Comprobado: los sistemas metro reducen a la mitad las emisiones de CO2 en las ciudades.

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René Albisser
26 febrero, 2024 - Movilidad

Las ciudades modernas se enfrentan a un desafío crucial: hallar soluciones sostenibles para gestionar el crecimiento poblacional y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero GEI. En este contexto, los sistemas de metro han emergido como una herramienta eficaz para abordar estos problemas, ofreciendo una alternativa de transporte público que no sólo agiliza los desplazamientos urbanos, sino que también contribuye significativamente a la disminución de las emisiones de dióxido de carbono (CO2).

A diferencia de los vehículos particulares impulsados, en su mayoría, por combustibles fósiles, los trenes de metro funcionan mayoritariamente con electricidad. Este cambio en la fuente de energía tiene un impacto directo en la reducción de emisiones de CO2, ya que la generación de electricidad puede provenir de fuentes más limpias y renovables, como la hidroeléctrica, solar y eólica.

Además, los trenes del metro son capaces de transportar grandes cantidades de pasajeros a la vez, lo que significa que un solo viaje puede reemplazar numerosos trayectos en vehículos individuales. Esto se traduce en menos automóviles circulando por las calles, lo que disminuye la congestión del tráfico y, por ende, reduce las emisiones de gases contaminantes.

La introducción y expansión de sistemas de metro contribuyen a cambiar la mentalidad de las personas respecto al uso del auto. Al ofrecer una alternativa eficiente y conveniente, el metro incentiva a los ciudadanos a optar por el transporte público en lugar de depender del automóvil. Esta transición no solo tiene un impacto positivo en la calidad del aire, sino que también disminuye la demanda de estacionamientos y reduce la necesidad de ampliar las infraestructuras viales, evitando así la expansión innecesaria de carreteras y autopistas.

No hay duda de que la congestión vial es uno de los principales contribuyentes a las emisiones de CO2 en las áreas urbanas. Los vehículos atrapados en embotellamientos o trancones consumen más combustible y emiten mayores cantidades de gases contaminantes. Al fomentar el uso del metro, las ciudades pueden aliviar significativamente este problema.

La buena noticia es que todas estas bondades enunciadas hoy tienen una evidencia científica. Una reciente investigación liderada por el Banco Mundial utilizando la nueva base de datos de emisiones de carbono basada en satélites cuantifica el impacto de los sistemas de metro. Se observaron cerca de 1.500 ciudades que tenían más de 500.000 habitantes y de ellas 192 que cuentan con sistemas de metro. Para esas 192 ciudades, se calcularon sus emisiones de CO2 «contrafactuales», esto quiere decir, con y sin metro. El estudio demostró que las emisiones de CO2 son un 50 % menores con metro que sin él. 

A pesar de los beneficios que ofrecen los sistemas de metro, su implementación y expansión no están exentas de desafíos. La inversión inicial en infraestructuras ferroviarias puede ser significativa, y la necesidad de mantener y actualizar el sistema requiere recursos financieros constantes. Sin embargo, es crucial considerar estos costos en el contexto de los beneficios de largo plazo, tanto ambientales como sociales.

Además, la electrificación del transporte público también plantea preguntas sobre la sostenibilidad de la generación de electricidad utilizada. Para maximizar el impacto positivo de los sistemas de metro, es imperativo que las ciudades continúen avanzando hacia la adopción de energías renovables y tecnologías más eficientes.

En resumen, los sistemas de metro representan una herramienta fundamental en la lucha contra las emisiones urbanas de CO2. A medida que las urbes modernas enfrentan el desafío de un crecimiento continuo, la inversión y expansión de sistemas de metro emergen como una estrategia clave para transformar nuestras ciudades hacia un futuro más sostenible.

Hasta pronto y gracias por su lectura.