Narrativas dominantes: tribulaciones del conflicto

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Maria Camila Chala Mena
12 diciembre, 2021 - Sin categoría

No es de extrañar el conflicto si consideramos la verdad como un solipsismo de las culturas al interior de sus tradiciones, que se lanzan a su búsqueda enmarcados en un contexto y unas condiciones dadas, tan diversas como las posibilidades de lo humano.  

«Solo a través de la justicia cognitiva global habrá justicia social global» Boaventura de Sousa 

La conquista de la razón a nuestros días debería comprenderse como un acto íntimo de autoevaluación y contraste de información, propio del conocimiento y profundamente contestario al paradigma del consumo complaciente y depredador auspiciado por el mercadeo usufructuado sin ética para la promoción de productos innecesarios y altamente contaminantes, sumado a la conducción adrede de las preferencias del consumidor a través de la data que proporciona mediante plataformas multinacionales sin normatividad clara y contundente que regule la manipulación y comercialización que harán de la misma, por tanto inseguras al usuario, para posicionar tendencias que inciden como ingeniería social. 

“El neoliberalismo representa un sistema altamente eficiente, e incluso inteligente, para explotar la libertad. Todo lo que pertenece a las prácticas y formas expresivas de libertad –emoción, juego y comunicación– llega a ser explotado.” Byung Chul Han 

La globalización no solo como un hecho económico sino también como un hecho cultural impuesto geopolíticamente, que adapta nuestras estructuras institucionales en occidente a partir de la lógica predominante del poder de algunos mercados consolidados y que, en un punto obsceno de la desigualdad omitida por las regulaciones jurídicas, desequilibran la posibilidad de competencia a su favor para sostenerse vigentes, en contraposición ideológica a la alternativa potencia del totalitarismo político. Curiosamente, como lo ha demostrado el partido comunista chino, no necesariamente son excluyentes. Sin embargo, las repúblicas que se caracterizan en esencia por la división de poderes, la igualdad de las personas naturales ante la ley y la participación política democrática; han resistido a las transiciones monetaristas de lo público, los golpes financieros y caídas bursátiles que afectan el poder adquisitivo de las familias de niveles socioeconómicos inferiores, y aún se mantienen resilientes en medio de una pandemia de impactos todavía no calculados con precisión en el mediano y largo plazo.  

“La naturaleza no puede ser ordenada sino siendo obedecida.” Francis Bacon 

La era de la ilustración cuya revolución industrial occidental evoca la libertad de un grupo más amplio de hombres para crear mercados y crearse individualmente a partir de la participación política democrática, cuestiona la vocación del pensamiento como se concebía hasta entonces para incitar una disciplina de racionalización de las ideas mediante la experiencia, la comprobación y/o la demostración. El paradigma cientificista contempla el método como la base de una cultura que se sustenta sobre lo determinantemente objetivo, pero no todas las generaciones siguientes ni todas las sociedades a las que afectó este suceso histórico se educaron para comprender esta premisa dejando un vacío que apela a la misma filosofía de la ciencia; vacíos en su génesis y la brecha del progreso. Ante una nueva revolución en la era de la información y sus aún no delimitadas aplicaciones que están transformando los modelos vigentes, sustentada especialmente en la digitalización y los albores de innovaciones radicales en el campo de la tecnología cada vez más invasiva de lo biológico; se desprenden nuevas preguntas sobre la magnitud y dimensión de las brechas con las comunidades que provisionan y provisionarán los insumos para esta naciente realidad y, por consiguiente, la arbitrariedad de los efectos causados para tal desarrollo.  

“Hay que demostrar a los hombres que expresar la potencia a través de la violencia es una señal de debilidad” Rita Segato 

La Organización de las Naciones Unidas ha comprendido lo inevitable de las conquistas – económicas, militares, políticas, culturales, religiosas, etcétera – como ejercicio del poder, que en el año 1999 se establece oficialmente el concepto de Cultura de Paz para los 193 Estados Miembro y se diseña la agenda de los Objetivos del Milenio para comprometer a los países entorno a 8 acuerdos básicos sobre las necesidades rezagadas del progreso económico y que en su momento se calificaron esenciales para la población mundial, estos eran 8: 1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre, 2. Lograr la enseñanza primaria universal, 3. Promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer, 4. Reducir la mortalidad infantil, 5. Mejorar la salud materna, 6. Combatir VIH/SIDA, paludismo y otras enfermedades, 7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, 8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.  

“Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político.” Hannah Arendt 

Para el año 2015 se actualiza la apuesta por la paz y la estabilidad mundial e ingresan nuevos actores al tablero de las obligaciones instituidas globalmente como los pueblos ancestrales y el sector privado, quienes ahora asumen compromisos con los actualmente denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible, ya que para este momento de la historia de la humanidad se acepta la responsabilidad y relación que tiene el progreso para con la vida en el planeta como casa común, estos son 17: 1. Erradicar la pobreza en todas sus formas en todo el mundo, 2. Poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, y promover la agricultura sostenible, 3. Garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos para todas las edades, 4. Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos, 5. Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas, 6. Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos, 7. Asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos, 8. Fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos, 9. Desarrollar infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible, y fomentar la innovación, 10. Reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos, 11. Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, 12. Garantizar las pautas de consumo y de producción sostenible, 13. Tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, 14. Conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, mares y recursos marinos para lograr el desarrollo sostenible, 15. Proteger, restaurar y promover la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar de manera sostenible los bosques, combatir la desertificación y detener y revertir la degradación de la tierra, y frenar la pérdida de diversidad biológica, 16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles, 17. Fortalecer los medios de ejecución y reavivar la alianza mundial para el desarrollo sostenible. 

“El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse.” Michel Foucault 

La Agenda 2030 que ha sido implementada en Colombia mediante la Ley 1955 de 2019 que corresponde al Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 “Pacto por Colombia, pacto por la equidad”, mejor conocida por las generalidades de los Objetivos de Desarrollo Sostenible impulsados principalmente por la Organización de las Naciones Unidas, reconoce entre otras circunstancias el cambio climático y las amenazas ambientales a la vida como la conocemos, la pobreza que atenta contra la dignidad humana, las desigualdades sistémicas en razón de género y raza, las inequidades estructurales para el acceso a servicios básicos y educación de calidad, la necesidad de cooperar entre naciones teniendo en cuenta las ventajas y desventajas entre unas y otras para hacer frente a sus problemáticas, la carencia de infraestructuras inteligentes pensadas en la conectividad integral de regiones excluidas históricamente para que mejoren su calidad de vida, las diversas formas de vida en vía de extinción y la urgencia de replantear nuestras fuentes energéticas conexo al tratamiento que hacemos de los recursos naturales.  

“Si yo supiera cuál es la lucha que necesita un país como el nuestro pondría una tienda para vender soluciones.” Gabriel García Márquez 

Colombia enmarca un panorama inmensamente rico para el análisis por las vicisitudes de su historia cada vez más refutada por el espejo de las cotidianidades de una democracia representativa que avanza a establecerse como democracia participativa desde la Constitución de 1991, carta que además se blinda con la creación de un máximo tribunal para su interpretación y defensa especializada; un panorama basto de comprender por las particularidades de las cosmovisiones hechas ciudadanía y territorio en las distintas regiones que componen el país, desencadenando un conflicto que pese a esfuerzos de gobierno y generacionales, sigue sin hallar soluciones efectivas próximas a una realidad atravesada por la violencia en todas sus formas. No obstante, nuestro país como epicentro de la biodiversidad y la pluriculturalidad abraza un caldo de cultivo nutrido de componentes ‘exóticos’ que buscan explicarse desde las diferentes narrativas que recorren el ADN de esta población, que, con todas sus dificultades e indignantes cifras de homicidios a líderes sociales que encarnan las voces de las comunidades, se denomina como ‘la democracia más estable de América Latina’.   

“El reconocimiento de la Paz es, en síntesis, una de las decisiones constitucionales más significativas y, a juicio de la Corte, se trata de un propósito que vincula jurídicamente, de diferente modo y en diversos grados, la actuación de las autoridades y de los particulares. En esa dirección, la jurisprudencia más reciente de este Tribunal ha puesto de presente que la protección constitucional de la paz, al paso que implica un deber estatal de diseño e implementación de acciones, normativas y de política pública, dirigidas a la superación del conflicto armado y, en general, el logro de la convivencia pacífica, comporta, también una opción preferencial por la solución pacífica como instrumento constitucionalmente deseable de resolución de las controversias y el logro progresivo de la plena vigencia de los derechos fundamentales” Sentencia C-630/17 

Con la firma de Acuerdo de Paz negociado entre el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el año 2016, se acredita la existencia de un conflicto armado interno que debe solucionarse por parte del Estado Colombiano en razón de sus fines esenciales ligados a la soberanía legítima; esta narrativa irrumpe con la narrativa del terrorismo, que toma fuerza el 11 de septiembre del 2001 con el atentado a las emblemáticas torres gemelas en New York, o mejor, separa estos términos y oficializa otras perspectivas para abordar y comprender la raíz de tan denigrante hostilidad endémica presente en nuestra república.  

“La fe nos conduce a la esperanza y se traduce en caridad. La caridad nos despierta la confianza que genera paz. La paz nos acerca a la bondad que activa la voluntad. Así nace la justicia que impulsa a la reconciliación y nos abre al amor. (…) La paz nos impulsa a ser más grandes que nosotros mismos.” Papa Francisco 

Múltiples son las narrativas que habitan este terruño de ensueño colmado de dos océanos, parte de la amazonia, 3 cordilleras, desiertos, páramos, fuentes hídricas prominentes, minas preciosas y la segunda biodiversidad más variada del mundo ubicada en un área de 1143 millones de KM2, organizada en 1122 entidades administrativas locales y 102 pueblos indígenas que poseen 64 lenguas propias, así mismo se encuentra poblada por comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras constitucional y legalmente reconocidas; sin embargo, en pugna vigente con los abismos culturales que, si bien someramente nominan desde lo que conocen, no reconocen plenamente sus derechos, o en sí, su humanidad.  

Ahora bien, ¿Cuáles serían esos derechos que “nosotros les damos” para que sean considerados seres humanos tan dignos como el hombre blanco y pudiente del ideal predominante en occidente?, ¿Son los que hemos establecido por imposición colonial?, ¿Serán los mismos que una vez reconocidos han puesto en crisis ecológica el planeta e institucionalizado el hambre?, ¿Será que una narrativa de los derechos para el siglo XXI nos exige una construcción plural que dignifique a las personas en sus diferencias y saberes?, ¿Los retos globales nos invitarán a reconsiderar la tradición jurídica y ampliar sus narrativas para un orden más justo como humanidad?, ¿La democracia participativa nos sugerirá conflictos en el lenguaje para la comprensión de los grupos humanos históricamente excluidos, sometidos y explotados?,  

¿Es posible equilibrar el tablero geopolítico desde la apertura a nuevas voces, con sensatez – como respeto por la otredad y la aceptación humilde de la ignorancia propia – para la supervivencia de la humanidad en el planeta mediante consensos inclusivos?