por Isabella Lövin y Michel Sidibé
ESTOCOLMO, GINEBRA – Esta semana celebramos los enormes avances logrados en la lucha contra el VIH y el SIDA. En muchos países con sistemas de salud sólidos, el VIH ya no es una sentencia de muerte sino una condición crónica. Y en África se ha llegado a un hito crucial: cada año hay más africanos que inician el tratamiento para el VIH que los que se infectan.
Aun así, además y a pesar de celebrar, debemos lamentar las muertes del 1,1 millón de personas desaparecidas este año por la enfermedad. Todavía se infectan 6000 personas al día con VIH y el SIDA sigue siendo una causa importante de muerte entre niños, adolescentes y mujeres en África.
El movimiento contra el SIDA nos ha inspirado a todos s ayudar a la gente que sigue quedando al margen y a comprometernos a acabar con el SIDA de una vez por todas. Afortunadamente ya contamos con los conocimientos, los recursos y el crucial impulso político para hacerlo, y en la Reunión de Alto Nivel para poner fin al SIDA de este año, los estados miembro de las Naciones Unidas hicieron ambiciosos compromisos que nos pondrán en la vía rápida para el logro de este objetivo.
Más aún, en septiembre Canadá fue país anfitrión de una exitosa conferencia de financiación para el Fondo Global de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, que recaudó casi $13 mil millones con los que el Fondo se financiará en el bienio 2017-2019. Mientras tanto, los países individuales han aumentado sus inversiones a nivel interno y los socios internacionales (tanto pequeños como grandes) han mantenido su apoyo, que hoy sabemos llegará a los $26 mil millones necesarios para la respuesta global contra el SIDA en 2020.
Pero no basta con financiar partes del sistema de salud global. La comunidad internacional debe adoptar una visión más holística y reforzar una arquitectura de respuesta global con una clara división del trabajo y una cooperación transparente entre las diferentes partes. A fin de cuentas, el objetivo de un marco así debe ser apoyar a los propios sistemas de salud de los países al alinear a los actores privados y públicos de todos sus niveles, de modo que cada centro (desde el hospital público de la capital al consultorio del pueblo) esté dotado de los recursos adecuados.
Suecia tiene el orgullo de continuar su apoyo al Fondo Global; en la conferencia de reposición realizada en septiembre pasado, se comprometió con 2,5 mil millones de coronas ($271 millones). El Fondo Global es, con diferencia, la mayor fuente multilateral de financiación de las iniciativas de lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, pero al igual que la Alianza Global para las Vacunas y la Inmunización (conocida como Gavi, la Alianza Mundial para las Vacunas) es parte de una arquitectura global y depende de una serie de socios para entregar ayuda de manera eficaz. Así que si se acaba el apoyo a nivel de país para otras organizaciones de salud global (como ONUSIDA, la Organización Mundial de la Salud y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), correrá peligro la continuidad de los avances en la lucha contra el VIH y el SIDA.
Para dar el apoyo necesario los donantes deberán coordinarse entre sí, de modo que todas las partes de la arquitectura actual para gestionar los problemas de salud mundiales cuenten con la financiación adecuada. A su vez, esto asegurará que todos los países (y, lo que es más importante, toda la gente) reciban el apoyo que precisan.
ONUSIDA está dando un importante ejemplo de colaboración internacional, al organizar a sus socios en torno a una Estrategia común para 2016-2021 para poner fin al SIDA. Esta relación de colaboración única e innovadora reúne a 11 agencias copatrocinadoras de la ONU, cada una con experiencia en un sector específico, y moviliza a diferentes actores estatales. Entre los colaboradores hay líderes empresariales, comunitarios y religiosos, así como profesores, jueces, miembros de los cuerpos policiales, parlamentarios y muchos otros actores externos al sector de la salud, cuyas acciones sin embargo acaban afectando los resultados sanitarios.
Una de las tareas de ONUSIDA es promover el que los gobiernos nacionales tengan en un lugar prioritario al SIDA en sus agendas de salud pública e inviertan en iniciativas conjuntas para poner fin a la enfermedad. Asimismo, es la única organización con un mandato de establecer normas y estándares para la respuesta global al SIDA, lo que implica desempeñar un papel clave en el actual marco internacional.
ONUSIDA mantiene una estrecha relación de colaboración con el Fondo Global. Tiene presencia en más de 80 países y sus equipos regionales prestan apoyo técnico e información estratégica que ayudan al Fondo Global a dirigir sus subvenciones a los programas, lugares y poblaciones adecuados y en una escala suficiente. Más aún, ayuda a crear las condiciones sociales, legales y políticas para que las personas usen los servicios de salud, no en menor medida mediante la promoción de la igualdad de género, y asegurar que los grupos con mayor riesgo de contraer el VIH no sufran discriminación.
ONUSIDA colabora con todos los niveles de la sociedad civil, elevando la respuesta internacional al SIDA para promover la igualdad, la dignidad y los derechos humanos en todo el planeta. Como tal, trabaja para ampliar el espacio político para la sociedad civil y la inversión en ella.
Sin embargo, a pesar de su amplio mandato y sus muchas funciones, ONUSIDA carece de los recursos adecuados, lo que amenaza tanto los logros pasados como los programas futuros y plantea un peligro para las personas y las comunidades que dependen del soporte esencial que la organización ayuda a facilitar.
Suecia y ONUSIDA seguirán colaborando de manera que la respuesta internacional al SIDA siga transformando y salvando vidas. Protegeremos y potenciaremos a las mujeres y muchachas y nos aseguraremos de que se escuchen las voces de los grupos vulnerables. Pero al mismo tiempo la comunidad internacional debe fortalecer el marco actual con el que hace frente a los problemas de salud globales.
Como dijera el Primer Ministro sueco Stefan Löfven en Montreal en septiembre pasado: “Hoy nos centramos en el Fondo Global, pero no olvidemos mañana proporcionar la financiación adecuada para toda la arquitectura sanitaria global”. Es tiempo de que la comunidad internacional cumpla ese desafío, comprometiéndose a sustentar nuestra infraestructura sanitaria global de modo que ninguna agencia (ni país o persona) quede al margen.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Isabella Lövin es Ministra de Cooperación para el Desarrollo Internacional y Viceprimera Ministra de Suecia. Michel Sidibé es el Director Ejecutivo de ONUSIDA.
Copyright: Project Syndicate, 2016.