El diseño participativo como estrategia de negociación en los Procesos de Re-Asentamiento Involuntario
El diseño participativo es un proceso iterativo, con potenciales aciertos y fracasos, no es un modelo susceptible de replicarse de modo estandarizado, sino que responde a cada realidad compleja definida en lo territorial, social, económico y político.
El diseño participativo plantea la necesidad de comprender los múltiples aspectos que intervienen en el diseño concibiéndolos en el contexto de un proceso histórico de Producción Social del Hábitat.[1]
El diseño participativo promueve el diálogo entre todos los actores, que inciden en forma directa o indirecta en la configuración del espacio colectivo e individual, identificando los patrones a través de los cuales inciden en él. El proceso participativo se sustenta en darle equidad de voz y voto a todos los actores y no sólo a un grupo en detrimento de otro. En particular, las mujeres, que son las que muchas veces participan de actividades en donde se definen las rutinas cotidianas de la vida colectiva pública y privada.
El diseño participativo es un proceso de “de-construcción” de las patologías sociales que han prevalecido en la gestión del suelo y el acceso a la vivienda en términos generales y en la propia configuración del habitat. Es también un proceso de “re-construcción” con visión crítica donde el intercambio de opiniones se ejerce como un derecho no solo como una oportunidad circunstancial.
En el contexto del proyecto Tren Maya, en general, y de los posibles procesos de re-asentamiento involuntario en particular, emergen riesgos que los procesos de re-localización deben mitigar oportunamente:
Se puede afectar la propiedad y los activos autoproducidos por familias y comunidades, a lo largo de los años.
- Se puede afectar el capital productivo acopiado a lo largo del tiempo (la propia mudanza implica un riesgo al respecto)
- Se pueden afectar las redes sociales, construidas en muchos casos a lo largo de años y generaciones (lazos esenciales de soporte en la vida comunitaria)
- Se pueden comprometer estrategias de vida y aún de subsistencia (Micronegocios, y emprendimientos, ligados muchas veces a oportunidades de localización privilegiada respecto a potenciales consumidores)
- Se puede afectar el acceso a facilidades y servicios sociales logrados con mucho sacrificio (Salud, Educación, Abasto)
Es en este sentido que un proceso de diseño participativo surge como oportunidad para salvaguardar no solo los derechos humanos esenciales sino además para restituir el derecho que las familias a relocalizar tienen en relación con las definiciones básicas sobre su habitat, entorno, y modo de vida.
El caso del re-asentamiento involuntario asociado al proyecto minero «Las Bambas», (Nueva Fuerabamba), expone las visiones contrapuestas entre lo técnicamente bien logrado versus lo socialmente y culturalmente sensible respecto a la configuración del entorno urbano y el diseño de prototipos de Vivienda, Equipamiento y Servicios. Después de más de 5 años de realizada la relocalización los resultados han sido muy limitados, la resistencia a ocupar el nuevo asentamiento prevalece.
Los procesos de diseño participativo permiten detectar las distintas redes y relaciones entre los vecinos
Se deben desarrollar instancias de diálogo interactivo donde se identifica la percepción sobre derechos y, en particular, sobre los derechos específicos de las mujeres y los niños.
Desde una lógica humana y social, la responsable de la reproducción y educación de hijos debería ser considerada “jefa de familia”. Es la mujer, en un porcentaje mayoritario, la que permanece con sus hijos y sostiene emocional y físicamente a su familia, aunque se disuelva el grupo familiar inicial. En términos generales, la mujer no aspira a una vivienda por su valor material, la visualiza, mas bien, como un lugar seguro donde preservar a su familia. La mujer por lo general piensa el diseño desde una percepción humana, de afecto y protección a su familia y su comunidad.
Los procesos de re-localización, como se señalo antes, son detonantes potenciales de serios traumas en ancianos, niños y mujeres que ven desestructurado repentinamente su hábitat, sus lazos afectivos, sus espacios de socialización, su relación con la ciudad, sus espacios de sustento, de formación educativa, de salud, de transporte, etc
El proceso de diseño participativo permite transformaciones progresivas y compartidas entre los responsables técnicos y las familias con una comprensión más objetiva y sensible del proceso de re-localización y expectativas más alentadoras que favorecen la transición hacia la vida en el nuevo lugar.
En la evaluación de experiencias previas en procesos de configuración de nuevos asentamientos, lo primero que los habitantes locales tienden a modificar es la fachada, esta es su imagen ante la sociedad en el contexto de la ciudad. Otras “adecuaciones” suelen ser el diseño de jardines delanteros, pintar con colores diferentes, ampliar hacia el frente y cambiar ventanas, cocheras, etc, todo aquello que le permita ejercer el derecho a su identidad [1].
El mejoramiento de las condiciones físicas es necesario pero si no va acompañado de procesos colectivos de transformación social serán soluciones de corto plazo que en el mediano y largo plazo volverán a ser un problema.
El diseño participativo, parte de identificar y valorar lo particular. Es un proceso que permite fortalecer la identidad individual y colectiva. En la perspectiva de genero, permite que las necesidades de la mujer, no ya desde su rol estereotipado de la cultura patriarcal, sino como actor de derecho con necesidades específicas y con relaciones equitativas de género, sean legitimadas.
Pautas para guiar el Diseño Participativo en el contexto de las posibles acciones de re-localización asociados al proyecto Tren Maya
- Implementar Espacios para las actividades productivas con un enfoque de genero que permita replantear oportunidades que has sido negadas o subestimadas históricamente.
- Espacios Públicos y Equipamiento Comunitario, desde la lógica de la apropiación colectiva de los grupos sociales y la perspectiva de genero (próximidad para el monitoreo de los niños, en vez de espacios centralizados por ejemplo)
- La configuración estándar de módulos repetitivos, no facilita espacios para habitar, sino para contener y someter sutilmente a grupos sociales con menores recursos.
- Los diseños llave en mano atentan contra la creatividad y la acción terapeutica en lo social. El diseño participativo debe permitir a la población re-localizada una progresiva adecuación a realidades complejas.
- Considerar la tipologia predominante en la vivienda de origen y sus particularidades (PDN como insumo esencial)
- Considerar las densidades predominantes en el contexto del asentamiento en particular (ej. <50 Viviendas/ha)
- La participación, en obra, surge de una decisión voluntaria con el fin de empoderar a los propios habitantes en la configuración, diseño y construcción de su nuevo hábitat, a partir de las capacidades que ellos y ellas ostenten.
El “Pie de Casa”: Una alternativa de Vivienda en el contexto del Diseño Participativo
Las experiencias y referentes de esta modalidad de gestión de vivienda son diversas, y sus alcances se tienen que evaluar en realidades y contextos específicos.
En términos generales, es una alternativa con potencial toda vez que permite integrar a las personas (beneficiarios) no solo en la configuración del espacio más importante en lo individual y colectivo, sino además en la progresiva apropiación de este espacio y la adecuación de este en función de las distintas etapas de vida y perfiles de las familias.
El “Pie de Casa” puede ser una estrategia para empoderar a las familias en la construcción de su identidad, a la vez que facilita el escenario para la guía sutil desde el ámbito técnico (arquitectos, ingenieros, etc.)
Esta modalidad para la gestión de vivienda puede replantear el concepto para la implementación de vivienda, además de reivindicar el rol desde lo técnico y revertir el estereotipo del asesor como un recurso sofisticado.
El “Pie de Casa” o “Vivienda Progresiva” puede darle un nuevo sentido a los procesos normalmente precarios y/o rudimentarios que la “auto-construcción” suele implicar.
Tres Ventajas que el “Pie de Casa” ofrece son: Tiempo menor para la Implementación inicial, Estandarización del Proceso constructivo y Facilidad para el Financiamiento.
La “Auto-Construcción” en términos generales tiene una connotación desfavorable, sobre todo en latinoamérica, esta asociada a un proceso aleatorio, al margen de la normatividad, no solo trasgrede los estándares técnicos, aumentando el riesgo y atentando contra la propia integridad de los habitantes de estas viviendas, sino que reproduce una relación disfuncional entre las personas y la ciudad que los debiera cobijar.
En el caso puntual del Sureste de México y en el contexto de los posibles procesos de relocalización, esta modalidad de gestión de los espacios construidos en general y de la vivienda en particular podría representar una oportunidad para reivindicar el concepto y articularse como herramienta desde las políticas públicas.
El Concepto de vivienda progresiva, vinculado al “pie de casa”, puede tener, por lo menos, 2 variantes:
- Vivienda Semilla
Vivienda que parte de un núcleo inicial básico, (Baños, Ductos de Instalaciones) apropiada en entornos urbanos de densidad baja, con predominio de la vivienda unifamiliar, donde además se implementa un cerco perimétrico de vegetación para mejor imagen respecto al contexto. Muros de albañilería y entrepisos de vigueta y bovedilla o estructuras de hormigón armado «in situ“ y Sistemas Pre-Fabricados, facilita la Auto-Construcción dirigida.
- Vivienda Cascara
Vivienda donde en la primera etapa se ejecuta la envolvente exterior y luego se subdivide interiormente horizontal o verticalmente, apropiada en zonas de alta densidad (Zonas Patrimoniales) Imagen urbana definida desde el inicio. Sistemas prefabricados y modulares que permiten crecer verticalmente. Planta Libre
El “Pie de Casa” como Concepto de Diseño Participativo en Espacios Públicos: Caracas-México-Nueva York-Copenhague.
El “Pie de Casa”, como concepto de diseño debe ser un proceso de acompañamiento desde el ámbito técnico, sugerir alternativas, exponer ideas, ofrecer argumentos, sin embargo son los diversos usuarios cotidianos del espacio los que le impregnan su huella en función de sus propias necesidades y prioridades.
En los ultimos años, los ejercicios de urbanismo táctico, han abierto una puerta que permite la reflexión acerca de la necesidad de humanizar las ciudades a partir del empoderamiento ciudadáno no de forma aleatoria ni caprichosa sino bajo la guía técnica desde el propio diseño de las políticas públicas hasta la implementación in situ de mobiliario urbano, áreas verdes, etc.
El enfoque del diseño participativo parte por registrar la forma como las personas utilizan el espacio, de modo de identificar patrones de uso generales y particulares, usos en función del día y hora, usos en función del perfil de la persona (edad, genero), en este sentido no parte de una idea pre-concebida en gabinete, ni de la valoración funcional del espacio solo desde el ángulo técnico.
Como parte de la acción del gobierno de la Ciudad de México, en los ultimos años, se han gestionado por ejemplo los “parques de bolsillo”
Referencias
Boano, Camilo. ¿El diseño participativo existe?. Charla ofrecida en el año 2016. University College of London.
Diaz, Jorge. Reflexiones del proceso de Re-Asentamiento en Nueva Fuerabamba. Perú. 2015
Enet, Mariana. Universidad Nacional de Cordoba. 2015
[1] El anhelo de personalizar el hábitat puede ir desde lo trivial (colores en fachada) hasta lo complejo (espacios personalizados según programa de necesidades)
[1] Desde lo técnico, lo social, lo productivo, lo jurídico, lo financiero todo lo cual opera desde la gobernanza transparente, sensible y estable.