Qué debemos aprender de los alemanes

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René Albisser
25 septiembre, 2017 - Identidad

Mientras escribo esta columna, los medios de comunicación informan que Angela Merkel seguirá como canciller alemana, luego que su partido ganara este domingo las elecciones por cuarta vez consecutiva, aunque debilitado por el ascenso de otras fuerzas políticas, especialmente de la ultraderecha.

A pesar de esta irrupción de los extremistas, la gran mayoría de los alemanes han votado por la continuidad. La canciller Merkel representa sin duda el sostenimiento de políticas en el campo económico, que a pesar de la desigualdad creciente, le ha dado de nuevo a Alemania protagonismo internacional y poderío económico. Actualmente Alemania se encuentra entre los tres primeros exportadores del mundo, tiene el crecimiento per cápita más alto de los países desarrollados y el desempleo más bajo de la Unión Europea. Por ello es la cuarta potencia económica mundial con 3.3 billones de dólares, solo superada por Estados Unidos, China y Japón.

La pregunta es: ¿cómo un país que fue derrotado en dos conflictos bélicos globales, que quedó prácticamente aniquilado luego de la Segunda Guerra Mundial, que estuvo dividido de una manera tan profunda por un muro, hoy después de 7 décadas – un tiempo considerado corto para el desarrollo de una nación- recupera su poder global y está a la vanguardia en casi todos los renglones económicos?

He vivido en Alemania, he trabajado en importantes empresas germanas, tengo socios alemanes, pero sobre todo tengo grandes amigos en ese país. Por eso me atreveré a proponer una respuesta a ese interrogante. En mi opinión, cuatro cualidades hacen distintos a los alemanes: la inteligencia, la dedicación, la cooperación y el respeto extremo por las reglas.

Es indudable que los mayores desarrollos de la tecnología no solo en materia de movilidad sino en otros campos tienen su origen en Alemania o algún alemán estuvo involucrado en algún sentido. Por ejemplo, el primer tranvía eléctrico fue puesto en servicio por Werner von Siemens en Berlín en 1879, y podría hablar de muchos otros productos e inventos alemanes.

Esa inteligencia tiene grandes dosis de ingenio. Los alemanes tratan de buscar una solución muy sencilla a un problema, son en esencia muy prácticos y lo notas en el propio manejo de las empresas, saben todos muy bien cuál es su rol, cuál es su tarea. Vale decir que la educación es de excelente calidad, estatal y gratuita.

Para reforzar el argumento de la inteligencia, hace poco más de un década el investigador británico Richard Lynn, basándose en las mediciones del coeficiente intelectual, reveló que los alemanes encabezan la lista de las naciones más inteligentes de Europa. Alemania se ubicó en ese entonces -2006- con un coeficiente medio de 107, seguida por Holanda, Polonia, Suecia, Italia, Austria y Suiza.

Sobre la segunda característica, la dedicación, hay que decir que todo lo que hacen los alemanes tratan de hacerlo bien hecho y a la primera. Tienen una alta noción de la perfección en los productos, en los servicios, lo que los distingue en materia de calidad. Un producto alemán es confiable, porque detrás de él hay muchísimas horas de planeación, investigación, dedicación y prueba.

Esa dedicación los hace inevitablemente más productivos. Y se ve: en las fábricas automatizadas de sus multinacionales, son amas de casa quienes operan los robots y trabajan en promedio 37-39 horas a la semana, mientras que en países como los nuestros trabajamos 48 horas y no se logra el mismo nivel de productividad.

Una tercera característica es la cooperación. Saben trabajar en equipo, buscan el consenso y su sistema económico está estructurado para dar las mismas garantías y posibilidades de crecimiento tanto a los más pequeños como a los ya gigantes.

Sobre esto podría hablar de las “Mittelstand” (pequeñas y medianas empresas que suman casi el 95% de la economía alemana) y que comparten unos rasgos muy similares: en general son estructuras familiares con planes a largo plazo, invierten de manera decidida en la capacitación de su personal, tienen igualmente un alto sentido de la responsabilidad social y promueven la relación armónica y regulada entre sus dueños y los colectivos sindicales. Las reglas laborales son el reflejo de la sociedad en su conjunto: apego a la ley y a las normas y por supuesto, su cumplimiento.

Son esas cuatro características – inteligencia, dedicación, cooperación y cumplimiento de las normas- las que deberíamos poner en práctica en Latinoamérica, si queremos imitar de manera positiva a los alemanes. Comenzar por reforzar nuestro sistema educativo y hacerlo de calidad; mejorar nuestros niveles de productividad –que son muy bajos-; ser capaces de trabajar en equipo, de cooperar, de llegar a consensos (cosa que parece casi imposible aquí en el trópico) y hacer respetar las normas, quizás la tarea más titánica que tenemos en esta región plagada hoy de corrupción.

Bien lo promovió en su época Martín Lutero, padre del protestantismo, cuando perfilaba una especie de cristianismo alemán que proponía la idea de los alemanes como trabajadores, respetuosos de las leyes y de la autoridad. Y a fe que se ha logrado. Hoy justamente la Merkel y su partido cristiano demócrata representan de manera natural esos valores. Valores que desde el día de ayer tendrán continuidad.

Hasta pronto y gracias por su lectura.