos niveles se encuentran incluso por debajo del 20%”, indican.
El listado de causas incluye: uso de la bicicleta asociado a la idea de inseguridad (no solo de integridad física, sino de ser víctimas de agresiones sexuales o delictivas; incluso ‘percepción de riesgo en el entorno’, es decir prevención de visitar ciertos lugares de la ciudad). También el uso de la bicicleta incompatible con los patrones de viaje de la mujer por las razones ya mencionadas.
Adicionalmente son causas los patrones de expansión urbana (territorios demasiado expandidos con vías urbanas sin conectividad); carencia de habilidades básicas (no existen cifras concretas pero se considera que muchas mujeres adultas no han adquirido la capacidad de manejar bici adecuadamente).
Además se cuentan las barreras culturales hacia el pedaleo de la mujer (asociadas a reproches machistas, estereotipos de pobreza e incluso de vestuario) y finalmente; acoso contra la mujer ciclista (desde el punto de vista sexual y de agresiones por parte de otros actores viales).
Así las cosas, el informe expone determinadas acciones que pueden aportar en el incremento de la participación de las mujeres en el número de viajes urbanos en bicicleta como son la mayor participación en la formulación de las políticas públicas de movilidad que tiene un claro matiz masculino; de uso y promoción de la bicicleta; creación de instituciones especializadas en movilidad en bicicleta; la generación de mayor información acerca de la movilidad femenina; entre las más relevantes y que pueden modificar el panorama latinoamericano del uso femenino de la bicicleta.