Esta es una de las principales conclusiones que sobre el transporte urbano en América Latina hizo la experta María Eugenia Negrete, en la Conferencia Internacional y Reunión Intermedia de Comités Técnicos de Alamys, que reúne a empresas de transporte en metro de 14 países. Negrete también afirmó que hoy más que nunca el actor central de la movilidad es el ciudadano, empoderado por la tecnología.
“Estamos viviendo un cambio de modelo del transporte y de la ciudad también”, fue la reflexión inicial de la académica mexicana y master en desarrollo urbano, María Eugenia Negrete, ante los representantes de Alamys, la red de empresas de transporte masivo de 14 países, 11 de ellos latinoamericanos, que se encuentran reunidos en la ciudad de Guadalajara (México).
Negrete presentó la radiografía del transporte urbano en América Latina, que se enfocó en cinco aspectos claves: el crecimiento urbano, los síntomas de las ciudades derivados de la movilidad, las nuevas formas de movernos en la ciudad, la intermodalidad y el papel cada vez más protagónico del ciudadano en esa intermodalidad.
Lamentó la experta que en Latinoamérica, aunque exista en el discurso, la planeación del transporte no está ligada a planeación de la ciudad. “No hay una planeación coordinada entre el desarrollo urbano y el desarrollo del transporte”, aseguró, lo que hace más relevante cualquier ejercicio de prospectiva de hacia dónde debe ir la movilidad urbana en la región.
Crecimiento urbano
El primer elemento de análisis por parte de Negrete fue el acelerado proceso de urbanización. Hoy América Latina es la región más urbanizada del mundo con cerca del 80 % de su población en centros urbanos.
En el caso del crecimiento poblacional, se estima que entre 2015 y 2030 Latinoamérica crecerá en 87 millones de personas; entre 2030 y 2045 el incremento será de 59 millones; de 2045 a 2060 se sumarán solo 27 millones, para a partir de ahí estacionarse en cerca de 800 millones de habitantes, el 90 % de ellos en las ciudades.
“Sin duda, son las ciudades las que van a determinar las modalidades de transporte que deban implementarse en el futuro”, afirmó Negrete. Y por ello, para el caso latinoamericano, un aspecto clave que debe ser tenido en cuenta en la planeación de los sistemas de movilidad adecuados, es la tasa de crecimiento tan rápida que están experimentando las ciudades pequeñas e intermedias y que demandan volúmenes más grandes de movilidad.
En segundo lugar, es necesario revisar el desarrollo metropolitano de las ciudades. Las ciudades son cada vez más conurbadas y ello demanda problemas complejos en coordinación, articulación y gobernabilidad en materia de transporte. “Son redes de ciudades las que se están integrando cada vez más y las relaciones y movilidad son muy intensas”, argumentó Negrete.
Y un tercer asunto, no tan advertido por los analistas, pero de gran impacto futuro, es el envejecimiento de la población latinoamericana. Ante la estabilización del bono demográfico, los mayores y adultos mayores representarán un desafío enorme, ya que las necesidades y las demandas en materia de movilidad son muy distintas para esa clase de grupo etario. “La población envejecida afecta el tipo de intermodalidad que tengamos”, añadió la académica.
Los síntomas derivados de la movilidad
Negrete fue franca en señalar que a pesar de observar algunos avances en la región en materia de transporte masivo, lo cierto es que “algo anda mal, hay cosas que no funcionan”. En el diagnóstico de las ciudades, los síntomas son muy graves: la congestión vial, la motorización alta, la contaminación ambiental con efectos para la salud, la reducción de la productividad laboral y la accidentalidad, son asuntos cada vez más inquietantes en la vida cotidiana de las ciudades latinoamericanas.
Por ello se requiere con urgencia la aplicación de un modelo de ciudad sostenible, compacta, comunicada, que contrarreste estos síntomas. “El coche, por ejemplo, se ha convertido en el enemigo mayor”, pero ello tiene que servir para motivar el uso de nuevas maneras de movernos en la ciudad, de forma más sustentable, explicó María Eugenia.
El cambio de modelo
El escenario actual ya pone de manifiesto, según Negrete, un cambio de modelo de la movilidad, con mayor prelación al peatón, la bicicleta común y la bici eléctrica e inteligente (conectada a sensores y dispositivos de información tiempo real), el auto compartido, las plataformas tecnológicas como Uber, e incluso aparatos futuristas que ya existen para que las personas puedan volar.
Todas estas nuevas formas de moverse, estos nuevos actores y nuevas demandas, obligan a modificar la visión y la gestión de los gobiernos para tener claro en la planeación cuáles son los medios y sistemas más idóneos para construir y desarrollar.
Aquí se hace esencial entender que el actor más importante de la movilidad es el ciudadano, al que la tecnología lo empodera cada día más.
La intermodalidad, solución y reto
La intermodalidad (los diversos medios y opciones que tenga el ciudadano para desplazarse en sus viajes), debe ser la mayor apuesta de los planificadores, en opinión de Negrete. “La movilidad es la vida, pero la intermodalidad es la calidad de vida”, esto para explicar que la intermodalidad debe ser ágil y amable o fracasará. Para lograr este objetivo se deben tener varias consideraciones, entre las principales que el actor central es el ciudadano armado de la tecnología.
“Muy pronto el ciudadano podría programar toda la intermodalidad” y ello hay que tenerlo en cuenta. Ante este escenario, un elemento imprescindible en materia de infraestructura y que impacta directamente al ciudadano son las calles caminables; es clave también en la gestión la planeación del espacio público. Sin embargo, la experta tiene claro que los gobiernos enfrentan un reto mayúsculo a la hora de gestionar: la intermodalidad requiere infraestructura y esa infraestructura es costosa.