¿Quién pensaría que Panamá es conocido popularmente como el país más frío de América Latina? Cualquier persona que viaje a este país debe considerar, además de las imágenes de playas paradisíacas, los elevados rascacielos y el sorprendente Canal de Panamá, llevar, no solamente un traje de baño, sino también algo con que abrigarse del frío que se pasa en los espacios climatizados.
El uso de aires acondicionados en el país es tan intensivo que, según estudios recientes desarrollados por el Gobierno de Panamá, aproximadamente un 40% del consumo de energía eléctrica se utiliza en el funcionamiento de estos aparatos. Considerando que la cantidad de hogares panameños con aire acondicionado crece a un ritmo de entre un 10% y un 11% anual, podemos prever que este consumo aumente exponencialmente si no se toman medidas.
En general, las economías de América Central son muy intensivas en el uso de energía. Esto significa que requieren más energía por dólar de Producto Interno Bruto generado que otras, lo cual tiene consecuencias para los países ya que merma su competitividad debido a que los costos de la energía son más altos y aumenta la necesidad de importar combustibles fósiles del exterior. El caso de Panamá no es la excepción.
El fuerte crecimiento de la demanda de electricidad en América Central tradicionalmente se ha atendido con incrementos en la producción de energía, particularmente hidroeléctrica y térmica. En el caso de la energía hidroeléctrica ésta cada vez es más escasa y difícil de planificar, debido al fuerte impacto en la región de los desastres por efectos climáticos, como las sequías. Además, los impactos sociales y ambientales dificultan el desarrollo de nuevas plantas hidroeléctricas. Por otra parte, la energía térmica es altamente contaminante y expone a los países a la volatilidad internacional de los precios del petróleo.
Para enfrentar el desafío de la alta dependencia a estas dos fuentes de energía, la región ha optado por apostarle a la eficiencia energética, un ámbito en el que los países centroamericanos tienen muchas oportunidades de mejora. Panamá es uno de los países que más ha avanzado a la fecha, principalmente como reacción al rápido incremento del consumo eléctrico, asociado con su acelerado crecimiento económico en los últimos años. El país ha tomado pasos decisivos en este sentido, combinando medidas como estándares mínimos de eficiencia de los equipos junto con normas de etiquetado y el desarrollo de códigos de construcción sostenible.
Esto no solo beneficia a la población, que podrá ahorrar hasta US$100 millones en los próximos años con las normas de etiquetado, sino que también tiene importantes consecuencias sobre el medio ambiente. Ejemplo de ello es que el país podrá ahorrar las emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a 30,000 vehículos al año circulando por las calles de Panamá.
Países como El Salvador, Nicaragua y Costa Rica están avanzado también con pasos firmes. Esto es de gran relevancia para que los países puedan cumplir con las Contribuciones Nacionales Determinadas en el marco de la conferencia COP21 de París. Según estimaciones de la Agencia Internacional de Energía (AIE) alrededor del 50% de la reducción de emisiones de gases efecto invernadero a nivel global en el sector energía para 2050 debe alcanzarse a través de mejoras en eficiencia energética.
Más allá de los beneficios en el medio ambiente, la eficiencia energética permite que las empresas mejoren su competitividad ya que reduce sus costos operativos de forma directa. Además, de manera indirecta también contribuye a reducir los costos de generación eléctrica y las tarifas mediante la reducción de las puntas de consumo que tradicionalmente se suplen con la generación más cara y contaminante. Esto resulta en facturas eléctricas más bajas y una reducción de la carga que la electricidad representa en el presupuesto de los hogares, lo cual hace la energía más accesible para todos.
Asimismo, trae beneficios para los gobiernos de América Central, que entre 2011 y 2014 destinaron 1.3 billones de dólares en subsidios a la electricidad según un estudio reciente, una cantidad que se podría reducir aumentando la eficiencia energética de los consumidores. Esto, a su vez, liberaría espacio fiscal que podría ser destinado a políticas sociales para mejorar aspectos como la educación o la salud.
Por todos estos beneficios en diferentes ámbitos, en el Banco Mundial consideramos este tema un área clave del apoyo en la región. Como parte de los esfuerzos creamos “América Central Eficiente” una plataforma que busca impulsar el diálogo regional e interinstitucional sobre la importancia de la eficiencia energética como motor de desarrollo y base de un sector energético sostenible donde converjan el sector público y privado. Esta plataforma inició con un primer evento en noviembre de 2017 en Ciudad de Panamá y tendrá una periodicidad anual.
El evento consistió en un foro desarrollado con el auspicio del Banco Mundial y el patrocinio del Fondo Español para América Latina (SFLAC), el Fondo Coreano para la promoción del Crecimiento Sostenible (KGGTF), la Facilidad para la Asesoría de Alianzas Público-Privadas de Infraestructura (PPIAF) y el Programa de Asistencia para la Gestión del Sector Energético (ESMAP).
Como parte de estos esfuerzos, en el Banco Mundial también brindamos apoyo a los países de la región en el desarrollo de normativas en los ámbitos de aires acondicionados, refrigeradores, edificación sostenible e iluminación. Asimismo, apoyamos con asesoramiento en temas como la definición de estándares e indicadores para la medición y monitoreo de las iniciativas y el fortalecimiento de capacidades para su implementación y comunicación efectiva.
Con todo ello esperamos poder contribuir a que los países de América Central apuesten por un enfoque regional que les permita ser cada vez ser más eficientes y adaptarse mejor a los efectos del cambio climático, algo que sin duda traerá importantes beneficios tanto para los gobiernos como para los ciudadanos.