Depredación anual de los bosques equivale al tamaño de 200 mil campos de fútbol.
Imagínalo: una subregión tan grande como el área metropolitana de Medellín, en la que sus habitantes solo pueden consumir 25 litros de agua por día y deben ir a uno de los 200 puntos en el territorio en los que la distribuyen porque ella jamás volverá a salir por los grifos.
Eso es lo que estuvo cerca de vivir Ciudad del Cabo, urbe sudafricana que había previsto una llamada ‘Hora Cero’, prevista entre el 12 y el 16 de abril, cuando sus embalses llegarían a un porcentaje inferior al 13% y se quedaría prácticamente sin agua; pero que fue postergada hasta 2019.
Pero este panorama no es solo imaginario para las ciudades colombianas sino posible, trágicamente posible y ello gracias a las cerca de 200.000 hectáreas anuales de bosques que según expertos como el geólogo y ex director del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam); Ricardo Lozano, se están deforestando en el país cada año.
“Si yo tumbó los bosques el sistema natural se afecta y no voy a tener lluvia, ni ríos. Si tumbó la vegetación voy a tener deforestación y no hemos entendido que hasta el agua subterránea viene de arriba”, advirtió el experto y actual Director del Centro Nacional del Agua de la ANDI (Asociación de Empresarios de Colombia).
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La advertencia fue recordada en el marco del Foro La Deforestación: consecuencias y retos que organizó la Fundación Natura en la Universidad Eafit de Medellín para promover soluciones frente a semejante panorama.
Lozano explicó que desde hace más de 10 años se está advirtiendo del ritmo depredador de la deforestación en el país, que esa dinámica se está moviendo de norte a sur y tras dejar sin bosques regiones como la Caribe y pasar por el centro del territorio, es decir la región Andina, ahora se está concentrando en el Pacífico y la Amazonía.
Tan solo el municipio de San Vicente del Caguán en el departamento de Caquetá, concentró en el 21% de la deforestación nacional al cierre del 2017.
Se trata además de un fenómeno que, en datos anteriormente expuestos por la Organización de Naciones Unidas e Interpol para los países tropicales, cerca del 90% de esa deforestación, es ilegal.
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De hecho, Clara Ligia Solano, subdirectora de la Fundación Natura, entregó un dato escalofriante: en Colombia solo queda el 6% del Bosque Seco Tropical (BST), uno de los ecosistemas más relevantes por su biodiversidad, su potencial de captura de carbono, retención de suelos, regulación del clima y de los críticos para las ciudades: la regulación hídrica.
Según el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, el país contaba con 9 millones de hectáreas de BST, de las que ya solo quedan 540.000.
Tragedia rural invisible en las ciudades
A pesar de que el 30% de los municipios colombianos están afectados por el desabastecimiento de agua (400 de 1.125 poblaciones), en las grandes ciudades y en las intermedias, parece no haber conciencia de lo que viene sucediendo.
“Desafortunadamente los ciudadanos que habitan en las ciudades no ven claramente la relación entre una ciudad y su ruralidad”, enfatizó la experta.
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Explicó que además del impacto en la vida de los seres humanos de la falta de agua, el tema es también de carácter económico debido a que “para que haya desarrollo económico, para que las empresas puedan generar empleo, una cementera, una manufacturera, la producción de alimentos, para todos, no hay un solo sistema productivo que no dependa del agua”, dijo a LA Network la experta.
En ese mismo sentido se pronunció el exdirector del Ideam, Ricardo Lozano quien advirtió que a la relación directa que hay entre deforestación y desabastecimiento, se suma otra que es la baja calidad del agua en ciudades y municipios donde se talaron los bosques.
Describió al país como “de extremos”, al recordar que las consecuencias de la deforestación son altos picos de sequías e inundaciones. Sin embargo, los impactos no se quedan allí y se trasladan incluso hasta la calidad del aire.
“La mayoría de ciudades en Colombia, por no tener bosques, supera los indicadores de partículas PM10 y de PM2.5. Y es pues es peor en el valle del Aburrá, donde vemos a Medellín superando la norma todo el año pasado”, recalcó.
Pese al oscuro panorama, los expertos coincidieron en señalar que hay algunos aspectos que les permiten tener cierto grado de optimismo frente a la situación actual como son la exigencia a los proyectos de distinta índole de compensar ambientalmente sus impactos; del avance de los sistemas de información para determinar los impactos y poder actuar sobre ellos; y de la recurrencia de espacios de debate y diálogo para confrontar las realidades ambientales.
