Se realiza una verificación para saber si es el más grande de Latinoamérica o el mundo. Pero lo cierto es que la obra de arte en Caracas unió a empresas, organizaciones, la municipalidad, ciudadanos y artista, por la crisis ambiental actual.
“Pensé que era imposible pero lo que me cautivó del proyecto es que yo creo que el planeta Tierra es una obra de arte y el plástico lo vandaliza”.
Se llama Oscar Olivares y es el joven artista plástico caraqueño que además de rechazar la educación artística tradicional y educarse él mismo desde los 14 años, ha creado una academia de dibujo on line y ha sido reconocido como el artista joven de la Art Expo de Nueva York; y puede haberse convertido en el autor de uno de los murales más grandes del Latinoamérica –o tal vez el más grande del mundo’.
El caraqueño, convocado por la organización no gubernamental Oko Spiri -que trabaja en la recuperación de espacios públicos-; unidos al Movimiento en la Arquitectura para el Futuro; con la recolección de la empresa MultiRecicla, el apoyo de la alcaldía del municipio del Hatillo y la participación de miles de ciudadanos; acaba de crear un mural de 43 metros de largo y alturas de entre tres y siete metros, bajo la técnica del puntillismo y el uso de más de 200 000 tapas de plástico.
Se le ha denominado el ‘Okomural’ y está integrado por cuatro gigantescas figuras de un ave muy latinoamericana como es la guacamaya; además acompañadas por representaciones de las montañas que rodean Caracas y hacen parte del Parque Nacional El Ávila, girasoles, árboles de araguaney, el árbol nacional venezolano desde hace 72 años; y hasta algo de paisaje urbano, pese a que Olivares afirma que su pasión más intensa es la realización de paisajes naturales.
“La naturaleza ha sido fundamental en toda mi obra desde el principio. Siento que la naturaleza, el contacto con ella, la conexión con ella es la que eleva el ser humano, no solamente por lo que significa en torno a la vida del planeta sino también al espíritu humano. Siento que, bajo mis creencias, la naturaleza es la verdadera casa de Dios. El 80 % de los paisajes que he dibujado a lo largo de mi carrera han sido paisajes naturales y no tanto paisajes urbanos”.
El proyecto comenzó como una táctica para recuperar una plaza, un espacio público en el municipio de El Hatillo, espacio público que se había deteriorado y deprimido tanto que ya era llamado ‘La plaza de los borrachos’, y usado como botadero de basura, en esta ciudad de cerca de 60 000 habitantes y parte del área metropolitana de la capital venezolana.
El proyecto de recuperación del espacio incluso había iniciado antes de definir la participación de Olivares, quien en un primer momento cuando le invitaron y le dijeron que era un mural con tapas plásticas, lo consideró una iniciativa “imposible”, pero que luego de adentrarse en la técnica del puntillismo reconoce “me llamó la atención el uso del plástico ya que nunca se había hecho en Venezuela, de ese tamaño. Pero lo que más me cautivó es que el planeta es por sí mismo una obra de arte y el plástico lo vandaliza. Crearía una obra de arte, pero también rescatando y salvando la obra de arte llamada Tierra”.
Y no le falta razón a Olivares, el plástico representa según el Banco Mundial, el 12 % de las más de 2 010 millones de toneladas de residuos sólidos que generan las ciudades y municipios anualmente, es decir unos 241,2 millones de toneladas.
Con esta motivación, miles de personas se acercaron a El Hatillo para aportar al proyecto sus tapas recolectadas. Llegaron -relata Olivares-, incluso de ciudades de otros estados y muchos se quedaron a ayudar al artista y pegar ellos mismo las tapas plásticas.
“Hacer este muro ha sido para mí uno de los logros más grandes de mi carrera, ha marcado mi trabajo de una manera increíble y también ha marcado mis mensajes. De hoy en adelante las obras de arte tendrán mensaje ecológico de lo importante y lo relevante que es que hoy la vida del planeta está en nuestras manos, en nuestras acciones por el mundo”.