Por Escarley Torrico
Hace poco me preguntaron ¿Cómo podríamos se asegura que estamos incorporando el enfoque de género en el sector de la vivienda? ¿Qué criterios nos permitirían señalar esto? Es posible que esta pregunta sea fruto de la necesidad que tienen ahora muchos proyectos de cumplir con este tipo de consideraciones, ya que donantes y entidades financieras han incorporado este requisito como parte de las condiciones de acceso a recursos; pero, precisamente por eso, creo que es una oportunidad para rescatar los aportes de largo aliento que sobre el tema ha venido haciendo el movimiento feminista.
Foto de Jason Boyd: https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-de-la-sala-de-estar-3209045/
El género es una construcción social y cultural según la cual se atribuyen roles diferenciados a las personas de acuerdo con su sexo biológico. La sociedad y la familia educan a niños y niñas atendiendo a las conductas y capacidades esperadas para cada uno, y de este modo moldean sus expectativas asegurando la continuidad de relaciones sociales jerárquicas y desiguales que limitan las oportunidades de desarrollo personal, profesional y participación política de las mujeres. Es a ellas a quienes se les atribuye debilidad, dependencia y necesidad de protección en el mundo doméstico, mientras que de los hombres se espera fuerza y seguridad para desenvolverse en la escena pública.
La casa, el espacio privado, es el primer escenario donde tenemos contacto con estas nociones. Es el lugar donde trascurren las relaciones familiares, donde la cotidianeidad ayuda a naturalizar las desigualdades. Es por esta razón, por esta intersección entre las opresiones de género y los espacios de vida que los temas de vivienda y ciudad, han ocupado un lugar importante en el debate y en la lucha de las mujeres para para alcanzar la igualdad. Si tenemos que responder a la pregunta de cómo incorporar el enfoque de género y feminista en este sector, en primer lugar tendríamos que revisitar los aportes que han hecho las propias mujeres a lo largo del tiempo.
En las siguientes líneas quisiera poner atención a propuestas y criterios que muchas diseñadoras, arquitectas y feministas ya han puesto sobre la mesa y que deberían servir como punto de partida:
- Construir desde dentro hacia afuera. Quizás porque los varones son educados para desarrollar su vida en el espacio público, los arquitectos y la arquitectura como profesión altamente masculinizada, ha puesto poca atención a los diferentes modos y necesidades de habitar. Las casas, son espacios en los que los arquitectos no encontrarán fama y gloria. Estas recompensas están en los edificios monumentales y las grandes obras urbanas. Los programas de vivienda social en América Latina son una colección de soluciones habitacionales que parecen sacadas de una fábrica en línea, o una plantación de monocultivo, casas muertas, espacios en serie a los que la gente debe adaptarse con mucha dificultad, cuando lo normal sería lo contrario. Frente a esto, muchas arquitectas feministas que lucharon para hacerse un espacio con la humilde tarea de diseñar casas pusieron el foco en la gente que las habitará y ello trajo una serie de innovaciones, la principal que un espacio vital se construye poniendo en el centro a las personas que los van a habitar.
- Reducción del tiempo de trabajo doméstico. Ya que el trabajo doméstico constituye aun una responsabilidad de la que se ocupan las mujeres, mejorar la funcionalidad de los espacios domésticos a través del diseño, tanto de la propia vivienda como del mobiliario, especialmente en aquellos espacios donde se realiza tareas de cuidado como cocina, cuartos y limpieza, consigue ahorrar tiempo de ejecución de las tareas. Muchas diseñadoras feministas se concentraron en este aspecto y le dieron mayor importancia a la funcionalidad y la practicidad de los espacios, lo que incluyó el uso de materiales fáciles de limpiar y mantener. Aunque se argumenta que estas propuestas no cuestionan la desigualdad de género en la sociedad y el hogar, también es cierto que la corresponsabilidad en el trabajo del cuidado en el hogar puede ser fomentada si se diseña buscando máxima autonomía de todos los miembros de la casa para la realización de tareas. Por otro lado, la reducción de tiempo de trabajo doméstico constituye una oportunidad para que las mujeres puedan destinar tiempo a otras actividades.
- Flexibilidad de usos. Actualmente, es muy difícil darle usos diferentes o incrementar nuevos espacios en las viviendas, más aún en la vivienda social en altura, pero la verdad es que familias y personas tienen diferentes necesidades a los largo de su vida y tiene que ser posible adaptar sus casas a ellas. Por otro lado, cada vez hay más mujeres y familias que usan los espacios de la vivienda como espacios laborales, fenómeno que se presenta tanto en los segmentos de alta como de baja renta.
- Compacidad, mezcla de usos y diversidad social en la ciudad Las áreas monofuncionales, condominios privados o barrios precarios de la periferia, repercuten negativamente en la vida de las mujeres de todas las edades y clases sociales, les resta autonomía en los traslados, incrementa los tiempos en la movilidad del cuidado, las confina y aleja de oportunidades de estudio y trabajo e incrementa la inseguridad. Todas estas cosas eran ya conocidas por mujeres como Jane Jacobs y sin embargo vemos que nuestras ciudades han tomado en rumbo exactamente contrario, la falta de regulación y la especulación inmobiliaria nos ofrecen ciudades expandidas de baja densidad.
- Accesibilidad a infraestructura y servicios comunitarios. Si reducir los tiempos y esfuerzo que toman las tareas domésticas es important, también lo es optimizar los tiempos que toman los desplazamientos del cuidado en la ciudad. La vivienda debe estar conectada con una red de infraestructura y servicios comunitarios como mercados, escuelas y centros infantiles así como otros equipamientos para el ocio, la recreación y atención sanitaria. De este modo, la ciudad absorbe el costo invisible de la localización de la infraestructura del cuidado, que afecta principalmente a las mujeres. Si esto se acompaña de programas de servicios públicos como lavanderías comunitarias y centros de educación temprana, tenemos todo un programa de gobierno local con enfoque feminista.
- Disminuir sensación de miedo. Aunque las mujeres están más expuestas a sufrir violencia en sus casas que en espacios públicos, una forma de restringir su presencia en espacios públicos es la sensación de miedo. Por este motivo, incorporar elementos de diseño como, mejores espacios públicos, banquetas, iluminación, botones de alerta, o incluso medidas para reducir baldíos podría ser de gran ayuda. Incorporar el enfoque de género en los departamentos y oficinas encargados de la infraestructura, movilidad e iluminación podría maximizar el uso de recursos públicos y colaborar con una ciudad más igualitaria.
- Calidad ambiental interior y exterior. En la actualidad existen estudios sobre los efectos diferenciados en mujeres y niños de la contaminación tanto externa como dentro de las casas, razón por la cual se debe poner mayor atención para que las viviendas y sus entornos sean espacios saludables. Para ello es necesario, identificar materiales nocivos y sus efectos. Por otro lado, se debe generar condiciones para la reducción de fuentes de contaminación así como garantizar el acceso a espacios y área verdes y espacio público de calidad.