Un ingeniero civil con sueños de urbanista, de poeta, de bohemio es el hombre detrás del proyecto de Distrito Cultural San Ignacio que se presentó en Medellín. Opina que “Latinoamérica ha olvidado sus centros históricos”.
La vocación de trabajar por las ciudades le surgió a este colombiano, que estudió Ingeniería Civil, a partir de sus estudios complementarios de Desarrollo Económico.
Se llama Hernando Gómez Botero y es en la actualidad el director del Distrito San Ignacio, proyecto que tiene por objetivo repotenciar el patrimonio, la cultura y la educación en un área de cuatro barrios del centro de Medellín, la segunda ciudad colombiana que al igual que otras urbes de Latinoamérica, quiere recuperar sus centro histórico.
Del desarrollo económico, de esa área de conocimiento dice Gómez, “es fascinante” porque es la manera como las ciudades y sus ciudadanos pueden progresar a la par de la sociedad misma. Eso le llevó desde su juventud a trabajar en barrios vulnerables de Medellín y algunas ciudades intermedias de Colombia.
A partir de sus estudios de maestría en Urbanismo e inspirado por los foros urbanos de ONU Habitat, construyó el proyecto ‘Transformación de Ciudades’ que presentaba “un contenido filosófico y práctico de cómo se pueden construir ciudades sostenibles y humanas” y que le fue formulado al Grupo Argos que lo acogió y, con un acuerdo de entendimiento con ONU Habitat, empezaron a desarrollar con base en la Nueva Agenda Urbana (NAU).
“Los foros urbanos pensaron primero en dotar de condiciones básicas a las personas como los servicios públicos básicos; luego pensó en la vivienda y ahora están pensando en espacio público”.
De allí, afirma, y como ejemplo de un tiempo en el que se debe trabajar en construcciones colectivas, se unieron cuatro organizaciones e instituciones de la ciudad para impulsar la creación del Distrito San Ignacio sobre el que Gómez dialogó con LA Network.
¿De dónde surgió el proyecto del Distrito San Ignacio?
Surge del trabajo de pensamiento, de la unión de cuatro organizaciones que son la caja de compensación familiar Comfama, la Universidad de Antioquia, Proantioquia y el Grupo Argos sobre cómo ayudar a las administraciones a dotar no solo con condiciones mínimas al centro de la ciudad sino de tenerlo como un baluarte patrimonial, además de un punto de encuentro ciudadano. Medellín viene trabajando desde hace unos 20 a 30 años en dar las condiciones de habitabilidad mínima a nuestros barrios, pero se nos quedó por fuera el centro de la ciudad.
¿Cuáles son sus objetivos con el Distrito integrado por cuatro barrios?
Lo que pretendemos estos cuatro impulsores es presentar una propuesta de intervención integral, primero con el hábitat que da las condiciones para que en ese hábitat florezcan el arte, la educación, la convivencia. Generar unas condiciones superiores en las que todos los actores (culturales, educativos y comerciales) que allí están asentados pueda tener mucho más éxito y para que la gente que vive allí siga viviendo en ese territorio y no se los expulse porque esto fomenta el deterioro de los centros de las ciudades.
Ese fenómeno de deterioro de los centros históricos es transversal a las ciudades latinoamericanas…
Así es. Esto no es solo un caso de Medellín, sino que es común a la mayoría de los centros de las ciudades latinoamericanas y del mundo que se han olvidado de ellos. Muchas vienen trabajando para recuperar sus centros históricos, en el caso del centro de Medellín ya se viene pensando cómo mejorar estas condiciones de vida para que sea más armónico el desarrollo y ese vivir en las condiciones ideales para que haya habitantes, pues una ciudad que no tenga habitantes no es de nadie. Un centro habitado por la gente tiene mucho poder porque la gente se apropia, lo cuida.
Tengo entendido que ustedes visitaron varias ciudades para comprender mejor lo que querían hacer…
Visitamos entre otras Guayaquil y Cincinnati. De la segunda vimos un modelo totalmente distinto a lo habitual a las ciudades latinoamericanas con el modelo de planificación europeo y español. Allí los empresarios se preocuparon por el abandono del centro ya que el modelo estadounidense se basa en el uso del vehículo, el individualismo y las largas distancias que los llevaron a vivir en los suburbios, abandonando el centro. De ellos aprendimos que teníamos todo en Medellín. Ellos pensaron en llevar oferta cultural, nosotros ya la teníamos; a potenciar su patrimonio, nosotros ya lo conocemos; llevaron nuevos modos de transporte y nosotros ya tenemos tranvía.
Sobre Guayaquil pudimos ver lo complejo que son las ciudades portuarias ya que su centro histórico estaba muy expuesto a esas dinámicas de los puertos en los que no siempre hay apropiación de sus centros históricos. Experimentamos sus calles amplias diseñadas para habitar un entorno caluroso y su arquitectura de sombras.
Allí existen en las esquinas unos espacios con bancas que tradicionalmente eran puntos de encuentro y de diálogo de los habitantes pero que se fueron perdiendo por la entrada masiva de vehículos y buses con su ruido y demás que alejaron a las personas. Eso se está tratando de transformar llevando otros modos menos contaminantes y que vemos que en el Distrito San Ignacio ya tenemos con el tranvía, pero que debemos trabajar más para evitar la movilidad que está pensada para cruzar por el centro (buses y demás) para pensar en un distrito más caminable, para la bici y medio como los triciclos, por ejemplo. Se nos olvidó que la forma más antigua de moverse son los pies.
El territorio del Distrito es totalmente caminable…
Desde el centro geográfico del Distrito tenemos cerca de 500 metros alrededor y allí está disponible toda la oferta y todos los atractivos. Entonces haciendo referencia a una ciudad que es puerto y entra a esta ola de recuperación de los centros históricos, imagínate nosotros que tenemos toda la fuerza, toda la potencia, las posibilidades son inmensas. Esto no se repite en la mayoría de centros de las ciudades latinoamericanas. En Buenos Aires donde el arte es muy importante hay también otro aspecto muy rico como la gastronomía que hace mucho más potente la oferta de estos centros, que estimula la aparición no solo del turismo local sino internacional y eso pasa en la capital argentina. Uno pasa del teatro a la música y a la gastronomía. Eso es lo que queremos que nuestros ciudadanos o visitantes hagan, que disfruten todo un día en el distrito, que puedan pasar de escuchar un concierto a visitar un lugar patrimonial o un bar.