Los pitos suenan, el tráfico no avanza, las motos se derraman como aceite entre dos buses hasta quedar apiladas al frente del semáforo en rojo. Desde la acera se ve una nube tóxica que aparece como niebla y se toma ambos costados de la avenida; al tiempo que una mujer joven discute con un peatón, quien le increpa por detener su carro sobre la cebra, sin saber que en los próximos metros un motociclista perdería su vida al chocar contra su puerta.
Lo anterior, un retrato urbano que pasa de eventual a común en Manizales. No es extraño que suceda; ya que este territorio, según Findeter, en la última década aumentó en un 143% su parque automotor, es decir, cien mil carros y motos más, estrechados en la ciudad. De cada 100 personas 20 van en carro, 12 en moto, 6 en taxi, 28 en bus, 29 caminan y tan sólo 1 en bicicleta; o sea, que 32 generan emisiones particulares, 34 emisiones colectivas y 30 no generan emisiones, aunque sí las inhalan, todos las inhalan.
Probablemente, el cambio acelerado en las vías dificulte recordar cómo se vivía allí hace tan sólo unos años, pues bien, como una píldora para la memoria y para la imaginación, se dio el pasado 19 de abril el día sin carro y sin moto, que se podría llamar el día de la movilidad sostenible. El mejor día del año para reflexionar sobre el aire, la movilidad, el ruido, el espacio y la velocidad de la ciudad. Un momento preciso para replantear la realidad urbana y habitar una ciudad para la gente.
Si bien el cambio cotidiano fue traumático, se requirió de toda la actitud de ciudadanos decididos por un solo día; de darle la oportunidad a los trayectos caminados, al Sistema de Bicicletas Públicas y notar la necesidad de ciclorrutas, al Cable Aéreo, a pedir mejores buses y rutas, a tomar el camino largo de pendiente reducida que permite subir en bicicleta las laderas de la ciudad; al tiempo que el cuerpo humano se fortalece en todos los sentidos. Tal vez después de esa experiencia se podrán cambiar las cifras y sumar personas, cuyos trayectos sean 0 emisiones o compartidas en un bus.
Así se dio un día en el que se disfrutó de mejor aire; ya que los índices de contaminación superan los recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Según Corpocaldas, el 95% de la contaminación es producida por vehículos de la ciudad. El hecho de que el humo no sea negro, no quiere decir que el vehículo no contamina. Frente a esto se cuenta con altas dosis de ignorancia y leyes permisivas en el país; si 28 conductores van solos en sus carros o motos, contaminan más que si fueran todos juntos en un bus. De igual manera 28 personas en carro o moto, afectan la movilidad de 28 que van juntas y el aire de 29 que van caminando. Afortunadamente se cuenta con el tiempo para evitar llegar a estados deplorables.
Bajo el modelo de desarrollo sostenible: se prioriza la movilidad de peatones y ciclistas, se estimula el uso de transporte público y se desincentivan los trayectos en vehículos particulares. Lamentablemente el deficiente servicio de transporte público en el país, ha sido factor clave para que las personas sean influenciadas fácilmente por campañas publicitarias de la industria automotriz y de motocicletas. Para un futuro menos caótico, el transporte público debe ser mejorado de manera estructural, desde el estatus que brinda, hasta su tecnología y servicio para lograr cubrir las necesidades de la población bajo la menor afectación ambiental y optimizar la movilidad, ya que por ahora es fuente clave de contaminación.
Finalmente, desde la ciudad en la montaña se ven los efectos del cambio climático ante los ojos de sus habitantes, son testigos de cómo se fueron desvaneciendo los nevados hasta quedar en una gran montaña gris con tenues blancos. Ecosistemas que las nuevas generaciones tuvieron que ver extinguirse, pues el IDEAM calcula que en menos de 30 años ya no habrá nieve. Sólo en los últimos seis años se perdió el 17% de glaciares en Colombia y el Nevado del Ruíz, que lucía una pista para esquiadores, redujo en un 40% su masa durante los últimos 17 años. Ya son comunes las noticias como la publicada por la agencia EFE en el 2015, titulada: “Los glaciares tropicales de Colombia, entre los más afectados por el cambio climático”. Lo anterior sucede sin que se habite en equilibrio una pequeña ciudad, que muestra un reloj de nieve ante la inercia humana.