El Grupo de los 7, comúnmente conocido como G7, hace referencia a los siete países más ricos del mundo. Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, El Reino Unido y Estados Unidos, son las naciones con mayor bienestar a nivel socioeconómico, además de ser todas democracias liberales. En 2019, este grupo que representa el 10% de la población mundial, aportó aproximadamente el 30,7% del producto interno bruto global. La semana pasada se llevó a cabo en Cornwall, Reino Unido, la Cumbre #47, en la cual el tema central fue, obviamente, cómo afrontar los efectos de la pandemia ocasionada por el covid-19, en especial cómo avanzar hacia una recuperación próspera, verde, y cómo fortalecer los sistemas de salud para enfrentar una próxima pandemia.
Si bien llevamos varios años escuchando que el mayor reto que enfrentamos como planeta es el cambio climático, no hay duda de que la crisis actual agudizó estas amenazas y hoy no hay muchos que se atrevan a negarla. Algunos de los resultados más relevantes de la cumbre, incluyen el regreso de Estados Unidos como un actor clave dentro del grupo con la elección presidencial de Joe Biden, así como, la colaboración para entregar un billón de vacunas a los países más pobres, y el pacto de un impuesto mínimo del 15% a las multinacionales para evitar que se ubiquen en países con impuestos bajos que les permitan generar grandes ganancias.
Aunque las anteriores acciones son relevantes, los temas discutidos más importantes giraron en torno al cambio climático. En primer lugar, se acordó eliminar la financiación a proyectos de energía no renovable (carbón) y eliminar progresivamente el uso de vehículos de gasolina y diésel. En particular, se concertó proteger el 30% de la tierra y los océanos, así como detener y revertir la pérdida de biodiversidad y reducir la emisión de carbono a la mitad para 2030. En suma, el G7 busca no solo mejorar las prácticas en cuanto a los siete países, sino colaborar también para que los países en desarrollo le hagan frente al cambio climático y, para ello, se comprometieron a invertir más de 100.000 millones de dólares en los próximos años.
El 11 de marzo de 2020, día en que la Organización Mundial de la Salud declaró el covid-19 como pandemia, el caricaturista canadiense Mackay publicó una imagen de dos olas sobre la ciudad de Toronto en Canadá. Dicha gráfica contenía una ola pequeña que cae justo encima de la ciudad, se refiere al covid-19. Otra más grande, en referencia a una posible recesión económica que se cierne como amenaza mundial a causa de la pandemia y la lentitud en la respuesta de los gobiernos que repiten, de manera irónica y simplista, que con solo lavarse las manos todo estará bien. En pocos días, la caricatura sufrió modificaciones y se agregaron dos olas más grandes, el cambio climático y el colapso de la biodiversidad.
La caricatura es muy diciente y recomiendo buscarla porque el solo hecho de verla produce desesperanza y algo de desespero; somos muy vulnerables y pequeños ante esas grandes amenazas latentes. El mensaje es claro: hay que actuar ya, de manera integral y en grande porque el mundo no aguantaría esos tsunamis. Sin embargo, si hay algo que rescatar de la pandemia es que ha develado temas que estaban dormidos y, en ese sentido, contamos con insumos que debemos usar para contribuir con un mundo más resiliente y sostenible.
Columna publicada originalmente en El Meridiano