Una región en constante ebullición: los conflictos políticos de América Latina y el Caribe (ALC)

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Miguel Ángel Morffe Peraza
16 agosto, 2023 - Seguridad y Convivencia

En la cotidianidad de nuestra región, las divergencias sociales, económicas y políticas, trascurren con tanta frecuencia que se muestra como un territorio en donde existe una forma genuina de autodestrucción social a través de la violencia. Observar a diario noticias como el asesinato de líderes políticos, sociales, masacres por parte de bandas criminales, asesinatos, motines en cárceles y las menos violentas, pero si relevantes protestas sociales, dan indicios de que el sistema político en ALC está resquebrajado.

Mas allá de la pobreza y desigualdad con la cual se ha querido enarbolar en los discursos políticos las causas de muchos de los problemas que padece la región, deberíamos voltear la mirada hacia las debilidades institucionales de la cual parten los conflictos políticos que a menudo, erosionan la confianza en las instituciones gubernamentales y en el sistema de justicia. Esta falencia puede llevar a una disminución de la gobernabilidad, aumentar la corrupción y debilitar la capacidad del Estado para garantizar el cumplimiento de la ley y los derechos humanos.

Igualmente, en las prédicas y foros de instituciones internacionales siempre sale a relucir las cifras que bosquejan la realidad social de ALC. Por citar una de ellas, tenemos la del Banco Mundial que para 2022, estimó un 13,5% de pobreza extrema, dígitos que representa a 68,5 millones de personas o el índice Gini que estima en 0,45, es decir, que la distribución del ingreso es desigual, o sea, el 10% más rico de la población en ALC concentra el 41% del ingreso total, mientras que el 40% más pobre de la población solo concentra el 14% del ingreso total. Sin entrar en controversias semánticas, la pobreza y desigualdad tienen un efecto devastador, pero quizás esta haya sido la fórmula para mantener a la región tan desolada cual enfermo terminal, pero con otros propósitos.

A lo largo de la historia, los discursos han girado en culpar al opositor político o agentes externos de las cifras de pobreza y desigualdad, lo cual ha tenido eco en una población diezmada que solo busca trabajar para subsistir. Ejemplos en la región se tienen muchos y allí han logrado sembrar una quimera que ha permanecido invisible a pesar de las nuevas leyes, edificios o vías de comunicaciones para impulsar el desarrollo.

Por otra parte, encontrar países cuyos conflictos políticos no generen el impacto social y económico que observamos a diario, se convierte en una suerte de juego de azar en donde aparecen otros actores políticos que controlan medios para disminuir sus efecto y sobrecargar con otros mensajes distractores, los hechos de violencia que están generando destrucción del capital social. Tal vez deberíamos preguntarnos ¿si es el conflicto político el que genera estancamiento de la pobreza y desigualdad y no al contrario como se ha querido convencer? Quizás esta sea una disyuntiva en la cual se deba hacer más énfasis.

Derivaciones fáciles de mostrar

En este transitar de reflexión, podemos meditar acerca de las consecuencias que ha traído la crisis política en ALC. La primera de ellas se refiere al impacto económico. Los conflictos políticos pueden tener un impacto negativo en la economía, ya que la incertidumbre y la inestabilidad pueden desalentar la inversión extranjera, afectar la producción y el comercio, y llevar a la devaluación de la moneda. Esto puede resultar en un menor crecimiento económico y mayores tasas de desempleo. Además, pueden dificultar la implementación de políticas de desarrollo sostenible y programas sociales, en donde la falta de estabilidad política puede retrasar o detener proyectos de infraestructura, educación, salud y otros programas destinados a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Otra de sus secuelas las encontramos en las visibles divisiones existentes en la sociedad, profundizadas por los discursos y acciones ya sea a lo largo de líneas étnicas, económicas, religiosas o ideológicas. Esta obra sacada de un repertorio de teatro está conduciendo a una mayor polarización, dificultando el diálogo constructivo y haciendo más difícil la búsqueda de soluciones consensuadas. También, en muchos casos que no pueden ser disimulados, está provocando desplazamientos internos de población y el aumento de los flujos migratorios, generando tensiones en los países vecinos y receptores por las implicaciones que conlleva llegar a territorios cuyas realidades muestran cansancio social y económico.

Basta tan solo observar cómo se dibuja en blanco y negro, la realidad de millones de migrantes que huyen de la desventura de encontrarse en medio de un conflicto político como lo es el caso de Venezuela, Ecuador, Honduras o Nicaragua, o de una cruel toma de la criminalidad como lo es el caso de Haití por citar algunos de los patrones que delinean la crónica reciente de ALC.

Un tercer elemento que es relevante considerar es la inestabilidad política y social que trae de la mano este enfrentamiento. En efecto, los conflictos políticos pueden generar una mayor inestabilidad en la región y muestra de ellos la vemos a diario, afectando la confianza de los inversores, la economía y la calidad de vida de los ciudadanos, con el consecuente aumento de las protestas, disturbios civiles y agitación social.

Según el Observatorio Social de América Latina (OSAL), La cantidad de protestas sociales en América Latina y el Caribe ha aumentado significativamente en los últimos 3 años, en la que hubo un total de 150.000 protestas sociales entre 2019 y 2021. Esto representa un promedio de 50.000 protestas por año. En países como Venezuela, Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Haití, Argentina, México, Brasil y Cuba, se han concentrado la mayor parte de estas protestas.

De igual manera, las protestas se han centrado principalmente en temas económicos, políticos y sociales. Las protestas económicas se han centrado en la falta de empleo, la pobreza y la desigualdad. Las protestas políticas se han enfocado en la corrupción, la falta de democracia y la represión gubernamental y parte de las protestas sociales se han orientado en la violencia policial, la discriminación y la falta de acceso a la educación y la salud.

En fin, la búsqueda de alternativas para solucionar gran parte de los problemas sociales y económicos que aquejan a ALC, pasa por discernir el trasfondo de los conflictos políticos. Quizás este sea un escollo en el que habrá que direccionar gran parte del esfuerzo regional y en donde todos los actores sociales, económicos, culturales y no faltaba más, los actores políticos, deban involucrarse más allá de su participación y discursos. Comprender que el estancamiento está impulsando hechos de violencia que se tornan habituales en regiones cuyas vivencias giran en torno a la muerte y el terror, debe llamar a una profunda reflexión sobre el legado o modelo de sociedad que dejaremos a nuestros hijos.