Victoria de Stefano
Por Casa de las Estrategias.
Victoria de Stefano nació en 1940 y cuando estuvimos en su casa tenía 79 años. Llega a los cinco años a Venezuela, exiliada por la guerra desde Italia con su papá, su mamá y cinco hermanos.
“Yo nací en Italia, pero soy venezolana, (…) yo me siento bicultural”
“Pregúntenme lo que quieran” -nos dice sin más preámbulo-. Esa frase que casi nos interrumpe en nuestra presentación, le da un tono a la entrevista descomplicado y una atmósfera hasta familiar. Luego entenderíamos que tiene que ver con la experiencia de profesora universitaria: luego de volverse un referente obligado para estudiantes universitarios, ella está acostumbrada a las entrevistas para enseñar, resolver, clarificar.
Su hermana de ocho años le enseñó a leer para ponerse al día con la escuela; no faltaron algunos coscorrones cuando se volvía lenta. Nos dice que se le hizo eterno aprender a leer, pero que tiene recuerdos muy tempranos empapando la pijama de lágrimas al leer Marco, de los Apeninos a los Andes[1], libro que cuenta la historia de un niño de trece años que viaja de Italia a Argentina en busca de su madre. Mussolini trató de desestimular la impresión y lectura de esa obra en las escuelas italianas, en aras de hacer a los italianos “más duros” y “menos sentimentalistas”. Tras Edmundo de Amicis, vendrían los autores Emilio Salgari, Herriet Beecher, Julio Berne y Louisa May Alcott.
[1] Fue escrito por Edmundo de Amicis dentro uede su novela Corazón, que fue publicada en 1886.
“Yo tuve muy buenas maestras porque mi escuela recibió a todos los exiliados de Europa y Latinoamérica”
Recuerda también que, en la escuela, cuando tenía trece, les encomendaron leer La Vorágine y hacer un ensayo sobre la selva; la maestra no podía creer que ella lo hubiera escrito y le comentó a su mamá que probablemente era una especie de plagio. La mamá se indignó y creyó en su hija. Muchos años después, encontraría con la selva y las caucherías en su novela Lluvia una forma de continuar la conversación con la única novela de José Eustasio Rivera.
Victoria recuerda de su hogar a un papá y una mamá cultos y una precocidad dada por la multiplicidad de hermanos y hermanas -además mayores-. También recuerda que cuando era niña todos tenían que hacer silencio cuando su papá volvía del trabajo; todo comandado por su mamá porque su papá nunca se imponía. Era el orden de las cosas, enmarcado en un afecto genuino entre un papá y una mamá.
A diferencia de los hombres escritores que se refugian de sus responsabilidades familiares para escribir en un retiro físico y psíquico, Victoria lo tuvo que hacer todo con una obra literaria palpitándole adentro: el pregrado, el matrimonio y la maternidad joven.
“A mí me tocó estar bien con la familia. Fueron difíciles, pero ahora quieren a su mamá mucho”
El primer cuento que hizo público fue El Coleccionista y terminó de escribir su primera novela -El Desolvido- a los 27 años. El Desolvido sucede en la Venezuela de 1962 -en la que se había superado una dictadura militar, pero con una gran incertidumbre y fragilidad, tras un acuerdo político, finalmente entre dos partidos, denominado el Pacto de Puntofijo[1]-.
Victoria lanza un pequeño grito y luego ríe cuando la silla en la que está sentada cruje. Cuando sonríe y cuando pausa nos hace sentir tan bien recibidos como si visitáramos a un familiar, pero aparte de su enorme calma hay una resolución y una velocidad: después de silencios de dos segundos -para pensar- da saltos gigantes, con una anécdota o una obra estudiada, que se adelanta a dos o tres preguntas. Esa silla no le sigue el ritmo.
[1] El Pacto de Puntofijo es un acuerdo de gobernabilidad, funcional para mantener a raya al Ejército que no se resignaba a perder el poder y mantener lejos del poder a las guerrillas comunistas.
“Mi experiencia ha sido… yo empecé a escribir relativamente joven, pero con cierta regularidad ya (…) cuando termino Filosofía… y además en el medio yo tengo dos hijos. Mi marido que era izquierdista, además estaba preso, entonces a mí me tocó duro”
Su esposo Pedro Duno, el profesor, filósofo y guerrillero fue arrestado en 1962 y 1970 y eso los llevó a vivir un exilio en ciudades -de varios continentes-. En 1967 ocurrió un terremoto en Venezuela que afectó al litoral central donde está Caracas. En ese momento Victoria perdió a su madre y a dos hermanos, pero nos cuenta que el resto de hermanos y ella -ya de regreso en Caracas- se pusieron en la tarea de reconstruir una vida para el padre.
“Mi familia murió en el terremoto, (…) mi mamá y dos hermanos. Todos reaccionamos con entereza porque mi papá estaba vivo, para sostenerlo”
Estamos sentados en un comedor pequeño que recuerda lo inservibles de las salas en nuestros tiempos, el no lugar que es una gran entrada a una casa, aún después de la puerta que está antecedida por una reja que guarda el lugar de parqueadero -que quizá alguna vez se usó en esa casa para resguardar el carro familiar o de los hijos comenzando la vida profesional-. Su casa es espaciosa, linda y modesta y no es antigua, pero nada, da cuenta exacta de nuestros tiempos, más bien es una casa suspendida a finales de los 70’s.
Victoria volvió a dictar clases a su regreso en la universidad de la que se había graduado de filosofía. Dice que durante el 2019 no es capaz de ir a la Universidad Central de Venezuela porque la entristece el deterioro.
“Yo no puedo ir a la universidad central porque me dan ganas de llorar: donde había veinte empleados, ahora hay uno”
Todos en su barrio -en especial los venezolanos que migraron de la zona andina- la llaman La Profesora. Ahí caemos en cuenta que dijo que había tenido “buenas maestras” y luego sobre su camino adulto como novelista nos dice que tuvo buenos amigos y no necesariamente un guía para su propia obra literaria. Dice -además- que sus amigas no la leen y que eso no afecta la amistad.
Una buena profesora ama a sus profesoras y puede que haya sido suficiente el influjo de la niñez y la adolescencia para ganar un método de auto-aprendizaje. Sus profesoras fueron unas, tempranas, y suficientes para dejarla lista para el diálogo y el colegaje.
Anotación:
Este texto es escrito en el marco de un proyecto llamado Latinoamérica Imaginada por Artistas con el cual se está realizando un libro virtual sobre la percepción de las realidades latinoamericanas desde la visión de artistas de Río de Janeiro, El Salvador, Caracas, Medellín y Cúcuta.
Fuentes
- Entrevista y visita en Caracas a Victoria de Stefano, septiembre del 2019.
- Entrevista en Caracas a Alberto Sáez, septiembre de 2019.
- De Stefano (2005). Historias de la Marcha a Pie. Ediciones El otro el mismo: Mérida.
- De Stefano, Victoria (2012) en Arturo Gutiérrez de la Universidad Simón Bolívar (Venezuela) en Latin American Literature Today, recupera el 22 de enero de 2020 en: https://www.youtube.com/watch?v=tNLVgMtT6Wk
- Gutiérrez, Arturo (2012) de la Universidad Simón Bolívar (Venezuela) en Latin American Literature Today, recupera el 22 de enero de 2020 en: https://www.youtube.com/watch?v=tNLVgMtT6Wk
- Calabrese, Humberto (2018) en Agora Magazine. “La Primera mujer italo-venezolana Cavaliere de la República de Italia”recuperado el 22 de enero de 2020 en: https://www.youtube.com/watch?v=fcU8bQFH37Y
- García Otero, Pedro en Diario del Universal (2018). Puntofijo: el irrepetible pacto del centro político. Recuperado el 22 de enero de 2020 en: https://www.eluniversal.com/politica/25556/puntofijo-el-irrepetible-pacto-del-centro-politico
- Wikipedia (2019) Pedro Duno. Recuperado el 22 de enero de 2020 en : https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Duno