Anita Zaidi
SEATTLE – En los últimos quince años, la comunidad internacional hizo grandes avances en la mejora de la salud infantil. Pero todavía queda mucho por hacer: cada año siguen muriendo millones de niños de menos de cinco años por enfermedades evitables y curables, como la diarrea y la neumonía.
La mayoría de la gente supone que las principales causas de muerte infantil son la malaria o el VIH/SIDA. Pero la diarrea y la neumonía encabezan la lista de mayores amenazas a la supervivencia de los niños, y lo han hecho durante los más de treinta años de los que se lleva registro. Según el reciente Informe de avances 2016 en relación con la neumonía y la diarrea, el año pasado las dos enfermedades causaron 1,4 millones de muertes de niños y una de cada cuatro muertes de niños de menos de cinco años. La mayor mortandad se da en el sur de Asia y en África subsahariana.
Enfrentar a los dos mayores asesinos de niños en todo el mundo puede parecer una tarea ardua, pero tenemos todo el conocimiento que se necesita para organizar una respuesta eficaz. Ya sabemos qué virus, bacterias y parásitos debemos atacar; qué intervenciones tienen alta probabilidad de éxito; y qué países las necesitan más.
El 72% de las muertes infantiles por neumonía y diarrea se concentra en sólo quince países que son objeto del Informe de avances. Este analiza lo hecho en el nivel nacional y muestra que si bien el año pasado hubo avances en la mayoría de los países, en algunos de los más grandes las mejoras han sido mínimas, y algunos no progresaron en lo absoluto. La mayoría de las muertes se producen en los primeros dos años de vida.
Para cambiar esta situación, es necesario que los gobiernos incrementen sus esfuerzos de lucha contra la neumonía y la diarrea, lo que incluye garantizar que los padres tengan acceso a la información que necesitan para proteger a sus hijos. En esto es fundamental que los ciudadanos de a pie hagan oír su voz y responsabilicen a sus gobiernos.
La buena noticia es que hay tres intervenciones relativamente sencillas que pueden ser muy eficaces.
La primera es la lactancia materna, una intervención antiquísima y gratuita. Alimentar al bebé exclusivamente con leche materna durante los primeros seis meses de vida es una de las formas más fáciles de prevenir la diarrea y la neumonía. La leche materna tiene todos los nutrientes que necesitan los bebés para crecer y también anticuerpos que al reforzar su sistema inmunitario los protegen de enfermedades y ayudan a acelerar su recuperación.
El Informe de avances calcula que la lactancia materna podría evitar alrededor de la mitad de los casos de diarrea y un tercio de las infecciones respiratorias. Pero la proporción de madres que sólo alimentan a sus hijos con leche materna durante los primeros seis meses de vida se mantiene reducida; en diez de los quince países evaluados en el Informe de avances, esa proporción no llega a la mitad de las madres.
Para aumentarla, es necesario que los gobiernos garanticen que las madres reciban asesoramiento y ayuda. Esto implica capacitar al personal sanitario; crear redes de apoyo comunitarias, por ejemplo grupos de madres; invertir en campañas de modificación de conductas; y crear una cultura que apruebe y aliente la lactancia materna.
La segunda intervención crucial es mejorar el acceso a agua potable, el saneamiento y la higiene en las casas y en las comunidades. En todo el mundo, según UNICEF, unos 2400 millones de personas todavía no tienen acceso a medidas de saneamiento modernas, y 663 millones no tienen acceso a fuentes de agua seguras. Muchos niños todavía carecen de agua potable, acceso a instalaciones sanitarias (retretes) básicas y buenas prácticas de higiene.
La mala calidad del agua y la falta de sistemas de saneamiento fiables para el tratamiento de los efluentes humanos son importantes factores de difusión de enfermedades. UNICEF informa que algo tan simple como lavarse las manos con jabón puede reducir la incidencia de la diarrea y de las infecciones respiratorias más de 40% y 25%, respectivamente.
Mediante la inversión no sólo en sistemas de potabilización del agua y saneamiento, sino también en programas educativos que alienten mejores prácticas higiénicas y el uso del retrete, los gobiernos pueden cortar el círculo vicioso de diarrea y malnutrición causante de daños físicos y cognitivos irreversibles. Los niños beneficiados estarán mejor preparados para ir a la escuela y convertirse en adultos sanos y educados.
La tercera intervención clave es la vacunación. Es la medida más rentable para la prevención de enfermedades infantiles; y ya hay vacunas para las bacterias más comunes causantes de neumonía (el neumococo y la Haemophilus influenzae tipo B) y para los rotavirus, principales causantes de diarrea. Pero la mitad de los niños del mundo viven en áreas sin un programa nacional de vacunación antineumocócica, y sólo el 15% de los niños de los países más pobres del mundo tienen acceso a la vacuna antirrotavirus.
La creación de programas nacionales de inmunización permite a los gobiernos proteger a todos los niños de las enfermedades que suponen mayor riesgo de muerte o secuelas graves. También es necesario trabajar para garantizar que las familias usen los servicios de vacunación, lo que incluye educar a los padres acerca de su importancia.
No puede ser que todavía sigan muriendo niños por neumonía y diarrea. Aunque ninguna intervención por sí sola bastará para evitarlo, una implementación veloz y coordinada de las tres medidas aquí descritas puede ser muy eficaz para prevenir la neumonía y la diarrea, especialmente en el caso de los niños más vulnerables, y permitir a los beneficiados tener vidas sanas y productivas.
Traducción: Esteban Flamini
Anita Zaidi es directora del Programa de Enfermedades Entéricas y Diarreicas de la Fundación Bill y Melinda Gates.
Copyright: Project Syndicate, 2016.
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