Una mejor manera de ir de la “I” al “D”

derecho_1
LA Network Ciudades
30 abril, 2017 - Ciencia y Tecnología

Por Edward Jung

BELLEVUE, WASHINGTON – Cuando los líderes empresariales se reúnen para hablar sobre la innovación de sus sectores, generalmente se enfocan en iniciativas como mejorar el financiamiento del gobierno para la investigación básica o el desarrollo de centros e incubadoras de tecnología. Pero un elemento crucial de la «innovación» suele estar ausente de estas conversaciones: los productos finales.

No es por descuido. Por el contrario, esta ausencia es sintomática de un problema mucho más grave que afrontan las empresas de todos los tamaños en casi todas las industrias. En pocas palabras, el desarrollo de productos queda en segunda fila en la estrategia de innovación porque está roto el vínculo financiero entre ideación y comercialización.

Para que las economías prosperen, las buenas ideas necesitan un empujoncito que las acerquen llegar al mercado. Después de todo, los productos innovadores hacen la vida más sana, eficiente y divertida. Pero hay una amplia evidencia de que el desarrollo (el «D» en I + D) no ha seguido la velocidad de la «I”, la investigación moderna.

Hasta las economías más sólidas tienen un excedente de ideas que nunca llegan a los consumidores. En Estados Unidos solo el 5% de todas las patentes activas reciben licencias o se comercializan. La mayoría de las empresas utilizan menos de un cuarto de las invenciones que poseen. Las transferencias de tecnología desde el mundo académico no van tan bien, tampoco. Aunque desde 1969 se han expedido más de 75.000 patentes a las universidades estadounidenses, la gran mayoría de las oficinas de transferencia tecnológica (las unidades administrativas que gestionan la producción intelectual de una escuela) no logran generar ingresos suficientes para cubrir sus costos de operación.

Si queremos revertir estas tendencias y maximizar la producción de innovaciones, necesitamos más mecanismos para financiar la comercialización de ideas inteligentes.

Por el momento, las empresas emergentes respaldadas por capitales de riesgo son el mecanismo estándar para pasar de «I» a «D»: se forman con el único propósito de impulsar buenas ideas por el canal de desarrollo. Y, dadas las altísimas valoraciones de algunas emergentes, es fácil suponer que un ecosistema saludable de empresas inteligentes y fondos de capital de riesgo es todo lo que se necesita para asegurar la innovación.

Pero la mayoría de las empresas simplemente son incapaces de llevar buenas ideas al mercado, porque carecen de acceso a fondos de capital destinados a la innovación. A menudo a las pequeñas y medianas empresas (PYME) les cuesta obtener financiación para desarrollar infraestructura de I + D. Las multinacionales utilizan las utilidades retenidas para este objeto, pero debido a que este enfoque puede afectar negativamente los valores de sus acciones en la bolsa, incluso ellas tienden a ser conservadoras en el impulso de nuevas ideas.

Compárese ese escenario con la manera en que las multinacionales financian las inversiones en infraestructura. Digamos, por ejemplo, que DuPont quiere construir una nueva planta de manufactura. Podría pedir prestado dinero a un banco y pagarlo de los beneficios resultantes. Pero necesitara capital para producir un nuevo producto químico en una planta existente, no podría obtener un préstamo, porque los bancos no saben cómo evaluar los riesgos de los productos innovadores (en el sector químico o cualquier otro).

A menos que sea uno un gigante como Alphabet, Apple o Tesla, no puede justificar el riesgo y el gasto de un programa de I + D a tabla rasa. En estos días, es probable que incluso las empresas más grandes prefieran adquirir una nueva tecnología preenvasada a desarrollarla internamente. Esa es una de las razones por las que las fusiones y adquisiciones son cada vez más comunes (y por qué algunos observadores las ven como la nueva I + D).

Esta situación tampoco es ideal para los inversionistas. Considérese el caso de la consola de juegos PlayStation de Sony, cuyo desarrollo atrajo mucho la atención de los inversores en los años noventa. Pero la única manera de respaldar el proyecto era comprar acciones de la empresa matriz, que abarcaba también los ámbitos de la música, el cine, cámaras y televisión. Este tipo de desalineación es tan ineficiente para las empresas como para los inversionistas. Y ni siquiera es una opción para las empresas más pequeñas: vender acciones es difícil cuando se es una PYME.

Es evidente que los actuales modelos de financiación ahogan la innovación y la inversión en productos específicos, y casi todos paralizan a las PYME. Los funcionarios gubernamentales con los que hablo están más preocupados por mantener la salud de las PYMES de sus países que por proteger las empresas multinacionales, por una buena razón: en todas partes representan una proporción abrumadora del empleo y su creación. Sin embargo, no tienen acceso a las oportunidades de financiamiento que merecen.

Para cambiar las cosas, las empresas necesitan vehículos de financiación vinculados al desarrollo de productos. Una idea es que los fondos basados en deuda ofrezcan bonos con rendimientos más previsibles, basados en los ingresos de los nuevos productos. Estos fondos podrían estructurarse para distribuir el riesgo entre una variedad de proyectos o sectores, lo que podría hacerlos más atractivos para los inversionistas que evitan los capitales de alto riesgo. Este tipo de financiación también permitiría una mayor alineación entre los inversionistas y los proyectos innovadores.

Las empresas con antecedentes comprobados, habilidades técnicas, equipos de gestión experimentados y canales de ventas establecidos son fuentes de innovación que ningún país puede permitirse el lujo de despreciar. Las limitaciones del actual régimen de financiamiento implican que los países estén dejando pasar la oportunidad. A pesar de pocas vías ya listas para la comercialización de productos, las empresas, los institutos de investigación y los laboratorios universitarios y gubernamentales del mundo gastan en su conjunto más de un billón de dólares en I + D anualmente. Sin un nuevo enfoque para el financiamiento de productos, la mayor parte de lo que descubran permanecerá en los estantes.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Edward Jung, ex Arquitecto en Jefe de Microsoft, es Fundador y Director de Tecnología en Intellectual Ventures.

Copyright: Project Syndicate, 2017.
www.project-syndicate.org