La preocupación por el cambio climático ha llevado a Europa a buscar soluciones sostenibles para reducir la huella de carbono o contaminante. Entre las múltiples estrategias, la sustitución de rutas aéreas por viajes en tren ha emergido como una opción aparentemente viable. Este cambio promete reducir significativamente las emisiones de carbono y también pretende ofrecer beneficios económicos y sociales.
El avión, no hay duda, es uno de los medios más rápidos y convenientes para viajar largas distancias. Sin embargo, también es uno de los mayores contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero. Un vuelo corto puede emitir más Dióxido de Carbono (CO2) por kilómetro recorrido por pasajero que un viaje en tren de igual distancia. De acuerdo con la Agencia Europea de Medio Ambiente, la aviación es responsable del 3,6 % de las emisiones totales de la Unión Europea UE y el porcentaje está en aumento debido al crecimiento del tráfico aéreo.
El tren, en contraste, es una opción más ecológica. Los trenes eléctricos, en particular, pueden operar con energías renovables, lo que reduce drásticamente las emisiones de carbono. Incluso los trenes diésel emiten hoy significativamente menos CO2 que los aviones. Además, quienes defienden a los trenes, señalan que el transporte ferroviario puede aliviar la congestión en los aeropuertos y reducir la necesidad de construir más infraestructura aeroportuaria.
Algunos países europeos ya han implementado políticas para promover el uso del tren sobre el avión. Austria suprimió todos los vuelos en los que el viaje en tren pudiera durar menos de tres horas, aunque sólo se terminó eliminando el trayecto Viena-Salzburgo. Además, estableció un impuesto de 30 euros sobre todos los vuelos de menos de 350 kilómetros que salgan de los aeropuertos austriacos.
Francia prohibió vuelos domésticos en rutas donde exista una alternativa en tren de menos de dos horas y media de duración. La medida hasta ahora ha registrado resultados mínimos, casi simbólicos, pero sentó un precedente en este propósito.
Alemania también ha tomado medidas. La Deutsche Bahn, la compañía nacional de trenes, ha ampliado y mejorado su red de trenes de alta velocidad, proporcionando una alternativa viable y atractiva a los vuelos cortos. Además, el gobierno alemán ha reducido el impuesto en los tiquetes de tren para hacerlos más competitivos frente a los tiquetes de avión.
Hay ejemplos de éxito que demuestran que la transición es viable. La ruta París-Bruselas, que solía ser una de las rutas aéreas más concurridas de Europa, ha sido prácticamente reemplazada por el tren de alta velocidad Thalys (convertido a Eurostar). Otro ejemplo es la línea Madrid-Barcelona en España. La introducción del tren de alta velocidad AVE redujo el número de vuelos entre las ciudades, ofreciendo un tiempo de viaje comparable y una experiencia más cómoda. Hay tramos entre estas dos ciudades donde los tiempos de espera en los aeropuertos y los controles de seguridad, superan los tiempos de viaje en tren y eso hace atractiva la opción ferroviaria.
Para los defensores de los trenes, estos ofrecen una mayor capacidad de carga y transporte de pasajeros, lo que puede reducir los costos operativos y aumentar la eficiencia. Y desde una perspectiva social, dicen, los trenes proporcionan una experiencia de viaje más cómoda y accesible. Las estaciones de tren suelen estar ubicadas en el centro de las ciudades, lo que facilita el acceso y reduce el tiempo de traslado. Además, los trenes son más inclusivos para personas con discapacidades y ofrecen más espacio para el equipaje, bicicletas y otros equipos.
A pesar de los beneficios mencionados, la sustitución de rutas aéreas por trenes enfrenta varios retos. El principal obstáculo es la infraestructura. Aunque Europa tiene una extensa red ferroviaria, aún hay muchas áreas que necesitan mejoras significativas para soportar un aumento en la demanda. La modernización y electrificación de las vías ferroviarias requieren inversiones sustanciales, y la construcción de nuevas líneas de alta velocidad puede ser muy costosa. Otro desafío es la integración de los sistemas ferroviarios. La falta de un sistema de billetes unificado y la disparidad en los estándares técnicos entre países pueden dificultar los viajes internacionales en tren.
Por último, los gobiernos también deben considerar incentivos económicos para fomentar el cambio. Por ejemplo, reducciones en impuestos y tarifas para los viajes en tren. Y aquí sí que hay diferencias: las aerolíneas pagan cero impuestos o aranceles por su combustible en la UE y los pasajes de avión también están exentos de IVA.
Ahora bien, las empresas aéreas tampoco se quedan quietas. Es probable que los vuelos de corta distancia sean los primeros segmentos de la industria de la aviación en descarbonizarse, ya que la mayoría de los proyectos en curso en materia de aviación eléctrica, híbrida-eléctrica y propulsada por hidrógeno se centran precisamente en aviones pequeños diseñados para cubrir distancias cortas.
El tiempo dirá si esta transición sucede. Seguiremos atentos.
Hasta pronto y gracias por su lectura.