Utopía, término creado por Tomás Moro hace 500 años, se ha convertido en sinónimo de sueño imposible en el lenguaje corriente. Pero los tiempos modernos han engendrado su contrapunto, la distopía, cuando un ideal creativo se convierte en una pesadilla. Cuando Philippe K. Dick publicó en 1968, « ¿los androides sueñan con ovejas electrónicas?» el mundo entonces estaba sumido en graves convulsiones: la guerra fría entre el capitalismo encabezado por EEUU, y el comunismo soviético y sus satélites, un cisma ideológico entre los soviéticos y los chinos, la guerra de Vietnam en pleno desarrollo, América Latina en plena efervescencia y un líder portador de una visión carismática o incluso crítica, Che Guevara, había sido ejecutado en Bolivia. Francia vive un mes de mayo que cuestionaba en profundidad un modelo social, los tanques soviéticos invadiendo Praga… La lista de las contradicciones a las que se enfrentaba el mundo hace 50 años es larga.
La frontera de un modelo que balancea entre la utopía y la distopía ya era muy delgada. Las profecías de Orwell, ya sea con «1984» o con «Animal Farm», no eran muy lejanas. Las proclamas igualitarias de los Gulags y otras muchas atrocidades, fueron de la mano con la aparición de regímenes militares que aplastaban a las poblaciones de América Latina y África. La revolución cultural en China estaba llena de barbarie y deshumanización y los «boat people» revelaron al mundo su pesadilla.
En el momento de la escritura y publicación del texto de Philippe K. Dick, el eje central era la terrible situación ligada a la conducta suicida de los humanos en su conjunto, devastados por una guerra nuclear. Los pocos supervivientes tratando de vivir aún en la Tierra, buscan construir un vínculo empático, para existir a pesar de todo. Un cazador de androides, en el centro del relato, quiere tener una oveja real, en lugar de la que tenía, electrónica. En efecto, los animales habían desaparecido. Su búsqueda lo lleva a desarrollar esta confrontación entre humanos y androides, con el telón de fondo, de encontrar lo que les diferencia, y en la cuestión de qué es lo humano y cómo vive su humanidad.
Este es el argumento de ciencia ficción que inspirará 15 años después la película de Ridley Scott, «Blade Runner», de actualidad a día de hoy con la nueva versión «Blade runner 2049». El «Blade Runner» original, vio la luz en 1982 y se mejoró en 1992, convirtiéndose en una película de culto construida alrededor del relato de Philip Dick, pero en 2019 en Los Ángeles. Una empresa «corporativa » que produce «replicantes» de forma artificial a partir de la manipulación genética del ADN humano, siendo los esclavos modernos, en un mundo que decide expulsar a los inmigrantes irregulares. Una especie de (anti)test de Turing afectivo, prueba de la ausencia de empatía permite detectar a los «replicantes». Búsqueda de la inmortalidad, horror por el futuro, visión negra del mundo, predicción de la hibridación del hombre y de la máquina en las garras de una distopía, nuevos golems escapando a sus creadores… Sin ninguna duda «Blade Runner» se ha convertido en una película de culto, en el momento de las revoluciones tecnológicas, por la fuerza de las preguntas planteadas y su puesta en escena inequívoca.
Una nueva versión Blade Runner 2049 (de Denis Villeneuve) nos proyecta en Los Ángeles 30 años después, en 2049. Convertidos en humanoides, estos nuevos replicantes deben luchar contra la obsolescencia no programada de los primeros modelos, delincuentes o considerados como tal. En el horizonte de los 30 años se plantea una sociedad transhumanista que se dibuja en filigranas, dirigida por un poder que impone su proyecto de una regeneración por esta nueva hibridación del hombre, no solamente aumentada sino también apalancada. La condición humana se cuestiona en esta nueva versión, tanto la genética y su hibridación con la tecnología son fuente de un nuevo nacimiento de otra generación, que manipula los poderes a su servicio y propósito. Esta sociedad de nuevo distópica encierra otras creaciones: los replicantes, humanoides, derivados de manipulaciones genéticas, pueden a su vez mejorar mejor sus condiciones de servicios en tanto que teniendo ellos mismos el derecho de utilizar una Inteligencia Artificial a su servicio. En este mundo con horizonte en 2050, es una sociedad completamente urbana que se diseña atravesada por una profunda soledad entre los seres que la constituyen, sea cual sea su origen.
¿Qué hay de esta visión de un mundo ciudadano en el horizonte 2050, habiendo engendrado una pesadilla urbana liderada por las oposiciones entre humanos, robots, inteligencias artificiales en los diferentes grados posibles de su hibridación?
En las imágenes de Metrópolis, 1984, Alphaville, Zardoz, Brazil, Equals, por citar solamente algunas de las películas que forman parte de la historia del cine, la distopía urbana sigue siendo un tema particularmente rico. Se ve a día de hoy «aumentado» igualmente por el crecimiento de la tecnología, el silicio, la biogenética y la inteligencia artificial. La vida urbana se convierte en un desafío principal para los 6.000 millones de habitantes urbanos en previsiones de 2050. ¿Seremos capaces de construir una ciudad y una vida urbana, humana, sostenible y socialmente inclusiva, con la tecnología al servicio de nuestra calidad de vida? Estaremos en disposición de contrarrestar nuestra curva peligrosa frente al aniquilamiento por el cambio climático?, ¿habremos podido eliminar las armas nucleares y el uso potencial de las mismas? Son este tipo de interrogantes los que suponen a día de hoy unas amenazas considerables. Una buena parte de la respuesta vendrá de nuestra capacidad de educar, difundir una cultura urbana basada en el respeto al otro y el altruismo, en desarrollar nuevas formas urbanas, en transformar nuestros modos de vida, de consumo, de producción. En definitiva, en invertir en las neuronas de los hombres para dominar mejor las inteligencias artificiales.
Stephen Hawking advirtió sobre el progreso de la IA «Los humanos, limitados por una lenta evolución biológica, no podrán competir y serán sobrepasados» y recientemente Elon Musk, se apoya igualmente en el legado de Isaac Asimov, Philip K. Dick y George Orwell, pidiendo urgentemente textos legislativos para regular los avances de la inteligencia artificial, «la IA es uno los pocos casos donde pienso que debemos adoptar una legislación preventiva. Si esperamos hasta que tengamos que legislar reactivamente, será demasiado tarde».
El año pasado, rendimos homenaje en el 500 aniversario de la publicación de UTOPÍA por Tomás Moro. Describía una sociedad apacible, donde el trabajo, el reposo y los placeres se equilibraban, donde reinaba la fraternidad, donde los hombres creían en los dioses de su elección, viviendo libres y en harmonía con la naturaleza. Tomás Moro estaba lleno de esperanza en el hombre y convencido del valor de la democracia en una sociedad humana fundada por el hombre al servicio de los demás. Es ciertamente beneficioso apoyarse en este pensamiento para regenerar aquellos valores universales indispensables para nuestra supervivencia a día de hoy, y preparar un mundo urbano en 2050 que lleve estos valores.
Texto original en francés para el diario La Tribune
Traducción al español de Guillermo Mas @Guille_Mas
Cortesía para La Network para los lectores de América Latina