El tema por estos días es, sin duda, la reforma tributaria. Mencionaré a grandes rasgos algunos puntos objeto de debate pero creo que se ha dejado de lado sus efectos, las estimaciones que el Ministerio de Hacienda y Crédito Público ha realizado en cuanto a los impactos sociales y económicos de la reforma que espera recaudar $25,9 billones en 2023 y $50 billones en 2026.
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En primer lugar, a pesar de que es un documento extenso de 130 páginas, el texto se lee de manera fácil y relativamente sencilla. En segundo lugar, hay que analizarla de manera integral, pues si uno revisa la cantidad de impuestos que hay para quienes ganan más de $10 millones, estas personas, que son quienes invierten y consumen, quienes sustentan la economía, pueden ver minados sus gastos y esto repercute negativamente en la economía nacional. En tercer lugar, estoy completamente de acuerdo con los impuestos verdes y saludables. Los primeros ya se venían implementando en el país, de hecho, se dejaron de consumir 714 millones de bolsas por efectos del impuesto que lleva su nombre y su consumo se ha reducido en un 70% en 5 años. El impuesto al carbón, oro y petróleo no debe ser a las exportaciones, sino a la producción, sin embargo, esto va en línea con la diversificación del aparato productivo y la transición energética que Colombia viene adelantando de manera favorable y su consecuente esfuerzo para mitigar el cambio climático. En cuanto a los impuestos saludables, esto es novedoso y hay que ir más allá y reconocer que su efecto no radica solo en el aumento del recaudo, sino en reducir el consumo de alimentos dañinos y ahorrarnos una posible enfermedad, y mayores gastos, a futuro.
Claro que estoy de acuerdo con que quien más tenga pague más. Por ese principio creo que todos, sin excepción o quizás solo exceptuando a quienes estén en bajo la línea de pobreza, deberían pagar acorde a sus ingresos. Esto genera sentido de pertenencia y responsabilidad, al final es un deber como ciudadanos y si precisamente no hay recursos suficientes no podemos subsidiar de manera permanente.
Respecto a las estimaciones del ministerio, la reforma permitiría reducir la pobreza en 3,9pp y en 4pp la pobreza extrema. Además, la desigualdad caería 9 veces el promedio de los últimos 14 años; el Coeficiente de Gini de reduciría de 0,543 a 0,491 y los ingresos del percentil 90 no serían 11 veces mayores a los del percentil 10 sino de 8,9. Estos análisis se hacen teniendo en cuenta que los recursos obtenidos se dirigirán a la población pobre y pobre extrema, es decir, a los grupos A y B del SISBEN IV.
Ahora bien, a pesar de que los efectos parecen positivos y Colombia entraría en una senda deseada por todos, aún hay una serie de inquietudes que quedan pendientes. ¿Por qué el gobierno habla de austeridad pero a su vez quiere crear nuevos ministerios, consejerías y superintendencias? ¿Por qué no se amplía la base tanto de declarantes como de pagadores? ¿En qué se va a gastar el recaudo exactamente? No se ha mencionado mucho la inflación en este contexto y la capacidad adquisitiva de todos ha disminuido, ¿cómo conciliar el tema con la reforma? Se habla de reducir y castigar la evasión, pero ¿cuáles son las acciones concretas? Solo se habla de ingresos tributarios, ¿no hay otras fuentes no tributarias que reduzcan la presión sobre los colombianos?
Yo espero que como el proyecto se radicó al inicio del periodo legislativo, le dediquen el suficiente tiempo para estudiarla y debatirla con todo el rigor que lo amerita a pesar de que el gobierno cuenta con las mayorías y que, como dijo un experto, estas reformas en gobiernos de izquierda normalmente no cuentan con una oposición fuerte y más bien tienen apoyo social y amplia legitimidad. ¿Será que los nuevos congresistas están en capacidad de hacerlo? Ya veremos.