Rosario y la fábrica de nativas

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Juan Manuel Diaz
16 mayo, 2017 - Ecología Urbana

Existe en un rincón de Rosario, un tesoro natural que tres pares de brazos mantienen floreciente desde hace pocos años: es el vivero de plantas nativas que funciona en el Bosque de los Constituyentes, un pequeño paraíso de 260 hectáreas ubicado en el oeste de la ciudad donde César Massi y Diego Solís —los responsables del lugar— dejan horas de trabajo y pasión con el objetivo de volver a dotar a Rosario de lo que nunca debió haber perdido: su flora autóctona.

Con la ayuda del aprendiz Nicolás Ramos, los dos profesionales hacen camino al andar rastreando, cultivando y trasplantando centenares de ejemplares de especies nativas de la región en un trabajo artesanal en el cuál construyen conocimiento día tras día, ya que existen escasísimas referencias académicas sobre plantas locales.

Además de hermoso, útil y sustentable, el vivero tiene otro agregado que lo hace único en su tipo en el país: es municipal, lo que significa que los árboles y enredaderas que crecen bajo los mimos de sus tres protectores servirán para el disfrute de la mayorías ciudadanas que ya pueden apreciar su aroma, sus colores y su armonía con el ambiente en calles y parques de la ciudad.

«Nuestro trabajo es el cultivo de árboles nativos y el proceso de investigación asociado a eso, que va desde la recolección de semillas a la identificación de ejemplares madre para sacar esas semillas, tanto como la formación del árbol y las características de cada especie una vez plantadas en la tierra», resume Massi, quien junto su compañero destacó que todo el trabajo es 100 por ciento agroecológico ya que sólo utilizan abonos naturales y prescinden de cualquier tipo de pesticida.

Del monte y de la isla, o de zonas un poco más alejadas de la provincia y hasta de otros lugares del país, los nativas son llamadoras de aves e insectos y la mejor garantía de equilibrio y sustentabilidad del ambiente: «El objetivo es recuperar los ecosistemas naturales propios de esta zona con especies que son de acá, mejor adaptadas al clima y menos propensas a plagas, y que además son lugar de desarrollo de fauna y mariposas regionales. Es toda una cadena que se pone en marcha», agregó Nicolás Cordero, director de Parques y Paseos de la municipalidad.

Amor de padre

César y Diego son artesanos de la tierra. Recorren cada hilera de plantas (desde cajones con semillas recién implantadas hasta ejemplares que superan el metro de alto) deteniéndose en cada especie para contar con detalle y cariño de padre cómo va creciendo cada una, qué las afecta y cuáles esperan que sean sus características a futuro.

Los dos muestran a una de las más emblemáticas del vivero: la azota caballo, una especie que crece como árbol muy típica de la provincia que hace pocas semanas fue implantada en el Parque Alem. «Es una planta que respondió muy bien al cultivo en vivero y que no había antes en la ciudad», contó Solís, quien destacó que sus flores lilas y amarillas dicen presente casi todo el año y que a sus virtudes naturales por ser de la zona se agrega una fina línea estética.

Otra rareza que crece en el Bosque es el fumo bravo, una planta que utilizaron mucho para generar bosque en el propio predio y que, como el azota caballo, florece casi todos los meses del año.

La cantidad de especies es enorme: quebracho blanco, chañar, guayacán, espinillos, sinas sinas, zen de campo, palo amarillo, pezuña de vaca, coronillo, curupí, guayaba y la lista sigue hasta completar 72 variaciones.

El mérito es enorme ya que hace tres años, cuando el proyecto empezó a funcionar, había 400 árboles contra 3700 que hay en la actualidad. Un número que a fin de año debería llegar a los 5 mil y que será cada vez mayor gracias en parte a la nueva Ley del Árbol provincial, que establece la obligación de reforestar los campos para luchar contra el cambio climático y atemperar los efectos de las inundaciones.

Los dos jardineros cuentan con detalle las virtudes de cada especie de árbol, arbusto o planta y dejan escapar anécdotas sobre el inventario personal de especies raras que existen en la ciudad, que ellos dos censan con el rigor de un estadístico y la preocupación de un médico.

Algunos de esos casos «raros» son un ejemplar de pito canuto que «vive» frente al Heca, y un algarrobo desplegado con toda su majestuosidad en el parque Irigoyen, joyas autóctonas que persisten en lugares que, en su momento, fueron forestadas siguiendo criterios estéticos importados.

«El trabajo y el amor de los chicos es maravilloso y si seguimos así vamos a tener que agrandar las instalaciones en poco tiempo, porque el crecimiento del vivero es constante», dijo el director de Parques y Paseos.

Conocimiento local.

Además de producir árboles, en el Bosque de los Constituyentes se desarrolla otro bien mucho más difícil de medir: el conocimiento. «Mucha de nuestra tarea es experimental porque hacemos ensayos de germinación e implantación con poca o nula documentación previa. Casi no hay trabajos académicos sobre este tema», puntualizó Massi.

El y Solís suelen salir en recorrida por la ciudad, el monte y la isla buscando ejemplares reproductores a modo de investigación de campo y tarea práctica de vivero. «Nuestro trabajo tiene dos fines: la generación de conocimiento para poder continuar el trabajo en el tiempo, y la difusión de las nativas para mejorar la biodiversidad de la ciudad» agregó, para luego resaltar el valor único del lugar al ser una iniciativa estatal.

«Este espacio es del Estado y eso significa que lo que producimos es para la ciudad y para que la gente lo disfrute, y la pasión por las nativas deje de ser algo de un grupo reducido de gente. Lo que producimos lo disfruta el vecino, es toda una tarea de difusión y de volver a incluir en la cultura popular el patrimonio natural de la provincia para que volvamos a tener una relación más cercana con el algarrobo y otras especies propias», explicó.

A fuego lento César y Diego fueron generando conocimiento, primero estudiando sobre géneros y especies y ahora con precisiones específicas sobre las 72 especies que germinan y crecen a la intemperie y bajo techo en el vivero, después de optimizar con «ensayo y error» los procesos de siembra, formación y presentación del árbol.

Por ahora se han plantado en parques de la ciudad el azota caballo y el zen de campo, y piensan avanzar con una especie rara (que no es específicamente de esta zona) como el ceibo jujeño. Primero trabajan en los parques, mientras estudian qué especies pueden responder mejor a la vida en las calles y veredas urbanas.

«El trabajo lo hacemos observando el árbol en su entorno y luego vemos cómo adaptarlo a la ciudad, ya que el objetivo es difundir y cultivar nativas para ganar en biodiversidad y para generar pertenencia de los ciudadanos con los árboles del entorno» argumentaron los viveristas.

Nicolás Cordero coincidió: «El conocimiento generado tiene una importancia tremenda porque sobre el manejo de especies nativas en vivero no hay casi documentación en el país, eso es un capital humano tremendo».

Estado lúcido.

En tiempos donde cuesta defender lo público y se suele cuestionar al Estado «bobo», desde la Municipalidad la apuesta por este proyecto 100% público es total: «Arrancamos desde cero y para Rosario es algo fundamental. El vivero nos permite incorporar especies que no existen en la ciudad, identificar especies raras, recolectar sus frutos y reproducirlos lo que a su vez mejorará la biodiversidad local», apuntó Cordero, quien resaltó que «no existen experiencias de este tipo en otros lugares del país».

El objetivo primero es diversificar el arbolado urbano e identificar qué especies pueden estar en calles y veredas, y cuales precisan el espacio de un parque. Siempre con la premisa de los beneficios que aportan las nativas en cuanto a fauna local.

Pero también la idea es que el vivero sirva de experiencia «exportable» cuando vaya tomando fuerza la nueva normativa provincial sobre forestación, que exige a privados plantar árboles en campos para comenzar a paliar la deforestación sufrida durante las últimas décadas por la expansión de la frontera agrícola.

«La Ley del Árbol prevé la creación de una red de viveros forestales y el conocimiento acumulado en estos tres años de ensayos y estudio puede ser clave», dijo el funcionario.

Fuente: Diario La Capital de Rosario