“Queremos eliminar la frontera o el antagonismo entre ciudad y naturaleza”: Alcalde de Curridabat

derecho_1
LA Network
3 marzo, 2017 - Ecología Urbana

La Network dialogó con Edgar Mora Altamirano, alcalde de Curridabat (Costa Rica), sobre el proyecto “Espacios de Dulzura”, que acaba de ser premiado por ONU Hábitat como un ejemplo inspirador en la aplicación de la Nueva Agenda Urbana para las ciudades del mundo.

Entrega de reconocimientos a prácticas inspiradoras de la Nueva Agenda Urbana

Costa Rica es un país rico en biodiversidad y ha basado su atractivo global en la protección natural. No obstante, tiene un 77 por ciento de su población viviendo en centros urbanos, lo que ha significado una progresiva desconexión entre los seres humanos y el entorno natural.

Por ello, el proyecto “Espacios de Dulzura” de la ciudad de Curridabat, está revestido de originalidad, pero sobre todo de una importancia estratégica para servir de modelo al resto de urbes del mundo en un objetivo: desarrollar ciudades bajas en carbono y altas y ricas en biodiversidad de la mano del ciudadano. Sobre este rol ciudadano, dice el alcalde Edgar Mora Altamirano, que uno de los grandes errores que hemos cometido en Latinoamérica es convertir al ciudadano solo en beneficiario de políticas sociales y no en productor de soluciones, al no darle las herramientas adecuadas en el desarrollo de su ciudad. Eso pretende hacerlo con este proyecto. Dialogamos justamente con él sobre la filosofía y alcance de “Espacios de Dulzura.”

¿En primer lugar alcalde, háblenos del Cantón de Curridabat, su ciudad?

Curridabat tiene 75 mil habitantes en 16 kilómetros cuadrados. Es una ciudad conurbada con el resto del gran área metropolitana de Costa Rica. Es una ciudad muy particular porque hace algunos años hemos decidido los ciudadanos organizarnos de tal manera que mantenemos una visión muy autónoma del desarrollo. Esto se expresa en la manera en la que han los ciudadanos elegido a sus representantes políticos a partir de una plataforma local, es decir, en Curridabat no respondemos desde hace algunos años a las líneas normales de la política nacional, sino que hemos ido creando una forma de visualizar la política que tiene que ver con la moralización del ciudadano y esto nos ha permitido gobernar por algún tiempo ya, y en ese sentido es una ciudad que tiene una visión muy avanzada del urbanismo.

Sin duda su país es rico en biodiversidad y el proyecto “Espacios de Dulzura”, es un proyecto que va en esa dirección. ¿Cuéntenos de qué se trata?

Bueno, fíjese que Costa Rica es reconocido por ser un país que fundamentalmente se ha anclado en el conservacionismo natural. Sin embargo, la ciudadanía corre el riesgo de vivir en una situación de doble estándar moral, porque nos sentimos muy orgullosos de tener parque nacionales y zonas protegidas, ya que prácticamente más del 50% del territorio nacional está bajo algún esquema de protección de la naturaleza. Sin embargo, eso no se evidencia en las ciudades, porque las ciudades han tenido una clave de desarrollo urbano muy modernista, muy vinculado al siglo pasado, que hace más bien que la naturaleza no esté integrada a la ciudad. “Espacios de Dulzura” lo que busca es casualmente eliminar la frontera o el antagonismo entre ciudad y naturaleza, reincorporar la biodiversidad que fue retirada en su momento por el monocultivo del café y al reincorporar la biodiversidad estamos confiando en tres polinizadores: las abejas nativas, que son muy importantes, las mariposas y lo colibríes. Esto se enmarca en un proyecto más grande que es una plataforma de desarrollo de 360 grados que se denomina “Ciudad Dulce” y casualmente confía en la posibilidad de crear corredores de polinización que permitan no sólo dar mejor hábitat a estos tres polinizadores, sino mejor hábitat al ser humano.

¿Cómo está anclado este proyecto a la Nueva Agenda Urbana?

Esto se desarrollaría en cinco dimensiones del territorio, que creemos que es el aporte más importante que hacemos a la Nueva Agenda Urbana en Latinoamérica. Estas cinco dimensiones territoriales son casualmente la biodiversidad, como la infraestructura básica; la infraestructura construida, que en este caso tendrá que ser diseñada de nuevo y construida de acuerdo con este nuevo paradigma de recibir y abrazar la biodiversidad; el hábitat, que vendría a ser el orden que adquieren personas y cosas en la ciudad y las maneras en las que segregamos y no segregamos a los seres humanos y a otras especies; la convivencia, y ahí nos interesa mucho abrir el debate sobre quien es miembro de una comunidad, por qué hay miembros más prominentes en una comunidad, cuál papel ocupan las mujeres, los niños, los adultos mayores en la definición de la agenda urbana; por qué han estado secundados por un rol secundario con respecto al hombre propietario, por ejemplo; y, finalmente, la productividad, cómo se hace para que ciudades que fueron construidas en el siglo pasado para ser grandes unidades de consumo, se conviertan ahora en más bien proyectos de producción, proyectos de producción de energía, de alimentos, de agua, cómo hacemos para cambiar eso. Esas son las cinco dimensiones de nuestra visión de desarrollo.

Parecería secundario preocuparse en la recuperación de la biodiversidad, pero es un componente muy profundo justamente en la recuperación del hábitat en las ciudades…

Porque sostener las ciudades como un modelo de antagonismo con la naturaleza no es sostenible, es tremendamente caro y es absurdo. En realidad las ciudades tienen que adecuarse al ambiente natural para poder financiar todo lo que la ciudad debe de producir. La experiencia de vida de un ciudadano hoy día, de una ciudad típica en América Latina, es dominante, es decir, en América Latina que es el subcontinente que más rápida urbanización ha tenido, las interacciones con la naturaleza se van a dar en la ciudad o no se van a dar. Cuando un niño crece sin tener interacciones con la naturaleza no va a saber después defenderla. Así que, siendo esta la situación, es absolutamente necesario mover el escenario de conservación del lugar lejano al lugar más cercano del ciudadano, para poder tener un ciudadano que no esté fraccionado o fragmentado moralmente, para poder darle a la ciudadanía la posibilidad de practicar lo que cree y esto, fundamentalmente, es una alianza con la naturaleza y no lo contrario, lo que veníamos haciendo.

¿No hemos entendido entonces que aislarnos de la naturaleza nos hace un enorme daño?

Si uno contabiliza lo que a una ciudad le va a costar sostener la infraestructura que contiene lejos a la naturaleza, posiblemente los números van a ser reveladores, no es posible contener a la naturaleza, alejarla, mantenerla en zonas territorialmente marginales, no es sostenible mantener la relación con el río que tienen las ciudades, es necesario cambiarla para que el río mismo produzca un beneficio, ¿dónde se debería producir ese beneficio? Pues en la experiencia del ciudadano. Nosotros creemos que las municipalidades en América Latina y en otras partes del mundo, deben moverse de administrar la economía de la ciudad etc., todo esto que es necesario seguirlo haciendo, pero debe moverse hacia el diseño de las experiencias del ciudadano, es decir, una municipalidad en el futuro será buena porque diseña experiencias del ciudadano ahí donde hay espacio de mejora de la experiencia. Me pongo a pensar, por ejemplo, en el trayecto que hace una muchacha de 20 años entre su casa y la parada del bus. Normalmente, lo que sabemos es que es desagradable ese trayecto por muchas razones: por razones culturales, por dificultad de infraestructura, etc. Cuántas oportunidades de mejorar hay en ese trayecto, eso es algo que nos obsesiona en Curridabat, es decir, ahí hay un espacio de mejora, cuántas experiencias deberíamos de mejorar para tener una ciudad realmente agradable, armoniosa, donde la convivencia, la infraestructura, el hábitat, la productividad y la biodiversidad tengan una integración lógica, seguro no muchas, pero por ejemplo hay que modificar la experiencia del colibrí, ¿cuántas veces vemos un colibrí en la calle? es posible que lo veamos en los patios de las casas, pero no en la calle, y por qué eso es así, bueno, porque posiblemente no hemos pensado en la calle como un corredor de polinización. Cuando hablamos de “Espacios de Dulzura” lo que visualizamos es que en cada casa haya un jardín colorido, que en cada calle haya un corredor biológico y que cada barrio sea un ecosistema, y eso es totalmente compatible con la vida urbana.

La Network dialogó con Edgar Mora Altamirano, alcalde de Curridabat (Costa Rica), sobre el proyecto “Espacios de Dulzura”.

¿Cuál es el rol del ciudadano dentro de este proyecto?

Muy importante porque el ciudadano, no sólo en América Latina, pero en América Latina con mucha fuerza, se ha concebido así mismo por razón del clientelismo político en un beneficiario de las políticas del estado y no en un ciudadano productor de soluciones. Y este cambio de paradigma es fundamental, pero para poderlo generar hay que discutir sobre las membresías en la ciudad. Por qué yo como alcalde cuando me reúno con gente en un barrio llegan solo los propietarios y no los que alquilan, los que viven alquilando, bueno, porque los que viven alquilando no se sienten habitantes de lugar, no se sienten habitantes con una voz propia, pero si uno sigue privilegiando como socio fundamental, como miembro platino, vamos a decir, al propietario va a seguir privilegiando al hombre porque en América Latina un buen porcentaje mayoritario por muchos sigue en manos de hombres; entonces, estamos generando ciudades teniendo como contraparte una única voz, las demás voces no se escuchan y eso es fundamental cambiarlo. La función de una municipalidad, de un gobierno local en la gobernanza, la primera de ellas, es nivelar el piso, nivelar el piso para permitir las competencias y las colaboraciones entre los ciudadanos en igualdad de condiciones y cuando eso suceda vamos a avanzar mucho en la formulación del ciudadano. Aquí es fundamental reconocer que además, para todo un país, el ciudadano se forma solo en las ciudades, los ciudadanos no se forman en las aulas de colegios ni escuelas, no se forman en las iglesias ni se forman en las empresas se forman en las ciudades conviviendo entre sí y resolviendo problemas morales que surgen de su convivencia y ahí lo importante es que el ciudadano haga su ciudad, pero que haciendo su ciudad, se convierta en ciudadano; entonces, hacer su ciudad es importante pero que se haga ciudadano es todavía más importante.

Pero entonces ¿el proyecto contempla todo un trabajo de cultura ciudadana, de ciudadanía sostenible para que sean los ciudadanos también quienes ayuden ya al proyecto?

El proyecto hasta donde estamos desarrollándolo toca 21 barrios distintos que normalmente tienen una edad de más de 25 o 30 años, lo cual significa que fueron o han sido habitados por personas que nunca opinaron sobre el barrio en el que compraron una casa o en el que habitan, porque no tuvieron oportunidad; eran barrios que previamente habían sido urbanizados sin participación de esa persona que fue un comprador pasivo o un habitante que por haber comprado algo ya hecho no colaboró en la forma en la que el barrio debería tener. Pero, ahí hay un conocimiento enorme que es el de la experiencia de haber vivido ahí por muchos años, sumado a la experiencia que tiene la Municipalidad sobre la funcionalidad de ese barrio y entonces eso permite rediseñar los barrios. La clave para el rediseño de barrios y para la incorporación entusiasta de la gente, es casualmente la idea del corredor biológico, es decir, cuando yo convoco a un grupo de ciudadanos a venir a una reunión sobre el presupuesto municipal o sobre una política determinada, vienen sólo los que están absolutamente interesados en eso y en llevarse algo, vamos a decir una parte del presupuesto. Pero cuando nosotros convocamos para dar cabida a polinizadores, para hablar de la conservación de la naturaleza en la ciudad, para hablar de la importancia de las abejas nativas, de las mariposas y del colibrí, las reuniones se llenan de gente, se llenan de gente que quieren ver cosas hermosas, las que produce la naturaleza cerca de su casa, cerca del lugar donde habitan. Y la primera colaboración no se basa en la idea de cuál es el barrio que quiero, sino, cuál es el mejor barrio que podríamos tener considerando que no vivimos solos en la ciudad, que vivimos con un conjunto de flora y fauna a la que también le debemos de dar un campo. Lo que hemos descubierto es que estos barrios que fueron construidos en esa época no contemplaron la posibilidad de integrar la naturaleza y en la oportunidad de integrar la naturaleza, la gente encuentra entusiasmo, encuentra apertura, encuentra concentración, encuentra ternura y eso es fundamental para sacar adelante cualquier proyecto.